La forma de llegar a ella
Reconoció su rostro entre todos aquellos rostros desconocidos. Estaba agachada en un rincón del patio, quieta, con las piernas abrazadas y mirando la nada. Él habló con la doctora y caminó hacia la niña que lo miraba con indiferencia. Desde lejos se veía adulta, pero él sabía perfectamente que tan solo tenía 13 años y que su cabeza estaba llena de fantasmas.
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Se acercó a ella y la llamó por su nombre, pero la niña no hizo ningún movimiento. Permaneció inmutable, mirando un punto inexistente. Él intentó tocarla, pero la niña se alejó instintivamente: recogió más su cuerpo y sus manos se aferraron más fuerte a sus rodillas. Entonces él volvió a hablarle, pero ella se puso las manos en los oídos, como si no quisiera escucharle.o<0>o
Él miró el entorno y sintió una profunda tristeza. Recordó a su hermana enferma, su angustioso llamado, su apresurada promesa: "Cuida de mi hija, por favor", le había pedido y él había aceptado con ligereza. Ver a la niña allí, tan indefensa, vulnerable, sola, como una isla en mitad del mar, era aceptar que le había fallado a su hermana.o<0>o
Volvió a llamarla por su nombre y la niña seguía tapando los oídos con las manos. De repente, él sacó una mandarina de una bolsa y comenzó a quitarle la cáscara. La niña volteó a verlo con los ojos muy abiertos y emocionados. Él le puso la mandarina en sus manos y ella, por primera vez, le sonrió, luego tomó la fruta y comenzó a comérsela. En ese instante el aire se impregnó del olor de la mandarina y él recordó el olor que siempre llevaba su hermana en las manos.
Se acercó a ella y la llamó por su nombre, pero la niña no hizo ningún movimiento. Permaneció inmutable, mirando un punto inexistente. Él intentó tocarla, pero la niña se alejó instintivamente: recogió más su cuerpo y sus manos se aferraron más fuerte a sus rodillas. Entonces él volvió a hablarle, pero ella se puso las manos en los oídos, como si no quisiera escucharle.
Él miró el entorno y sintió una profunda tristeza. Recordó a su hermana enferma, su angustioso llamado, su apresurada promesa: "Cuida de mi hija, por favor", le había pedido y él había aceptado con ligereza. Ver a la niña allí, tan indefensa, vulnerable, sola, como una isla en mitad del mar, era aceptar que le había fallado a su hermana.
Volvió a llamarla por su nombre y la niña seguía tapando los oídos con las manos. De repente, él sacó una mandarina de una bolsa y comenzó a quitarle la cáscara. La niña volteó a verlo con los ojos muy abiertos y emocionados. Él le puso la mandarina en sus manos y ella, por primera vez, le sonrió, luego tomó la fruta y comenzó a comérsela. En ese instante el aire se impregnó del olor de la mandarina y él recordó el olor que siempre llevaba su hermana en las manos.
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Agradecida siempre con vosotros por el apoyo!! Gracias
¡Qué bella historia, contada con mucha ternura! Gracias, y un abrazo, @nancybriti1.
Gracias a ti por la lectura y por el apoyo, @josemalavem
Así revivo con el olor a mandarina, me gusta tu post @nancybriti1
Jajajaja. siempre agradecida con vuestra lectura y comentario, amigo! Saludos
Qué hermoso, nuestra conexión con nuestros seres amados es asombrosa. Qué gran mensaje, saludos 💖
Gracias a ti por tu lectura y comentario!
¡Qué relato tan humano!, no esperaba un final tan rápido y tan acertado. Felicitaciones