Prosa poética: El jacal

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Imagen compuesta Fuente1 Fuente2 Edición Rincón Poético


«Los lugares guardan la esencia de tiempos pasados y recuerdos sempiternos»

— Camilo Torres


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El jacal

Un bello jacalito adorna el paisaje verde que enrosca montañas en un abrazo de cordillera. Asentado aquel jacal preso del tiempo y la soledad que lo cobija desde las laderas incipientes, que miran con desdén hacia la paja mullida, castigada por el azote de la lluvia y el mitigante sol de veranos interminables.

El jacal permanece impávido, erigido desde sus antes verdes ahora sepias guaduas, formando el esqueleto que carga el peso del adobe y la paja, resquebrajándose por momentos, por instantes, pero con la misma fuerza de sus juventudes.

El viento acaricia con amor y a veces con furia al pobre jacal, por años esta relación ha sido tortuosa, como el matrimonio de años, felices en unos, tristes en otros. A pesar de esto el Jacal sigue en pie con ganas de seguir adelante, luchando para nunca ser vencido.

El pasto acaricia sus paredes desde lo más bajo, subiendo con el tiempo hasta donde la mano amiga no permita que la bella casa desaparezca entre el verde matizado, presente por toda el área, como cabellos verdosos siempre en creciente, invadiendo cada rincón, deseando habitar en íntima fusión con el bello jacal, silente y calmo.

Sus voces se han callado, el silencio llena el ambiente con palabras pasadas, palabras temporales, palabras que se esfuman en el tiempo, permaneciendo como un recuerdo. Esperando con su serenidad y paciencia volver a acoger las voces anheladas en susurros, gritos y risas.

Ahí esta el jacal enclavado en el paisaje bello, pero a la vez agreste. Y el rústico camino como guía sirviendo, llevando hasta sus adentros a los visitantes esperados. Acogiéndolos como buena madre al hijo ingrato, nunca sin reclamos, nunca sin tristezas, solo con alegrías y ternuras de caricias eternas.

El bello jacal nunca duerme, se queda apreciando la noche estrellada y la luna que saluda con baños de luz sobre aquella casita. Pide silencio a los animales en la quietud del terreno silente inquebrantable en la eternidad. Sus visitantes gozan del descanso de Morfeo. Sigue siendo buena madre después de tanto tiempo, a pesar que los niños ahora son viejos. El jacal sigue vigilante hasta el despuntar del alba, un alba más, en una vida sempiterna y a la vez finita.

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Imagen compuesta Fuente1 Fuente2 editada por Rincón Poético

Todas las imágenes fueron tomadas de Pixabay.com y editadas por Rincón Poético

Texto autoría de
Camilo Torres
D.R.A
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Excelente relato.