Bueno, una persona me dio algunos consejos, pero la verdad es que el tiempo y los recursos técnico hace que me sea imposible, así que me disculpo con Hive y con él por este post desorganizado pero lleno de sinceridad.
Este cuento es especial para mí, y todavía no se lo he contado a Ania, algún día lo haré,
Había una vez una niña muy alegre que vivía feliz en una pequeña y olorosa panadería donde vendían el pan más rico de aquel lugar, la niña vivía con su mamá y su papá pan y todas las mañanas el olor a papá pan en la cocina le despertaba el estómago famélico haciendo que este rugiera como un león salvaje, entonces sin abrir tan siquiera los ojos la niña guiada por su nariz que no podía dejar de sentir aquella aroma tan especial, caminaba hasta llegar a la cocina donde su papá pan la esperaba junto a una taza de leche caliente y así comenzaban todos sus días y a la niña le encantaba su ritual casi mágico por las mañanas.
Tomaba su taza de leche caliente mientras le daba un mordisco a papá pan y este lanzaba una carcajada al aire que retumbaba en toda la cocina, porque papá pan tenía muchas cosquillas y cada vez que la niña comía un trozo de su cuerpo este no podía dejar de reír.
Pero entonces, al cumplir los 16 años de edad, el estómago de la niña no rugió como de costumbre, ni su nariz pudo encontrar el olor tan especial que todas las mañanas la hacía salir de su cama, y la niña que ya era toda una jovencita se levantó de su cama y fue a la cocina y ahí estaba su taza de leche caliente como de costumbre y al lado unas rodajas de pan.
Y así pasaron los días y los años, y la joven, que ya no era tan joven y se había convertido en una mamá, ahora le servía una taza de leche caliente a su niña todas las mañanas mientras le contaba sus historias de papá pan.
Un día, mientras se distraían al recorrer un parque, la madre y la niña pasaron justo por delante de un vendedor de pan, la madre se sintió atraída por el olor del pan recién horneado, y se acercó al panadero y le dijo:
- Tu pan huele tan rico que me hace sentir especial, podrías decirme tu secreto?
El panadero sonrió y acto seguido se recostó en un banco del parque, como si hubiera acabado de llegar de un viaje largo y agotador, y le respondió:
- Claro que te lo puedo contar a ti, hacía mucho tiempo que estaba esperando que me preguntaras, pues resulta que yo guardo un traje hecho de pan, que fue mordido muchas veces por una alegre niña, y de el saco virutas que mezcló con la harina que hago este pan y espero aquí todos los días a la niña que lo mordió. Fin
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