Había comenzado a frecuentar a alguien en un bar. Si tuviera que describirla diría que era una mujer totalmente atractiva. Un encanto de persona desde donde se la mire. No solo por su belleza sino también por distintas cosas que me llamaban la atención.
Los regresos a casa siempre debían esperar. El solo hecho de estar con ella, viéndola a los ojos y sentir su aroma a fragancias, me sumergía en un mundo a su lado. Pero había algo que no me terminaba de cerrar. Mientras yo era totalmente amable y atenta, ella era todo lo contrario. Muy tímida, quizás hasta asustada. Hasta que en ciertas horas de la noche, todo comenzaba a ir a peor. Nuestra relación de casi entendimiento se convertía en una total frialdad, de su parte. Porque en lo que a mí concierne, intentaba dar lo mejor de mí.
Y veía que en sus ojos algo no estaba bien. Su mirada, plenamente expresiva, se volvía totalmente apagada. Como si yo no estuviera allí. El tiempo fue pasando y los encuentros dejaron de ser tan puntuales o certeros. Nos veíamos menos por diferentes motivos que eran bastante raros de aceptar. ¿Como el de cuidar que las paredes no lloren?
Una de las noches en la que nos encontramos ella venía temblorosa. Su aspecto no era el mejor. Estaba desarreglada, despintada, y en sus ojos sólo veía el brillo de sus lágrimas. Pero en su piel, en su rostro tan atractivo que la caracterizaba, veía restos de tierra y suciedad. También en sus manos, que debajo de las uñas, tenía algo parecido a lo que es la sangre. Quien atiende el bar se sintió alarmado y por lo tanto le exigió que se retire de allí. Lo último que vi de ella fue su expresión. La perfecta mezcla entre rabia y dolor. De en más no la volví a ver. Pero, su mirada sigue allí, en algún lugar de mi mente. Y es hasta el día de hoy que no logro olvidarla. La pienso y la sueño, y solo es el resultado de lo peor. Agonía y muerte.
La última vez que visité el bar y que le di su fin fue cuando el dueño me mostró un periódico. En el mismo se hallaba entre las primeras hojas como "Una asesina en serie vestida de dulce mujer". Muertes, mutilaciones y demás atrocidades se escondían en el fondo de su mente. Es entonces que, hoy por hoy, visito diariamente a un psicólogo. Temo que mis sueños me perturben al punto de ser yo la próxima víctima, o algo peor, convertirme en alguien como ella.
Un relato de un sosegado suspenso, que logras con la regulación de la información, hasta brindar la definitiva, que conduce a ese final donde el miedo y la confusión cierran el discurso pero abren la imaginación. ¡Bueno, @vikvitnik! Gracias y saludos.
Muy buen relato! Me gustó, muy bien estructurado y me fue despertando interés las preguntas que se planteaba el personaje... Cómo ¿Cuidar que las paredes no lloren? 🤔
Saludos
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