Sentía que estaba viviendo el más memorable momento de mi vida, hasta que una noche, todo cambió completamente de una manera difícil de comprender. No hay razón, tampoco explicación.
Esa noche me encontraba en un bar tomando algunas copas con unos amigos que había hecho al decidirme estudiar fotografía. No es que hubiese tenido mucho talento, pero sí un gran entusiasmo.
El hecho de ver la vida desde otra perspectiva sólo hacía interesarme más en la materia. Viéndolo así, cada momento quedaba grabado a través de un lente.
Mis amigos y yo nos reuníamos todos los fines de semana. En principio era un lugar agradable, bastante luminoso pero también muy calmo. Aparte de las copas, escuchábamos distintas bandas que iban a tocar allí. Bandas de mi total desconocimiento pero que, en su mayoría, me gustaban.
Hubo un tiempo en que llegó allí un músico un tanto inquietante. No solamente por su voz sino por la forma de cantar. Nadie reconocía la letra porque estaba dada en una forma extraña, como si de un conjuro se tratase. Era alguien que vestía ropa antigua, con varias plumas color carmesí y que llevaba un sombrero que, junto a su cabello, le tapaba parte del rostro. No es para menos haber sentido la ansiedad de que algo malo pudiese ocurrir. No así les parecía a mis amigos, ellos entendieron que se trataba de un personaje y no había más que contar.
En mi se ocultaba un sentimiento de terror que nunca en mi vida había experimentado. Supuse lo peor, y que las puertas se cerrarían y todo llegaría a su fin.
No sucedió nada de eso hasta dos semanas después de ese encuentro. Cuando me iba a dormir sólo tenía pesadillas con ese hombre. Era obvio que algo en mí había ocurrido. Sin embargo, pensé en que yo me extralimité por estar continuamente pensando en tonterías, hasta que encontré que algo de verdad había en todo el asunto.
Esa noche, la que sería la última copa con mis amigos, noté que habían cambiado algunas cosas. Por ejemplo, las luces ya no eran de colores, habían sido cambiadas por unas bastante tenues y el escenario estaba rodeado de velas. De pronto todo se oscureció y a medida que la luz regresaba, las personas de alrededor ya no estaban. Ocurrió al menos dos veces cuando en la tercera pude ver que uno de mis amigos fue absorbido por su propia sombra. Esa sombra que justamente era producida por aquél artefacto de iluminación. No supe que hacer. No supe como actuar y fue entonces que me resigné en llanto temiendo que eso me sucediera a mí.
Tampoco es que tuviera esa suerte. Vería a mis amigos desintegrarse por la sombra que ellos mismos producían y yo quedaría sola sin tener el más mínimo sentido. Aún hoy estoy buscando explicación sobre lo sucedido. El bar ha sido clausurado y como no hay quienes crean en brujerías o hechiceros, de quién sospecho, seguirá libre creando el caos y saciando la oscuridad.
Aún pienso sobre por qué no me llevó a mí. Quiero creer que es por el amuleto que llevo conmigo colgando de mi cuello. Un amuleto heredado de mi abuela pero dado en vida como símbolo de energías renacientes. Al menos eso es lo que entendí cuando me lo explicó. Quedará seguir esta vida buscándole el sentido a este extraño suceso. No pienso estar sola. Los encontraré.
Encantado de que hayas reactivado tus escritos de la Hermandad. Es un relato interesante sobre las sombras que reinan en nuestro entorno.
Bastante sugestivo tu relato, @vikvitnik, además de muy bien escrito y narrado. El "señor de las sombras" es un fantasmal personaje que, aunque apenas aparece una vez, crea el efecto de enigma. El fenómeno paranormal que hace a la historia tiene el temple de una ominosa pesadilla. Gracias y saludos, @vikvitnik.
Me gustó el argumento, aunque la narradora parece poco fiable y algo perdida. Sería interesante ver qué ocurre luego. Estaré atento.