En esta oportunidad, la invitación era enfrentar un nuevo reto, llegar a la trilla y regresar, este destino se encuentra a 32.5 km. Partiendo de la alcabala el limón hacia el pueblo de Ocumare de la costa, estado Aragua, Venezuela, esta carretera conduce a la famosa playa de cata la cual es la más emblemática de la zona.
El recorrido es uno de los destinos mas visitados por ciclistas experimentados, se caracteriza porque de ida son 12.5 km hasta la cumbre de portachuelo para emprender el descenso de 20 km hasta llegar al destino pautado, lo interesante de esta aventura es que esos 20 km de subida agotan al mas entrenado, pero, como estamos dispuestas a estar a la altura del reto, lo asumimos con sus consecuencias.
Para esta ocasión, no fue diferente los preparativos, la revisión de las bicicletas, ingerir alimentos que aporten energía, hidratación, incluir repuestos y el revuelo de emociones que preceden este tipo de salidas, para los que somos competitivos es una extraordinaria oportunidad para estar con que se destacan, es la mejor demostración de que la voluntad humana es una de las fuerzas más poderosa.
Es un proceso colectivo alineado y enfocado en lograr el objetivo, incluyendo por supuesto el disfrute, aunque recorrer 32 km de subida requiere de pierna y pulmón.
En la planificación acordaron que se partiríamos desde la alcabala el limón a las 6 y 30 a.m. eso ameritaba salir mucho mas temprano desde nuestras casas para buscar a las chicas, la noche anterior la compañera Claudia junto con Tadeo recogieron las bicicletas en su camioneta y dejaron todo listo para no perder tiempo en la mañana.
A las 5 y 15 a.m. estábamos listas, en estas ocasiones no se posponen las alarmas de los despertadores, nadie quiere seguir durmiendo otro ratito, nada de eso. El ambiente alegre impregnaba el interior de la camioneta, mezclada con música y las caras de alegría de cada chica cuando subía al carro, íbamos apretaditas porque superábamos el numero de pasajeros, la sinergia era espectacular que fue en aumento, cuando ya en la alcabala veíamos llegar a los compañeros con sus bicicletas ancladas a sus vehículos.
Y así, todos prestos a colaborar, bajamos las bicicletas, las cuales se fueron alineando para la partida, mientras Claudia ofrecía un exquisito café. Nos percatamos que el papelón (dulce producto de la caña de azúcar) aún estaba entero, era necesario partirlo en trocitos y repartirlo a cada uno como fuente de energía, para ello lo tirábamos al suelo con fuerza, para algunas compañeras fue terapéutico.
Llego el momento de arrancar, aun estaba oscura la carretera, en el silencio de la montaña la melodía de los pájaros y sonidos de la naturaleza nos transportan a otra dimensión, cada instante representaba el proceso vivencial de esta nueva aventura. No habíamos avanzado mucho, cuando los primeros destellos del amanecer fueron iluminando la vía para hacernos el regalo mas hermoso de visualizar la salida del sol.
Con palabras es difícil describir todas las sensaciones que momento a momento se presentan, la brisa fresca de la mañana nos arropa y cada uno de nosotros sumergido en sus pensamientos y pedaleando.
Cuando se tiene la oportunidad de tener estas vivencias, se abre un paréntesis para dejar atrás cualquier preocupación o problema, no hay cabida para mas nada. Aunque arrancamos juntos, poco a poco cada quien va marcando su ritmo, velocidad y cadencia, ya conocemos las paradas donde nos hidratamos y continuamos, siempre pendiente para que nadie quede solo.
A medida que subimos, el cansancio aparece, no deja de visitar el pensamiento: ¿Quién me mando a meterme en esto? Pero, sabemos que todo esfuerzo tiene su recompensa, de eso conocemos bastante los que amamos el ciclismo.
Luego de superar parte del recorrido, llegamos a la cumbre de Portachuelo, la cual representa el punto mas alto de ese lado de la montaña, desde allí, comienza el descenso pronunciado aderezado con curvas cerradas que ameritan mucha cautela.
Llegar allí, es saber que viene la diversión, hacemos los respectivos cambios a las bicis y nos lanzamos con la algarabía de los niños cuando salen al recreo.
Sentimos inmediatamente el cambio de temperatura, la brisa era helada y no habíamos contemplado esa posibilidad para llevar una chaqueta, ya era tarde para lamentaciones. No teníamos alternativas, solo que el esfuerzo previo nos permitía mantener el cuerpo caliente.
Mientras descendíamos los 20 Km desde la cumbre de portachuelo hacia la Trilla, disfrutábamos del festín del descenso, pero, para algunos no fue pleno, el saboteador mental hizo su trabajo a la perfección, decía: todo esto que bajan tendrán que subirlo y créanme, era para pensarlo.
En este tramo nos separamos, cada uno de nosotros iba a la velocidad que su destreza le permitía manejarse ante las curvas, piso húmedo, alteraciones del pavimente y el tránsito de vehículos.
A medida que bajábamos íbamos viendo las señales que indicaban que ya nos acercábamos al destino y así fue. Cuando llegamos algunos compañeros de otros grupos de ciclistas estaban comiendo, otros preparándose para darse un chapuzón en el rio que pasa por la Trilla.
En nuestro caso teníamos hambre y sed, compartimos las meriendas, las frutas para luego bajar al rio y tomar las respectivas fotografías.
Pasada aproximadamente una hora, hicieron el llamado para el regreso, nos miramos con complicidad y susto, ahora venia lo bueno, empezamos a pedalear, necesitábamos mucha concentración y administrar la energía para poder hacer el recorrido mas exigente.
Poco a poco le íbamos dando para enfrentar la carretera de curvas interminables. Cuando llevábamos rato avanzando, el agotamiento y el cansancio hizo presencia y apareció nuevamente el saboteador mental para decir: ¡te lo dije!
Se necesita fuerza de voluntad para no desanimarse, bueno…a esta altura no hay opciones sino pedalear, en lo particular, la referencia que esperaba con ansias era la cascada cercana a la capilla de la Virgen, conseguí a un compañero que descansaba de la subida, quien me ofreció galletas Oreo cuyo sabor lo sentí diferente a las otras veces que las he saboreado, el hambre, el calor y sed me acompañaban en ese momento.
Por fin, la cascada aprecio ante nuestros ojos, la alegría invadió nuestros cuerpos, llegamos al lugar donde podemos mitigar alguna de nuestras necesidades.
Encontramos compañeros haciendo lo mismo, estacionamos las bicicletas, nos quitamos los accesorios que podían mojarse y sin pensarlo dos veces, nos entregamos al disfrute del agua cristalina y cálida mojando nuestros cuerpos, llevándose la calentura del ejercicio para dejarnos una sensación de frescura. Aun quedaba un poco de papelón el cual compartimos con los compañeros presentes.
De lo bueno poco, dicen algunos, aún quedaba camino por recorrer, pero ya íbamos frescas, cuando al poco tiempo en movimiento, se desato una fuerte lluvia, la frescura del baño se convirtió en frio helado que entumecía nuestras articulaciones, pero…no había alternativa, solo pedalear y pedalear y así lo hicimos, a esta altura del camino, cada uno va concentrado queriendo llegar nuevamente a la cumbre.
Después de subir y subir con lluvia y frio, vislumbramos la cumbre, sabemos que lo que nos espera después de ahí, es placentero, el chocolate caliente, las tortas, la tertulia, el descanso y poco a poco fueron llegando los compañeros contando sus anécdotas.
Nuevamente, nos encontramos todos los de nuestro equipo, empezamos a descender, aun faltaban 12,5 Km, pero la gravedad era nuestra aliada en lo que faltaba de camino.
Lo mas espectacular, fue cuando los rayos del sol se filtraron entre la vegetación para calentar nuestra humanidad como un abrazo cálido, el cansancio y el agotamiento nos arropaba, pero valió la pena, se desbloquearon otros niveles.
La algarabía se hizo presente, cuando llegamos a la alcabala, todas ayudando a montar las bicicletas en la camioneta, cansadas pero muy satisfechas, fuimos dejando a cada una de las chicas en sus casas y cuando se iban a bajar del carro, les decíamos nuestro grito de guerra:
“Si hubiésemos tenido miedo no hubiésemos nacido”.
Las fotografías son propiedad de @aventurerasbike
Excelente aventura, me imagino que fue toda una travesía pero así como lo dices, también estoy segura que el esfuerzo valió la pena.
Hola si, es mucho más que excelente, es indescriptible la sensación que produce cada aventura sobre 2 ruedas, es transportarse a lugares inimaginables e impensados y en contacto con la naturaleza, la sensación de éxito es extremo, el hecho de asumir un reto y alcanzarlo es la máxima felicidad. la invito a subirse a una bicicleta y salir a rodar y luego hablamos. gracias
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