Hoy les traigo nuevamente uno de esos poemas escritos durante mi adolescencia, cuando me expresaba a través de versos y no había descubierto mi amor por la narrativa, las novelas y los cuentos. En aquellos años, hubo una época en la que me dediqué a escribir poemas con diferentes nombres de mujeres; los veía como una poesía doble, ya que para mí una mujer era (es) poesía. Pensar un nombre, crear una imagen y formar una historia para cada poema, me parecía interesante y en algunos casos llegué un poco más lejos y formé un acróstico con las primeras letras de cada estrofa, como en el caso del poema que les comparto en esta oportunidad. Piensen en Lorena como una hermosa morena con una cabellera abundante y ondulada, labios gruesos, ojos brillantes y una amplia sonrisa. Y ahora, disfruten del poema:
“Lorena”
La miro ¡Oh Dios! y me doy cuenta
de que tiene lo que he soñado
lo que dice, las cosas que inventa
me hacen sentirme, tal vez, enamorado.
O no lo estoy, o sí, quizás
en realidad no sé qué siento
pero sé que la única verdad
es que es bella, no te miento.
Ríe como una niña entre sus juegos
que causa alegría a quien la ve reír
miro y me dan lástima los ciegos
que no pueden verla sonreír.
Es una mujer alegre y también serena
que habla y calla cuando hay que hacerlo
envidio al hombre que alivia sus penas
yo no soy él, mas quisiera serlo.
Nunca, juro, la haría llorar
dedicaría mi vida a hacerla feliz
guardaría sus sueños, cuidaría su andar
daría todo si pudiera ser así.
Amor, quiero darle mi amor
esta pasión que me corre por las venas
quisiera tatuarnos los nombres de los dos
en su brazo el mío, y en el mío: “Lorena”.
Muy agradable la sutil terniura que envuelve este poema, Caicedo.