Los peligros de fumar en la cama (Libro): los primeros relatos de Mariana Enríquez

Fotografía de mi galería personal

Después de mi venturoso primer encuentro con esta autora argentina de quien leí hace algunas semanas su última novela, ganadora del Premio Herralde 2019 (pueden leer mi reseña en este enlace: Nuestra parte de noche: una historia de amor y oscuridad) quedé con ganas de sumergirme un poco más en su mundo literario y aunque quería leerme los cuentos de Las cosas que perdimos en el fuego, antes llegaron a mí sus cuentos previos, recogidos en Los peligros de fumar en la cama.

Aunque el libro fue editado por Anagrama en 2017, un año después de que editasen Las cosas que perdimos en el fuego, este libro fue publicado por primera vez en 2009 por el sello Emecé, con una portada que contradice su contenido. De allí que, a pesar de que se siente la misma voz que en su novela más reciente, se nota la diferencia, en favor de la Enriquez de ahora. El libro empieza con El desentierro de la angelita, título literal para la historia de una niña que desentierra en el jardín los huesos de un bebé que luego la acosa de mayor. Le sigue La virgen de la tosquera, una historia de odio, sexo, venganza y adolescencia en donde vemos una efigie a la cual se le pide un deseo y aparecen unos perros salvajes para devorar a algunos personajes. En El carrito, una escena repulsiva entre un villero y un borracho, desencadena una maldición sobre los miembros de un barrio acomodado y en El aljibe, leemos el nombre de Josefina, vemos Corrientes, a San La Muerte, la referencia a la historia de Anahí y el ceibo y cuando vemos que algunos males le son transferidos a una niña, podemos oír el eco, o en este caso una versión primigenia, de lo que luego (o en mi caso antes) descubrimos en Nuestra parte de noche.

En Rambla triste, Sofía y Julieta recorren las calles de una Barcelona llena de espectros de niños malolientes, putrefactos, víctimas de una red de pedofilia, son fantasmas nacidos de la descomposición social con un aura maliciosa. También hay fantasmas, esta vez más clásicos, en El mirador, en donde vemos a una mujer tener pesadillas inducidas por seres del más allá, mientras se aloja en un hotel que recuerda al Overlook de Jack Torrance. Y de allí, el libro migra a dos pasiones desviadas: la primera, Dónde estás corazón, es una erótica historia de violencia, cicatrices y drogas, sobre una mujer con una extraña manía sexual por los corazones enfermos; y la segunda, Carne, narra la excesiva adoración de dos adolescentes, Mariela y Julieta, quienes exhuman el cadáver de su suicida ídolo rock para participar de una eucaristía particular y extender el legado de la estrella.

Ni cumpleaños, ni bautismos va de voyeurismo, con un chico que filma a gente rara por encargo y un día acepta un trabajo que tiene toda la pinta de ser una posesión, algo paranormal. Luego, el libro sigue con el relato más extenso del volumen (publicado antes de manera independiente), Chicos que vuelven, en donde Mechi, una trabajadora social que archiva los casos de chicos desaparecidos, después de conversar con un amigo sobre las redes de prostitución, drogas y el abandono, se queda de piedra cuando los chicos desaparecidos, que se sabían muertos, comienzan a reaparecer aunque no exactamente iguales, recordando a la cinta Us de Jordan Peele. El penúltimo relato da nombre al libro y aunque normalmente eso significaría un punto por encima de las demás historias, Los peligros de fumar en la cama no es tan bueno como otros, a pesar de sus polillas y del fuego. Se cierra la docena de historias con Cuando hablábamos con los muertos, una historia sobre adolescentes y una tabla Ouija que tiene un eco de Chicos que vuelven, con esos seres iguales pero diferentes.

A lo largo del libro destaca la presencia femenina. Siempre hay una mujer como protagonista (o un grupo de mujeres), como narradora o como testigo de los hechos. Además, predomina la narración en primera persona y las potagonistas son normalmente adolescentes, por eso la rebeldía, los excesos propios de la juventud, drogas, rituales, rock and roll, suicidio, osamentas, pasiones, venganza, un toque de locura y la batalla en contra de la norma, de lo establecido, de lo tradicional.

La imposibilidad del descanso eterno, la condena, los fantasmas, antropofagia, necrofilia, masturbación, sexo, la belleza de la destrucción, posesiones, voyeurismo, mutilaciones, todo está allí y forman parte de esa mezcla única que se percibe en el estilo de Mariana Enríquz en el que el terror no viene sólo imbuido por lo sobrenatural, sino y sobre todo por la realidad, las desapariciones, la soledad, trastornos físicos y mentales, entre otras cosas. La diferencia de diez años entre este libro y Nuestra parte de noche, se nota, pero también se ve que el éxito de su última novela es consecuencia de una voz única que se venía fraguando desde mucho tiempo atrás. Sí, se siente a Poe en las páginas, a Cortázar, a Quiroga, pero más allá de la sombra de esos autores que planean sobre el acervo literario que domina la autora, Enriquez nos muestra su mundo, sus personajes, sus historias y lo hace con un estilo único, una de esas voces propias que son tan escasas y que se agradecen tanto, especialmente en estos tiempos en que hay tantos productos literarios similares. Llevo 2 de 3 en los libros que quería leer de la argentina, así que comenzaré a cazar el que me falta tachar de la lista para leerlo y contarles qué tal.

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Excelente tu publicación, una muy buena manera de insentivarnos a leer. Me encantó la foto de portada, muy ingeniosa. Saludos

Es la idea, arrastrar a las personas hacia los libros. Muchas gracias por su amable comentario, la foto la tomé en ese momento para publicar y quedó muy acorde al título. Saludos cordiales.