Todos los fuegos el fuego (Libro): el mágico mundo de Julio Cortázar

Fotografía de mi galería personal

El escritor argentino Julio Cortázar es y siempre será uno de mis autores favoritos. Especialmente famoso por su mítica Rayuela, el Cronopio mayor me parece aún mejor como cuentista que como novelista (también hay que decir que escribió más libros de relatos que novelas o poemarios) y por eso me gusta, de tanto en tanto, releer alguno de sus libros de cuentos, porque su voz narrativa tiene algo que no encuentro en ningún otro lugar.

Hace algunos meses releí Bestiario y Final del juego (tengo pendiente subir esas reseñas), pero hace apenas unas semanas que volví a pasearme por las ocho piezas que conforman Todos los fuegos el fuego, publicado por primera vez en 1966.
El volumen abre con uno de los relatos más recordados de Cortázar, La autopista del Sur. Narrado en 3ª persona, con humor cortazariano, cuenta la historia de un embotellamiento de tráfico que se prolonga hasta lo inimaginable: pasan días, noches, viene el calor, el frío, la nieve, la lluvia, vuelve el sol... y alrededor del tráfico se conforma una sociedad en la que hay proveedores, líderes, médicos, enfermos, niños, relaciones, fallecimientos, suicidios, un mercado negro, solidaridad, envidia, deseo, amor, compasión... tanto la autopista como el relato son una metáfora de la vida. De esta pieza me gusta mucho la forma en que los personajes son identificados con sus autos y cómo, molestos todos al principio, se acostumbran a este nuevo orden al punto de desilusionarse cuando todo vuelve a la normalidad, “cada minuto lo iba convenciendo de que era inútil, que el grupo se había disuelto irrevocablemente”.

La salud de los enfermos, también narrado con humor y en 3ª persona, cuenta la historia de la tía Celia, una mujer mayor que está enferma y cuya familia quiere ocultarle la noticia de su enfermedad a su hermana (la mamá de los protagonistas). Carlos, tío Roque, Rosa, Pepa, todos ellos le han ocultado durante un tiempo lo de Alejandro, el hijo menor, a quien ella cree trabajando en Brasil, aunque la realidad es otra. Me recuerda un poco a la película The Farewell (2019) con ese dilema de saber qué es lo correcto: hablar siempre con la verdad o proteger a nuetros seres queridos de ella cuando es devastadora. El cuento es una vorágine de mentiras con un final memorable, efectivo y muy cortazariano.

Reunión es el primero de los relatos narrados en primera persona en el volumen y tiene un tono más serio. Introducido con un epígrafe del Che Guevara, es fácil saber de dónde sale esta historia de hombres que atraviesan la selva para reunirse con sus compañeros, sorteando el fuego enemigo (“… con el sol vino el plomo de arriba y abajo…”).

A ese relato le sigue La señorita Cora, una historia que guarda relación con La salud de los enfermos, porque le ocultan algo al enfermo, aunque ahora lo hacen los médicos y no la familia, y cuyo rasgo más destacado es la polifonía que lo compone: Cora, Pablo, Mamá, Marcial, son varios los narradores que alternan sus intervenciones, todas en primera persona, sin advertir al lector antes del cambio de perspectiva.
En La isla al mediodía, Marini, un tripulante de cabina italiano, fantasea obsesivamente con conocer una isla griega (Xiros) que sobrevuela varias veces al día en la ruta Roma-Teherán y un día se va a esa isla y vive allí durante algún tiempo hasta que comprendemos la verdad detrás de esa conquista del paraíso. Dualidad, enajenación, el doble, son temas recurrentes en las historias de Cortázar (hay otra más adelante), como una especie de herencia Borgiana, otro fanático de las dualidades.

¿Qué pasaría si a un espectador de una obra de teatro se le invitase de repente a participar en la representación improvisando a partir de escasas explicaciones? Pues, eso es lo que ocurre en Instrucciones para John Howell. Sin guión, apenas unas guías, el protagonista debe improvisar, lo que parece absurdo y divetido hasta que una de las actrices le pide ayuda, ¿habla en serio? ¿es parte de la obra? ¿es un truco? con Cortázar es difícil saberlo antes de llegar al final e incluso en muchos cierres de sus relatos es la duda la que permanece.

El penúltimo relato es el que da nombre al volumen, Todos los fuegos el fuego y en él reaparece el elemento dual: dos historias son contadas en paralelo. En una hay un circo romano, un procónsul, nombres como Urania, Irene, Licas y Marco, un gladiador que debe combatir en la arena contra un gigante. En la otra, en el París actual, Roland engaña a Jeanne con Sonia, ¿y qué relación hay entre ambas historias? Esperen llegar al final del cuento.
Y hablando de finales, el libro termina con El otro cielo, relato en el que un hombre habla de su vida en un París que ya no existe. Menciona a su novia Irma, a Josiane, una prostituta a quien ama y a un tal Laurente, un asesino en serie suelto en la ciudad. De este último relato me gustaron mucho algunas frases, como esa en que el protagonista habla de una manía suya que otros no entienden y que yo también tengo, “encuentra inexplicable que me guste vagar de noche por el centro o por los barrios del sur”; o esa otra oración en la que expresa “…hasta sentir poco a poco que la noche era también mi amante”.
Existe una colección de obras de Cortázar editada por Alfaguara y vendida a travé del Diario La Nación en la que la portada de cada volumen es un collage que muestra distintos elementos de los relatos que lo conforman. Si tienen la posibilidad de tenerlas en sus manos y les parece que la portada de Todos los fuegos el fuego es un sinsentido, esperen a leer el libro y se darán cuenta por qué hay una efigie del Che Guevara sobre una autopista a cuya orilla está luchando un gladiador envuelto en llamas mientras un avión cruza el cielo, justo sobre un poste de luz que indica "París". Si se les hace difícil de imaginar y no logran verlo en la imagen que está junto a este párrafo, se las dejo más amplia acá abajo:

A quienes no han leído a Cortázar les recomiendo introducirse a su obra a través de los cuentos. Ya sea con este libro, con Bestiario, Final del juego, Las armas secretas o cualquier otro (quizás sugeriría leer primero algunos de los primeros que publicó), los relatos del argentino son una buena manera de conocerlo y entender cómo y por qué seduce, cautiva, impacta, conmueve, y sobre todo, permanece en la memoria después de leído. Abrir las páginas de un libro suyo es ingresar a un mundo que se rige por otras reglas, otro lenguaje, en donde prevalece el juego (el juego literario), el humor (no exento de seriedad) y la magia. No digo que Cortázar sea un mago porque hable de cosas fantásticas, sino precisamente porque sabe recubrir la cotidianidad con una capa extraña y desentrañar lo insólito, lo literario, en el rincón más insospechado. A pesar de la buena valoración que acabo de escribir, siento que no le hago justicia a su genio y cada vez estoy más convencido de que leer a Julio Cortázar es como esas cosas únicas y verdaderamente especiales que pasan en la vida: no importa cómo te lo cuenten, hay que vivirlo para saberlo. Y en este caso, hay que leerlo. Siempre.

Reseñado por @cristiancaicedo


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