Un grito de amor desde el centro del mundo (Libro): una historia de romance y tragedia

Fotograma de la película

Esta es la novela japonesa más leída de todos los tiempos. Ya se realizó una versión cinematográfica, una serie de televisión y un cómic manga. Me pareció tan buena cuando la leí hace algunos años que ahora, a siete mil kilómetros de mi biblioteca en donde conservo aquel ejemplar, volví a comprarlo y aunque la nueva portada no es tan bonita como la anterior, releer esta historia volvió a encantarme.

Un grito de amor desde el centro del mundo (¡qué gran título!) inicia con la siguiente frase:

«Aquella mañana me desperté llorando. Como siempre. Ni siquiera sabía si estaba triste.»

De entrada, se nos marca el tono de una novela que en los primeros párrafos relata la ausencia de la mujer amada:

"Eso es porque Aki se ha ido. Porque la he perdido."

y cuenta la historia de amor entre Sakutarô Matsumoto y Aki Hirose, dos adolescentes que se conocen en la escuela de una ciudad provincial de Japón; ambos eran delegados de curso y los enviaron a visitar a un compañero que había tenido un accidente y a partir de allí comenzaron a compartir cada vez más hasta volverse inseparables y, como era de esperar, enamorarse.

Él es un adolescente ingenioso y sarcástico. Ella es inteligente, hermosa y popular. Se enamoran, viven un romance muy bonito, pero antes de contarnos todo eso, lo primero que nos relata la novela es que Aki ha muerto:

“A mí, una sola muerte me ha despojado de todas mis emociones. Aquí es donde estoy yo. Donde me encuentro sin ver nada, sin oír nada, sin sentir nada. Pero ¿estoy aquí realmente? Y si no, ¿dónde estoy, entonces?”

No considero que se trate de un spoiler porque se cuenta en las primeras páginas y aunque pareciera cruel contar esto al inicio, no es la primera vez que lo veo en un libro (Love story de Erich Segal comienza con la frase "¿Qué se puede decir de una muchacha de veinticinco años que murió?"); igual, si la novela está bien escrita, como es este caso, generará en el lector el deseo de conocer toda la historia previa a esa ausencia.

Fotograma de la serie de TV

A medida que se avanza en el libro vamos encontrando escenas propias de los romances juveniles, casi clichés: una canción dedicada en un programa de radio, un viaje a un hotel abandonado, caminatas por las calles, diálogos sobre la vida, Dios, la muerte y sus alrededores; pero estas escenas se impregnan del aura oriental de la cultura japonesa (su primer beso se lo dan en un templo sintoísta, por ejemplo) y también se le añaden otras cosas como la historia de amor del abuelo de Saku-chan, un importante personaje secundario.

El romance adolescente truncado por la enfermedad y una muerte temprana no es un tema nuevo, ni original, pero hay belleza en la forma que tiene Katayama de contar la historia y de elaborar frases como las siguientes:

“Te tengo delante todos los días, no me hace ninguna falta soñar contigo”

“Más que nada, creo que aquella era la primera manifestación de un amor del que yo todavía no tenía conciencia”

“De pronto, tuve una horrible certeza. Por más tiempo que viviera, jamás podría esperar una felicidad mayor que la que sentía en aquel momento. Lo único que podía hacer era intentar conservarla para siempre”

“Una vida solitaria se hace larga y tediosa. Sin embargo, cuando la compartes con la persona amada, en un santiamén llegas a la bifurcación donde tienes que decirte adiós”

O esta que es de mis favoritas:

“Los labios de Aki sabían a hojas caídas”

Además, el amor entre Saku-chan y Aki le sirve de pretexto a Katayama para reflexionar sobre temas como la empatía (“mi dolor no era más que un vano intento de experimentar el suyo”), sobre el cómo damos por sentado el futuro y dejamos de vivir cosas, dejamos ir momentos porque pensamos “que no valía la pena apresurarse en ir a verlas porque siempre estarían allí para que las contempláramos cuando quisiéramos”; sobre la vida después de la muerte, sobre la cual Sakutarô piensa que las personas se han inventado lo del otro mundo “porque habían perdido a las personas a las que querían”, a lo que su abuelo agrega que “Si no piensas que algún día volverás a reunirte con la persona amada, no puedes consolarte por haberla perdido”. En fin, hay una infinidad de frases increíbles, como para tomar notas o subrayar el libro, de las cuales hay unas tan desgarradoras como la plegaria que, en medio de la desesperación, Saku-chan eleva al cielo a cualquier deidad que pudiera oírlo:

“Ayúdala, por favor. Salva a Aki, por favor. Ayúdanos. Sácanos de aquí…” Pero mi voz no le llegó. Nosotros no fuimos a ninguna parte.

Triste, sí, melancólica, dolorosa, pero también tierna, romántica, divertida a ratos, Un grito de amor desde el centro del mundo es una historia de amor que se te queda en el cuerpo, en la cabeza y en el lado izquierdo del pecho hasta mucho tiempo después de haberla terminado. Si les gustan este tipo de historias de amores marcados por la muerte, repletas de frases hermosas y reflexiones sobre temas importantes, definitivamente deberían acercarse a leer esta novela.

Reseñado por @cristiancaicedo


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No he leído la novela (ni visto las versiones fílmicas de ella), pero aprecio que tu reseña nos ofrece una visión bastante completa, y, sobre todo, crítica, bien fundamentada, lo que es de por sí un apreciable valor. Estimo que los artistas japoneses -no de ahora, por supuesto- han logrado un tratamiento de temas complejos y álgidos con gran propiedad, de lo que es ejemplo el maestro Kurosawa. Gravias y saludos, @cristiancaicedo.

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Definitivamente los japoneses tienen una forma particular y certera de reflejar temas y sentimientos complejos. Ahora que menciona a Kurosawa, casualmente estoy leyendo un libro de relatos de Akutagawa en donde se encuentran los dos que utilizó Kurosawa para el guión de Rashômon. Saludos y gracias por leerme.

No la he leído pero trataré de hacerlo,, muy buena tu reseña. @tipu curate 2