América Latina: El laboratorio de ilusiones fallidas

A Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura 1982 y uno de los escritores más importantes de los últimos años, no le gustaba dar discursos. Sin embargo, muchas veces se vio forzado a ello, a tal punto que estas lecturas y pronunciamientos fueron recogidos en un libro titulado - no sin ironía - Yo no vengo a decir un discurso. En esas muestras escritas de momentos orales, el Gabo habla de muchas cosas, de acuerdo al tiempo y lugar en el que pronunció sus palabras.

Escritor comprometido con su tiempo y con su identidad latinoamericana, caribeña, colombiana, García Márquez fue invitado muchas veces a cumbres políticas, científicas, culturales, multi disciplinarias y siempre como un invitado de honor, encargado de inaugurar o de cerrar algún evento. En un seminario organizado en París (!), en marzo de 1999, por UNESCO para hablar sobre América Latina y el Caribe en la entrada del nuevo milenio, el autor de Cien años de soledad pronunció un breve discurso que tituló "Ilusiones para el siglo XXI" y al igual que lo había hecho antes en otros espacios, disertó sobre cómo la riqueza literaria de nuestro continente se sustenta en su creatividad y sin embargo, esa capacidad inventiva no ha sido trasladada a otros espacios. La frase que más llamó mi atención de las dos páginas que tiene el comunicado fue la siguiente:

"Terminamos por ser un laboratorio de ilusiones fallidas. Nuestra virtud mayor es la creatividad y, sin embargo, no hemos hecho mucho más que sobrevivir a doctrinas recalentadas y guerras ajenas."

Hace veinte años, cuando estas palabras fueron pronunciadas por García Márquez en París, aún estaba fresca en la memoria la guerra fría y aquella lucha ideológica que, tras la segunda guerra mundial, las dos potencias del momento libraron en los países de nuestro continente; por eso habla de "guerras ajenas"; pero también es cierto que desde antes de eso y hasta nuestros días, en muchos ámbitos, América Latina no ha hecho más que recalentar doctrinas, proyectos, leyes, estilos, en una especie de imitación de las potencias económicas y las referencias históricas del Norte y el viejo continente.

El topónimo "Venezuela" quiere decir "Pequeña Venecia" y tiene que ver con los palafitos que los navegantes europeos vieron en el país al llegar. Esa evocación del viejo continente para un grupo de personas que no conocía más allá de sus fronteras en el siglo XV tiene sentido. Pero hoy día, por ejemplo, nos referimos a Buenos Aires como la París de Sudamérica, utilizando la comparación con esa otra ciudad en favor de la capital argentina, como si por parecerse a París fuese más. Claro que somos un continente más joven, claro que Europa tiene más experiencia en muchos ámbitos, arte, arquitectura, infraestructura, etc., pero ya va siendo hora de dejar de copiar lo que funciona en otros lados, porque las condiciones no son las mismas y comenzar a usar la creatividad que hemos demostrado en el arte, en otras áreas.

La Literatura del continente, ese realismo mágico del siglo pasado, es algo muy nuestro, como lo son ciertas expresiones artísticas, en pintura, escultura, arquitectura, que, con los años, han logrado mostrar al mundo una identidad, originalidad, algo propio que no se puede encontrar en otro lado. Ahora bien, imaginemos que se emplease el mismo empuje en el área social, en lo político, en lo económico, buscando dejar de copiar lo que ha funcionado en otras latitudes y en lugar de ello crear algo que nos funcione a nosotros. Dejar atrás el capitalismo de EEUU y el socialismo de la extinta URSS para encontrar un modelo económico y político propio, por ejemplo. Claro que pueden tomarse referencias, sobre todo porque en muchas materias otros países tienen más experiencia, pero no hacer un copiar y pegar (como se hizo con el Derecho Romano) sin estudiar la particularidad de nuestro caso, nuestras virtudes y defectos.

En el mismo discurso, el Gabo citó a Simón Bolívar: "Déjennos hacer tranquilos nuestra Edad Media". Estoy de acuerdo, excepto por un término. Más que tranquilos, deberíamos estar activos, construyendo nuestra propia Edad Media, nuestra Ilustración, nuestro Renacimiento. Es verdad que, comparados al viejo continente, somos unos niños de pecho, pero si en música, literatura, cine, hemos logrado forjar una identidad firme en tan poco tiempo, referentes obligados incluso para países que legaron al mundo a Mozart, a Shakespeare y a Bergman, entonces también podemos hacer lo mismo con la política, la economía, el derecho, los programas sociales, las leyes inclusivas, la preservación de la naturaleza, programas ambientales, proyectos de fuentes de energía alternativas, renovables. Es cierto que podemos aprender de las potencias mundiales, es cierto que nos hemos beneficiado en parte de su experiencia previa en algunos casos, pero ya va siendo hora de que mostremos al mundo cuánto más podemos enseñarles. Y culmino citando al Gabo citando a Bolívar, de nuevo, quien con respecto a nuestro continente dijo: "Somos un pequeño género humano". Eso somos.