El ruido del silencio: ¿qué dicen los libros?

¿Por qué no nos gusta el silencio?

Aunque no sepamos exactamente cómo definirlos, todos sabemos lo que son el ruido y el silencio. Polos opuestos del espectro auditivo, se complementan, se repelen, se excluyen. Hablar de un ruidoso silencio (o de un ruido silencioso) no es más que un oxímoron y lo curioso de estos dos elementos es que ninguno de ellos es necesariamente positivo o negativo. Hay quienes prefieren el silencio, la calma, la paz; y hay quienes se sienten más a gusto con las bocinas de los coches alrededor, el tráfico, la gente pasando (como le sucede a algunos personajes neoyorquinos de Woody Allen).

Para algunas personas el silencio es incómodo porque refuerza la sensación de soledad. Es más difícil sentirse solo si hay otra persona cerca, o si de alguna manera los ruidos invaden nuestro espacio, a través de una pantalla, de una ventana, de alguna visita repentina que llega a tocar la puerta; en este sentido, los sonidos, el ruido, llegan espantando la soledad en la cual, si no hay estímulos externos, el hombre se obliga a mirarse a sí mismo, a estudiarse, a increparse, a intentar entenderse. Por alguna razón los monasterios budistas o las casas de estudio, son lugares silenciosos. El silencio aísla. El ruido cuubre, tapa, oculta. A propósito de esto recuerdo ahora una frase de una novela de Hernán Rivera Letelier llamada Romance del duende que me escribe las novelas, en la cual el escritor chileno nos muestra una escena familiar sobre las personas que no soportan estar a solas y en silencio:

“El hombre actual rehúye la soledad como a un espejo deformado. Y si no vean qué hace la mayoría de la gente cuando llega a su casa y no encuentra a nadie en ella. Casi maquinalmente enciende el televisor, o el equipo musical, o el aparato de radio. O por último abre las ventanas para que entre el ruido y la algarabía de la calle. Cualquier cosa con tal de no enfrentarse a sí mismo”

.

Seguramente han conocido personas así (quizás ustedes mismos sean así). Son los que encienden la radio del auto nomás subirse, los que ponen música aunque no la estén escuchando, sólo por llenar ese silencio, los que incluso encienden la tv cuando están almorazando.
En una de sus novelas, el escritor norteamericano Chuck Palahniuk les llama ruidófilos y también silenciofóbicos. Personas que no toleran el silencio, que necesitan el ruido para sentirse mejor.
Ahora bien, también están los otros, los que condenan el escándalo, los que en una caminata se llegan hasta la loma más alta para escuchar la nada, los que no encienden la tv ni la radio, sino que se sientan a pensar, a leer un libro, a meditar, a disfrutar momentos lejos del ruido de la vida cotidiana. Son una minoría porque como dice Toni Morrison, escritora norteamericana ganadora del Premio Nobel de Literatura, "creo que mucha gente no aprecia el silencio". Te obliga a fijarte en ti, a oír las voces de tu cabeza, a conocerte un poco mejor, a mirarte, te ayuda a obervar, a pensar, a reflexionar.

Teniendo de un lado a los ruidófilos, temerosos de la quietud y del otro lado a los silenciosos, los que rehúyen del escándalo, ¿con quiénes se identifican más? ¿eres de los que pone música todo el tiempo? ¿o de los que persiguen la calma? Los leo en los comentarios.

Redactado por @cristiancaicedo


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