Gélido encuentro

in #spanish4 years ago


images.jpg

Se había hecho ya tarde cuando Christie después de una jornada agotadora por fin salió de la estación policial, apremiada por llegar a descansar se topó con una fría, espesa y oscura noche, lo cual la llevó inquietamente a friccionar repetidamente sus manos, causando que su placa se desprendiera y se estrellara con el pavimento.

Anderson Christie, 27 años de edad, es una joven detective con una mente despierta y curiosa, tiene 6 años de experiencia en el área, y ama su profesión. Actualmente está soltera y vive con su gato Benito en un departamento situado a varias cuadras de su trabajo.
Físicamente es una mujer hermosa, de contextura delgada con un cuerpo tonificado por los ejercicios, tiene la piel blanca, ojos claros, cejas y pestañas abundantes, además goza de unos labios carnosos y una nariz perfecta.
En cuanto a su vida social y amorosa es un total desastre, siempre rodeada de pretendientes que luchan por llamar su atención, pero ella representa el tipo de mujer difícil de impresionar. A Christie muy poco le interesaba divertirse, conocer chicos o tener citas, de hecho en ocasiones olvida que está viva y solo se centra en su trabajo.
Su interés por pertenecer a la brigada policial nace cuando ella apenas entraba a la adolescencia, ya que sus padres fueron brutalmente asesinados. En vista de que el caso no estaba resuelto, se aferró a la promesa de hacer justicia y se alistó siendo prácticamente una cría en la academia policial, agregando más estudios y entrenamientos especiales, los cuales, años más tarde sirvieron de herramientas para esclarecer y resolver el asesinato de sus progenitores.

Christie recogió su placa que la identificaba como funcionario y caminó despacio entre las luces que alumbraban a medias, desconcertada por los acontecimientos del día metió las manos en sus bolsillos y sacó un cigarrillo del estuche plateado que llevaba en su chaqueta, lo colocó en su boca y siguió revisando, pero no encontró lo que buscaba, en realidad no era para nada extraño que extraviara los cerillos.
Enojada, ansiosa por fumar atravesó la calle atropellando a la gente, a mitad de la avenida se sintió mareada, aturdida por las luces y las bocinas de los automóviles, entonces, comenzó a experimentar temblores, sensaciones extrañas en todo su cuerpo que hicieron más difícil para ella alcanzar el otro extremo y sentarse. Después de reponerse, saludó al señor Damián quien tenía un local de revistas, periódicos, entre otras cosas y le pidió que encendiera su cigarrillo. ¡Dios! Aquella fumada la hizo entrar en calor y devolverle la calma. Siguió fumando a gusto mientras observaba la sección de periódico, la noticia principal de los diferentes diarios coincidían en la misma nota: "Asesinatos misterioso en la ciudad, desangran puestos en la policía"
Frunció el ceño, y tiró lo que quedaba de su cigarro en señal de descontento por lo que había leído, luego lo pisó con fuerza y pensó en lo injusto que eran todos al generalizar, pues ella tenía vocación y se esforzaba para resolver cada uno de los casos que le asignaban en la comandancia. Así que prometió así misma investigar por su cuenta el origen de todas esas muertes y cambiar la opinión de la prensa.

Ella aun cavilando en el asunto, subió lentamente el cierre del abrigo hasta el cuello y se marchó, anhelaba llegar a su hogar para ver a su gato y prepararse un café de olla bien caliente, antes de entregarse a su cómoda cama. Entonces, apretó el paso reprochándose por haber perdido el metro, ya que todavía faltaban calles por recorrer.
Instantes más tarde se encontró cruzando el callejón que rodeaba el antiguo banco de la ciudad, algunas casas de esa zona poseían salidas traseras con pequeños escalones que daban justo a esa calle, sin embargo, no había movimiento o señales de otros individuos, estaba desierto y silencioso.
El instinto de la detective alertaba que algo no iba bien, notó que el ambiente se volvió pesado y permaneció atenta, además la falta de nitidez ocasionada por la neblina le impedía caminar sin dejar de sentir incertidumbre, vacilación y miedo. Nuevamente las sensaciones reaparecieron, pero esta vez acompañada de amenaza, recelo y desconfianza, el pánico parecía aumentar porque sus sienes palpitaban, respiraba con la boca abierta, y oía a la distancia voces chillonas, pasos que se acercaban, de igual forma la brisa provocaba silbidos escalofriantes y a su vez empujaba restos de desechos que también simulaban pisadas que la seguían.

Inesperadamente, un rayo blanquecino cayó cerca y ocasionó que todos los bombillos reventaran de manera simultánea como si se tratara de fuegos artificiales. Petrificada por el sobresalto dirigió la vista al cielo y contempló por unos segundos, como las nubes hacían de las suyas cubriendo la luna, sumiendo el lugar en la más absoluta y tenebrosa oscuridad. Luego, viró hacia el edificio y notó un bulto en la azotea parecía que alguna cosa la estaba mirando, no estaba segura de que había llamado su atención, pero despegó los pies y se apresuró a salir de aquel aprieto, verificando por supuesto que su arma estaba en la funda del cinturón.

El miedo no daba tregua. Un sudor frío recorrió la espalda de Christie y el gélido aliento de una presencia detrás la hizo desenfundar el arma y girar. No había nada, pero seguía apuntando en todas las direcciones, mientras las gotas de sudor se desprendían de su frente, estaba tan nerviosa que no lograba parar de temblar, sin embargo, trató de reincorporarse y creer que solo era un juego de su mente por lo agotada que estaba. Confundida, miró a su alrededor e indecisa pensó si debía retroceder o seguir, cuando de pronto, alguien habló tan cerca que llegó a sospechar de los susurros del viento.

―Se ve usted un poco asustada.― retumba una voz desde la sombra.

―¿Quién es? Termine de mostrarse ― dice con sobresalto la detective mientras sostiene la fría empuñadura del revólver.

La joven, intentaba localizar al dueño de esa voz tan misteriosa, de pronto, se encontró con dos ojos brillantes y una sonrisa que enseñaba filosos y diabólicos colmillos, el espectro parecía ocultarse y estar preparándose para atacarla. La detective grita y le exige que salga con las manos en alto, pero la única respuesta que obtiene es que la criatura de un salto y cambie de lugar. Christie del susto hace un disparo e intenta huir, pero sus piernas no respondieron.

―Le advierto que estoy dispuesta a disparar de nuevo, pero esta vez no fallaré, salga con las manos en alto ―exclama ella asegurándose que nada la tome por sorpresa.

―¡Dispara! ―dice la voz misteriosa con un tono de desprecio y agrega― No puedes herir lo que ya está muerto.

Christie se percató que la voz ahora provenía de otro costado y sintió pasos acercarse, apretó la mandíbula y al voltear se encontró con una figura que parecía salir lentamente de la oscuridad. El resplandor de los rayos iba revelando detalles, se trataba de un hombre alto y apuesto, de unos 35 años, con el rostro perturbado, y además perfectamente limpio. Ahora que se había descubierto exhibía un hermoso y espeso cabello blanco que parecía estar fijo. Tenía ojos muy negros, algo saltones, nariz perfilada, hombros anchos. Encima llevaba una chaqueta abierta que dejaba ver parte de su pecho y abdomen definido, un pantalón de cuero color negro, y estaba descalzo.
Aquel hombre la observaba de una forma perversa y curiosa. Christie mantenía la misma posición y la vista en su sospechoso y cuando quiso hablar él la interrumpió insinuando con la vista que alguien más estaba cerca.
Luego, el hombre misterioso se aproximaba a ella dando pasos lentos sin quitarle los ojos de encima, parecía que buscaba hipnotizarla para lograr dominar su mente, entonces la detective comenzó a sentirse débil e insegura así que sostuvo con ambas manos y más fuerza el arma y le dijo:

―No te atrevas a dar un paso más, no me obligues a dispararte ―expresa enojada la detective Anderson.

―Te dije, que no puedes causar daño a quien ya está muerto. ¡Estúpida! ―responde el hombre, haciendo un movimiento brusco y colocando su pecho justo frente al cañón de la oficial quien sorprendida por la acción del sospechoso acciona el arma en defensa propia.

Continuará...


Fuente

Sort:  

Caramba! por qué eeres así vale. Si eres como el fantasma ese ja,ja,ja. No te pierdas tanto.