Narración literaria de una película: "Escupiré en tu tumba". Parte IV

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La obscuridad ya no era del reverso de sus párpados; ahora, la obscuridad es de un oscuro y umbrío sótano donde despierta, aún, sensitivamente anquilosada por los efectos de la ketamina, en una dimensión vil de la atonía. Está apenas recuperando la visión, abriendo los ojos y todo es aún muy lejano y vago, desprovisto de sentido. Boca arriba y semidespierta, recuperando apenas las facultades, siente, siente muy lejanamente, pero dentro de ella, pulsaciones extrañas, pulsaciones que nada tienen que ver con su cuerpo, pero que están sucediendo dentro de ella. Pulsación tras pulsación, las cuales, a medida que recupera facultades nerviosas mutan en empujón tras empujón; luego, cuando por fin adquiere cierta sensibilidad muscular, gira la cabeza de un lado a otro en busca de sentido. Ya los párpados están arriba, igual que Nicolai sobre ella desde hace ya quién sabe cuánto tiempo. Katie está siendo ultrajada por Nicolai. La distensión por el consumo forzado y desmesurado de ketamina, había arrastrado el cuerpo de Katie a una lindeza extática; a una suspensión de sí misma: estaba completamente inerme en una forma rebasada de la obscuridad.

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Es preciso decir que, en momentos de ese éxtasis forzoso e inducido, por momentos recobraba la visión y el sentido, pero de forma muy lánguida y, fuera del éxtasis momentáneamente, todo seguía siendo negro, pero no una inmensidad nigérrima sino una pequeñez fuliginosa de cuatro paredes y el cuerpo de katie se zarandeaba, golpeándose cual badajo de una campana. Puede decirse, sin duda alguna, que estaba siendo trasladada. Ella yace en un colchón y esposada a un poste; está siendo severamente castigada por la intemperancia fálica de un misérrimo nefando. Embestida tras embestida tras embestida; como si cada embestida fuese una palabra traducible para las terminaciones nerviosas y las oraciones, párrafos gramaticales, completamente definibles en un campo incluso más semiótico que semántico. Embestidas que son palabras pertenecientes a un habla prehistórico, completamente homínido y la enjundia de una doctrina acendrada por bestias del tiempo. Embestidas que son un fenómeno de semiosis, portando una significación «bestial» del sentido; embestidas que son signo de un lenguaje sexualmente insurgente. En este caso, la semiótica de Nicolai es la de de un insurgente que se sublevó al sistema mojigato de Katie. Hasta ahora, ha logrado penetrar el sistema con facilidad, yendo de frente y sin estrategia, aprovechando la flaqueza de un frente fragmentado y languidecido por la pérdida de conciencia.

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Katie finalmente entiende qué está sucediendo; muy en contra de su voluntad. Y gime, gime para expresar rechazo y agita sus esposados brazos en un intento inútil por resistir. Pero es inútil. Un solo vocablo entre tantos la condenó a esto; «mojigata». Pactar una sesión gratis de modelaje y luego, en medio de las fotos, la petición de posar desnuda significó para ella una arbitrariedad de la piratería que juega con el material ajeno y más aún si aquello no significaría una puerta abierta para su carrera sino una fuente de ingresos extra para un estafador serial. Esto puede ser una perogrullada, pero, si hubiese posado desnuda, quizá, habría salvado su vida, quién sabe. ¿La integridad o la vida? Interrogante extemporánea para alguien que no sabe que la puerta a la cual se dirigió fue la del mismísimo diablo. Pero, si presintió inmediatamente que las fotos de ella desnuda serían para internet, significa que no le tenía estima o confianza suficiente al anuncio del cual tomó el número y aún menos luego de posar en un estudio poco profesional, bastante amateur y sin clase y constatar en carne propia que no era nada del otro mundo y cualquier recompensa sería mínima o irrisoria o ambas. Pero asistió y ahora está constatando en carne propia que fue algo de otro infierno, totalmente alejado de aquel infierno en el que no sería modelo por no poder costear una sesión de fotos idónea en agenciamiento y contactos.

Georgy entra a la obscura habitación y detiene la flagelación fálica de su hermano Nicolai. Lo toma por la espalda y lo aleja en un arrebato de furia; como bien le dijo a Katie al principio, él es el bueno y no tiene malas intenciones con ella y no quiere que nada le pase. Luego de alejar a Nicolai del inerme cuerpo esposado y profiere un claro desdeño contra el hermano:

—Déjala, maldito ¿Qué te pasa?

—Ella no sabe lo qué pasa, está drogada, estúpido—Le responde a Georgy.

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Katie está sollozando, dolida, ultrajada y aún embotada por el tiempo que duró drogada. Nicolai se acerca a ella y se agacha; sujeta su rostro con ambas manos, en un claro manifiesto de desprecio y agrega unas palabras burlándose del posible ensimismamiento vestigial por la droga:

—¿Sigues drogada, nena? Esto es sólo un sueño. Esto es una maldita pesadilla, nena.

Katie está profusamente pálida. Tiene la nariz notablemente enrojecida y labios resecos, cuarteados como un espejo a punto de ceder; y, de forma notoria, presenta una coloración violácea leve, pero no tanto, en los bordes supra e infraorbitarios. El aislamiento de los rayos solares que ha sufrido hasta ahora ha demudado el matiz canela que resaltaba su rostro entre la multitud. Y la privación del agua potable ha decolorado también su pigmentación. Katie profiere sus primeras palabras tras el rapto manifestando sed:

—Agua, por favor, denme agua ¡tengo mucha sed! Por favor. —¿Sí? La interrumpe Nicolai.

Más que una súplica, para Nicolai se trata de llamamiento a la fuga, a la distensión, al gozoso devenir; de forma inmediatamente y con expresión burlona desabrocha su pantalón y baja su cremallera para hacer orinarla encima. Tiene que hundir al «Estado mojigato»: la vuelve mingitorio para la distensión miccional. Katie grita, grita asqueada. Georgy se entromete y empuja a su hermano para que la deje en paz, eso sí, una paz barata. Los hermanos forcejean entre sí; una pequeña disputa entre niños, nada de otro mundo, pero sí de otro infierno. El otro hermano que hace de fotógrafo, Iván, los interrumpe mediando en la pequeña riña.

—La estaba orinando—Manifiesta Georgy.

—¿Y eso qué?

Dejando mostrar su jerarquía, los manda hacia arriba; es una orden contra los pequeños. Katie empieza a gritar desconsolada, luchando contra sus esposas.

—Deberías dormir—Le aconseja Iván—Lo necesitarás.

Tira una manta sobre ella y se marcha muy calmado.

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Continuará...


Todas las imágenes fueron tomadas de aquí: Youtube-película

Puedes leer las partes anteriores aquí:
Narración literaria de una película: "Escupiré en tu tumba". Parte III
Narración literaria de una película: "Escupiré en tu tumba". Parte II
Narración literaria de una película: "Escupiré en tu tumba". Parte I