El Loro de Cristal (Capítulo 1º)

in #spanish2 years ago (edited)

La sombra del abuelo sigue aún en la terraza. La de la niña que era su nieta ya no está. Hoy es una sombra imposible. Aquella niña se ha convertido en la adulta cicerone del museo de los recuerdos que abrazaron su infancia, cada vez que enseña a los amigos la casa familiar. Aunque no se trata de ningún caserón sureño de película americana, ningún viento ha podido llevarse con su impulso la sombra del abuelo. En la mecedora de la memoria impone su poder. Desde allí acecha vigilante la pérdida de algún recuerdo, como si aún estuviera sentado junto a la puerta de la terraza...

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Ensueños de Cristal...

Cristal no necesita ya un padre, pero sigue añorando a su abuelo. Las cuatro mujeres de la casa - “Bueno, somos cinco, con la gata”, dice siempre Cristal- no necesitan los golpes en el portal de los cascos del caballo de ningún Pepe el Romano de Lorca para sobrevivir a su delicado gineceo convivencial. Unidas en su desunión generacional, en una sobremesa obligada que dura ya años, la abuela, mamá, su hermana y ella comparten charla, silencios, valentías y miedos, a los postres. Se quieren, aunque con dificultad. Y las peleas, tan habituales entre algunas de ellas, nunca son sangrientas. Hasta la gata lo sabe, y no se sobresalta con los continuos sobresaltos. Pero “la verdad está ahí fuera”, como repite la voz en off de una de sus series de televisión favoritas, llena de misterio. De hecho, al pobre Twist, el pajarillo doblemente encerrado dentro de su jaula dentro de la casa, se lo comió algún depredador digno de Expediente X cuando mamá sacó la jaula un día al sol de la terraza, fuera de la península placentaria del hogar, detrás de alguna ventana, y sólo quedaron las patitas, ridículas y mudas, sin cuerpo que sostener...

Aquella tarde en la que murió Twist, Cristal intuyó alguna especie de paralelismo entre la falsa seguridad que parecía sentir el pajarillo en su jaula, y la inquietud que ella misma iba padeciendo desde que se acercó el final de sus estudios y empezó a sentir la estrechez que iban adquiriendo algunos de los rincones familiares, cuyos sillones, muebles, consejos y sonrisas amenazaban con asfixiarla. Cristal no necesitaba recurrir a ningún tratado de psicología aplicada, ni a ningún amigo iluminado mayor que ella que se empeñaba en desentrañarle las profundidades del abismo de la vida, para saber que su turno había llegado. Su buen expediente académico avalaba su capacidad intelectual. Conocía ya algunos de los secretos de la carne, y aunque no se había empleado a fondo en desentrañarlos todos, parecía inevitable que eso llegara a ocurrir pronto y sin demasiados traumas. La aproximación teórica que le permitía su formación y los desinhibidos comentarios con amigas y compañeros le facilitaban el necesario egoísmo en la búsqueda del placer que el sexo comporta, exceptuando alguna pequeña traba moral que el propio deseo, el momento y la pareja adecuada se encargarían de dinamitar con el tiempo. Con todo, empezaba a tener la certeza de ser algún día devorada como el pobre Twist... (CONTINUARÁ)

(C) Domi del Postigo / www.domidelpostigo.es