París y "la pelona"

in #spanish3 years ago (edited)

Y todo suena a repetido, aunque todo lo escuchamos más cansados.
De nuevo los cierres perimetrales, los toques de queda para evitar la relajación de las medidas anti covid en Semana Santa y de nuevo, para mantener al menos una precaria economía de servicios alrededor del turismo, volver a tener que asumir la cifra de muertos como si fueran inevitables y no fueran nuestros sino sólo de ellos mismos y de sus familias.
También de nuevo ruido de componendas y de quien hace la ley hace la trampa en la política. Más de los unos que se pasan a los otros o que se van sin irse, agarrados a su acta de diputado y a su escaño como si fuera el asiento de un bólido prestado que les permite viajar sin moverse del sitio hacia destinos más inspiradores y lucrativos que el que tenían cuando no estaban en política.
Ruido de micrófonos abiertos y de sables escondidos ajenos al sufrimiento de quienes han perdido ya probablemente alguna de las 100.000 personas en un año que han fallecido en España por COVID y sus consecuencias -según el MOMO (Sistema de Mionitorización de la Mortalidad)-, sumadas a quienes, como antes del coronavirus, seguían abandonando este mundo para siempre por otras causas o por el mero hecho de estar vivos, la única condición necesaria para dejar de estarlo.

image.png
Vivir con la muerte

Hoy vamos a perderle el miedo a hablar de la muerte, "la pelona" como le decía mi madre con sonrisa de medio lado. Porque nos ronda más que nunca en la conciencia cotidiana, protagoniza las cifras de los telediarios, nos concierne a todos porque ya no sólo le llega a los demás, aunque siempre fue así y, además, los demás somos cada uno de nosotros para los demás, pero quizá no nos paramos a pensarlo...
La pandemia la ha metido en nuestras casas cada día a la hora de comer. Esta semana moría esa profesora vacunada de Marbella por una trombosis, por ejemplo, y le poníamos nombre al menos, Pilar, y sabíamos que deja dos hijos, o esa chica atlética y preciosa, campeona de surf, a la que, literalmente, fulminaba un rayo sobre el océano, Katy Díaz, pero siguen muriendo otras personas de muchas cosas. como siguen muriendo las personas que se suman a ellas por el inolvidable y omnipresente coronavirus. Incluso el Congreso aprobaba la Ley de la eutanasia esta semana en España y de nuevo la muerte y sus asuntos acaparaba los focos, los rifirrafes parlamentarios y otra vez los telediarios...

image.png
Katy Díaz

La carrera por estar vacunados contra el bicho va más lenta de lo que debería y por eso, en parte, en Andalucía ya estamos lidiando con algunas de sus últimas variantes, incluida la ugandesa que, como la británica o la brasileña nos advierten que son más contagiosas. En París, que siempre nos quedará a quienes soñamos con sus tejados y sus escalinatas, su bateau mouch por el Sena y su pont neuf, sus museos y sus baguettes, sus gárgolas de Notre Dame y su torre Eiffel, han vuelto a confinarse. La pesadilla que no cesa, por si creíamos que echarnos a dormir lo solucionaría todo. Pero no, despiertos seguimos y esto es lo que hay. Hasta que no consigamos la llamada inmunidad de rebaño, como corderos silenciados por el coronavirus Hannibal, nos toca vivir con esto, de esta manera… Toca resistir aferrados a la esperanza. Y a París

image.png
París

(c) Domi del Postigo / www. domidelpostigo.es