Del impulso de muerte a la sobrevivencia

in #spanish4 years ago (edited)

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Compartimos con los protozoarios, con las bacterias, con los hongos, con las plantas, con los animales, vertebrados e invertebrados, una forma de mandato original: reproducirnos y permanecer, esto es, sobrevivir.

En los humanos esta ley natural está encargada a las ochenta y seis mil millones de neuronas que conforman el sistema nervioso central, encargado de recoger, organizar y priorizar la información del ambiente que servirá a nuestra experiencia como individuos y como especie, para atender cualquier circunstancia que alerte nuestro instinto de conservación.

De esta premisa, largamente analizada por los científicos -biólogos, médicos, psicólogos, antropólogos- entendemos que, al lado de la conciencia que tenemos de nuestra individualidad, trabaja una forma de comprensión que nos hace ver que formamos parte de un todo que necesita operar con una conciencia global.

En términos individuales obedecemos al instinto de autoconservación, en términos sociales apuntamos al instinto de conservación de la especie. Esa conciencia colectiva ha animado, a lo largo de toda la historia, nuestros logros como humanidad.

En momentos de grandes convulsiones el instinto de conservación de la especie se hace claramente visible, puede reconocer grandes peligros. Todo lo consuetudinario debe paralizarse para hacer lugar a la aparición de acuerdos de comportamientos masivos que garanticen la sobrevivencia. Esa sobrevivencia va a generar un costo cultural con implicaciones que van desde lo más íntimo, en lo personal, hasta la revisión de las costumbres mas generales.

Antes de desarrollar esta idea que nos lleva directamente a los acontecimientos actuales alrededor de la pandemia del COVID-19, expondré, muy rápidamente, en que consiste la idea de instinto.

La palabra instinto llega al lenguaje común desde la Biología. Denota un rasgo que nos mantiene unidos, o justificando patentes comportamientos, con el reino animal. Para la investigación psicoanalítica esta evidencia se convirtió en concepto fundamental para iniciar el acceso sistemático a la mente humana.

Sigmund Freud trabajó, en sus primeras aproximaciones, con la idea de dos formas instintivas, a las que denominó como instintos de conservación e instintos sexuales.

Luego centró su atención en la consideración de la dualidad Ser individual-Ser social y propuso los conceptos instintos del yo e instintos sexuales.

Más adelante, según plantea en su análisis Mas allá del principio del placer, diferencia dos formas de instintos: Eros, el que lleva hacia la reproducción de la vida, sostenido por las fuerzas libidinales y Thanatos impulso que lleva al regreso de lo inanimado. Parafraseando a Freud, sería lo que aparece como la "búsqueda del ser de retornar al reposo absoluto de la no-existencia”, a la ausencia de vida, la pulsión de la muerte.

Algunas lecturas suponen la existencia de estas dos formas instintivas (Freud las clasifica como impulsos, trieb en alemán) trabajando separadamente, en términos de oposición como en el esquema Vida contra Muerte o Muerte contra Vida.

Otras lecturas interpretan que el pensamiento de Freud lo que plantea es la existencia simultánea de estos dos tipos de pulsiones en todas las personas; en esa lucha de fuerzas se origina el balance que cada persona logra, diferencialmente, en su vida.


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En algunas personas predomina el impulso de muerte. Su manifestación exaltada, en condiciones de control de poderes, trae consecuencias a la especie humana. La evidencia de esto la vemos claramente reflejada en la permanencia de las guerras y sus variantes en la historia humana. Algunas de esas manifestaciones son muy evidentes, como la suscitada por las ideas nazistas que originaron tanta muerte y destrucción.

Otras manifestaciones de la prevalencia del instinto de muerte asumen formas más sutiles, aunque alarmantes en su progresividad. Revisemos las causas de la contaminación ambiental y la indiferencia ante ese deterioro, el incremento de la pobreza, el desplazamiento por causas políticas o la ausencia de solidaridad efectiva ante el dolor ajeno, expresada trágicamente en la segregación.

Sin olvidar que aún existen sociedades que no tienen la posibilidad de información sobre lo que ocurre en el mundo; hoy una gran cantidad de los habitantes del planeta saben, siguen y sienten los efectos de conductas que ponen en peligro la vida, de forma particular y colectivamente en el planeta.
Nunca fue tan visible, como en estos tiempos de interconexión global, el efecto del impulso de muerte.

Hoy nos enfrentamos a un peligro evidente, cercano, aunque aún incomprendido, abrumador, como todas las grandes tragedias. Un peligro que nos hace variar los comportamientos más arraigados, tan intrínsecos a la condición del hombre que son concebidos como derechos humanos.

Un peligro ante el que no se puede activar el instinto de huir, sino que, por lo contrario, paraliza.

Una amenaza ante la cual las fuerzas libidinales palidecen, que nos infantiliza, que neutraliza el instinto de lucha por la propia vida y que nos obliga a entregarnos al Estado, sea este protector y legal o abiertamente destructor y descalificado.

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Hoy la condición gregaria del hombre, un instinto que comprende la necesidad de compañía, el derecho al tránsito y de participar libremente en el orden cultural y otros derechos fundamentales, como el derecho a ser atendidos en la enfermedad por personas de confianza o el de la familia de enterrar a sus muertos, desaparece para dar entrada al aislamiento.

Inmersos en los novedosos rituales de limpieza para impedir la entrada de la enfermedad y en captar las emergentes normativas sociales, si no queremos ser sancionados, olvidamos todo lo que estamos sacrificando por la sobrevivencia.

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Obviamente no se trata, en el presente, de satisfacer las necesidades o gustos particulares, sino de una toma de conciencia como especie, para sobrevivir esta pandemia con las menores pérdidas humanas posibles.

Al lado de esa realidad hay muchos elementos que considerar. Entre ellas las causas de la pandemia y las motivaciones, hasta ahora no claramente expuestas, escondidas detrás del manejo diferencial de la información.

Desde el punto de vista psicológico cabría allí una honda reflexión sobre la pulsión de muerte ante lo cual habrá que impulsar, en el momento adecuado, los comportamientos que incitan al disfrute de la vida.

De esta pandemia deberemos salir fortalecidos, no solo porque sobrevivamos, sino porque,en lo individual, habremos sabido resguardar los valores que nos marcan como humanos: la libertad, la compasión, la consideración del otro como hermano, la decisión de lograr que, en el equilibrio entre los impulsos innatos, predomine cada vez más el Eros sobre el Thanatos.

@gracielaacevedo

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Excelente @gracielaacevedo, con tu trabajo nos brindas la oportunidad de entender un poco mejor las reacciones ante este evento desconocido para el planeta. Al menos en lo que respecta a esta época de tantos adelantos y que ahora vemos que ante algo así todo resulta infructuoso. Aprenderemos mucho 👍🏻

Gracias por leer mi texto, querida @evagavilan. Realmente estamos pasando por un momento que necesita de un aprendizaje y de una decisión como especie. No podemos perder lo que ha costado tanto en aprendizaje social y enm el ejercicio de la humanidad. Un gran abrazo para ti.

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El nuevo orden mundial, se ve como una novela de ciencia ficción aunque muy real de lo que estas hablando, saludos.

Gracias por pasar por mi blog, @soydiegorojas. Cierto, vivimos una realidad hasta hace poco impensable.