El hoy es historia del mañana

in #spanish4 years ago

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Ya son 7 o 8 días los que han pasado desde que Venezuela entró en cuarentena voluntaria y oficial. Tiempo que ha servido para el reencuentro con el Yo interno, con nuestra familia. Muchos no pueden estar en casa pues pertenecen a ese grupo que labora en el área de salud o seguridad nacional. El planeta respira un poco, disfrutando de calles solitarias. La angustia mientras tanto toma lugar en diferentes hogares, pero ¿y los que no tienen hogar? ¿qué sucede con ellos? Pocos piensan en ellos.

Los rostros de los que salen van semi-cubiertos por tapabocas, sin importar el color o el modelo de estos. Oportunidad perfecta para la delincuencia. Si antes no reconocías al ladrón porque llevaba una gorra tapando hasta sus ojos qué se puede decir ahora.

Muchos mueren de hambre. Otros, de alguna enfermedad nada cercana al COVID-19. Otros pocos o muchos, quién sabe, a causa de una bala, un puñalada… ¿Qué es lo triste? En Venezuela al igual que en muchos países cumplir con el velorio es el rito post-muerte para ayudar al que ya no está vivo a conciliar una paz espiritual en otra dimensión; también es el rito de despedida, dar ese último adiós. Actualmente, durante esta pandemia si mueres vas de la morgue al hueco del cementerio. Las despedidas son de lejos. Una lejanía virtual y física. Una cercanía de pensamientos y plegarias. No habrá rezos ni misas. Tampoco estarán tus amigos, los que crecieron contigo en el barrio o los que compartieron durante varios semestres universitarios o los panas del trabajo… No habrán flores que adornen el ataúd ni la lápida donde diga:

“Aquí yace Sutano Perensejo.
Recuerdo de familiares y amigos”.

Mencione la lápida, ¿habrá una en tu tumba? Es cruel no poder despedirte de un ser querido porque antes de la cuarentena ya estabas en otra nación luchando por seguir adelante. Es cruel que siendo tu madre, padre, hermano, pareja, no pueda llorar sobre la caja de madera donde te encuentras.

Hay dolor. Hay hambre. Hay decadencias. Hay muertes. Hay una patria gritando “¡SÁLVENME!” al mismo tiempo que muchos de sus hijos la despluman como gallina pa’ sancocho dominguero.

La esperanza está allí en el fondo del pozo, anhelando prontos cambios provenientes de ti, de mí, de todos.

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