El armenio se habla en el norte de España. (Con comentarios de lectores) Primera Parte

in #spanish3 years ago

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El armenio se habla en el norte de España.
En el país vasco español y francés y parte de Navarra se habla armenio mezclado con lenguas romances y un sustrato importante de lenguas primitivas prerromanas

(Conferencia pronunciada ante los colegas lingüistas e historiadores en el ágape de la jubilación)

Jesús García Castrillo

Antes de empezar, quiero rendir reconocimiento y agradecimiento a los lingüistas vascólogos y no vascólogos, incluso —por qué no— a los que han falsificado documentos porque, con su trabajo tesonero, esparcieron las semillas de las que yo he podido cosechar las siguientes consideraciones:

Siempre se nos ha dicho que no existen blasfemias en idioma euskara. Ni siquiera se nombra a la divinidad en exclamaciones, exactamente igual que en idioma armenio. Para blasfemar, los vascos utilizan el idioma castellano donde abundan expresiones disfemísticas y procaces. Aparentemente, esta coincidencia no tendría importancia si no viniera acompañada de otras de mayor calado.

Ahora que entro en la “senectus”, inaugurando hoy la “jubilatio”, ya me puedo permitir toda clase de licencias estéticas, por eso, amigos y compañeros, voy a utilizar la blasfemia como recurso literario para enmarcar esta charla. Que nadie se alarme ya que será la blasfemia proferida con la mayor ingenuidad del mundo y sin ánimo de ofender a nadie.

Es la primera blasfemia pronunciada en castellano sin “cagarse” en nada ni en nadie. Simplemente os digo que el euskera no tiene más de ochocientos o novecientos años.

Recopilaba yo fotografías de códices antiguos con los que redactar mi novela “El enigma de Baphomet”, y encontré un escrito del siglo XIII, al que, en un principio, no le di importancia, pues nada añadía a lo que yo buscaba acerca de los templarios.

Después de varios años, he vuelto sobre la fotografía de aquel escrito. Tendría que retroceder sobre mis pasos rebuscando entre las migajas del camino recorrido por archivos catedralicios, para dar de nuevo con el documento original. Quizá en Burgos, quizá en Lerma o en alguna sacristía de un monasterio del antiguo Reino de Navarra, lo cierto es que se me quedó olvidado entre la ingente cantidad de legajos sin clasificar ni estudiar en los distintos baúles y estanterías de las que tanto polvo sacudí en mis investigaciones.

He transcrito la hermosa letra redonda germánica en un castellano del siglo XIII impecable. Y lo he traducido a castellano actual. Dice así el pergamino:
“Nos acompañaba el presbítero Benigno, emisario del obispo Mauricio, quien había vuelto hacía pocos lustros de la tierra de Nuestro Señor Jesucristo, no para realizar trabajos serviles, ya que no se manchó el hábito ni un solo día, sino para traducir, para entender a los canteros, levantadores de piedras, arrastradotes de piedras, pedreros; y trasladarnos sus pensamientos. Estos pedreros y canteros estaban preparados para comenzar las obras de nuestra santa iglesia. Habían llegado días antes desde Sicilia, pero venían de más lejos huyendo de sus enemigos como tantos otros que ya construían, como artesanos sutiles de la piedra, muchas otras catedrales en todos los reinos. Habían llegado por cientos a las costas de Francia, a los puertos franceses de Marselia y de La Ópida, y muchos de ellos con sus mujeres y con sus hijos. Muchos de ellos fueron bienvenidos a la corte de Fernán González. Eran afables y muy cristianos, muy devotos de la Virgen María, de San Bartolomé y San Tadeo, apóstoles de Jesucristo. Su hablar era endemoniado, parecía que ladraban en silencio cuando hablaban entre ellos. Pero sus piernas y brazos eran fuertes como las mismas rocas, de tantas piedras como habían subido a sus hombros potentes para colocarlas en los muros y fabricar los monasterios e iglesias, moradas del Señor de los ejércitos”.

Me lancé sobre este escrito con pasión y lo analicé con lupa, pues de otra manera dice que en los siglos X, XI, XII y XIII de nuestra era, —antes de ayer, hablando en términos de la historia de una lengua—vinieron a Francia desde el lago Sevan, cerca del mar Caspio, oleadas de armenios a construir las más de dos mil edificaciones religiosas, catedrales y monasterios, por la pujanza y riqueza que había adquirido en Europa el poder eclesiástico.
Traté de documentarme sobre la historia de Armenia y sus apóstoles evangelizadores Tadeo y Bartolomé, quienes, años antes que San Pedro emprendiera su largo viaje a Roma ya ellos dos habían evangelizado las mesetas de Karahundg en Armenia. No es de extrañar que “El Libro de los Hechos de los Apóstoles” atribuya a un milagro del cielo, aprender, desde el arameo materno, aquellas lenguas caucásicas tan intrincadas y difíciles, a puro machetazo, sin libros de gramática ni pedagogía en el aprendizaje de idiomas.

Tenía ante mis ojos el documento del que se induce una blasfemia lingüística: rectificar a Koldo Mitxelena y a toda la pléyade de vascólogos, quienes sostenían que el idioma vasco procede de un pan-vasquismo lingüístico universal y primitivo, y que se había quedado aislado desde tiempos inmemoriales en el rincón de las actuales tierras vascongadas, diversificado en tantas modalidades dialectales como verdes valles de Euskadi.

Armenia Pixabay

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