El Baco (mi primera novela) 45

in #spanish3 years ago (edited)

Captura de pantalla 2021-03-31 a las 14.07.20.png

Dice el maldito reloj del Instituto que el tiempo existe.
No hay presente,
ni pasado,
ni futuro.
Su tictac es sempiterno.
Si me despojo
del arco del entendimiento,
no quedan hojas en tu rama.
Si te adueñas de mis sueños
sólo adivino tu imagen
por encarnaduras terrenales.
Palabra tras palabra va volando
y deshojando pensamientos
inquietos,
centelleantes,
de inmadura inflexión inmanente,
sedentes en la cátedra de mitos
ganada tras arduos trabajos
y calamidades,
entre recovecos fugaces
de novedades
del hombre pajarillo vano
que confunde la izquierda con la zurda
para vanagloriarse
de amores y creencias;
porque, en definitiva,
cada uno se deja llevar por donde quiere,
hasta que los elefantes
le pisen los ojos y diga:
¡prosaico padrastro mudo!
¡quita el pie de encima!
Pero los gigantes seguirán pisando
hasta que destripen la barriga y escalden el alma
de un niño asustado.
y en la sangre coagulada y fría,
se grabe una leyenda que diga:
¡Más prosaico tú, padrastro mudo!
¡padrastro de cincuenta mil plumas!

Al terminar el poema, lo releyó y le pareció malo, rasgó la cuartilla, y se levantó a la papelera al tiempo que le dijo a Estrella: «No puedo entender cómo soportas a tu marido. ¡Lo pones a escurrir y te quedas tan fresca! Que se solidarice contigo, que te hace más falta que a los pescadores. Por desgracia, abundan esas aves de rapiña que explotan a la mujer considerándola como una sirvienta elegante en todos los sentidos». Algún que otro escupitajo disparado entre las palabras de entonación más vehemente sorprendió a todos los contertulios, que cristalizaron las sonrisas y enmudecieron paralíticos con las miradas fijas en el centro de la mesa. Como nadie arrancaba siguió despachándose: «Para catalogar a la gente no es preciso fijarse en lo que predica, sino en la observación de su vida cotidiana. Además, la predicación se parece mucho al cacareo. Lo más sorprendente es, sin duda, tu resignación de esposa mojigata —amainó los modos señalando a Estrella para seguir cabeceando suavemente—. ¡Y que estés afiliada a un movimiento feminista y al sindicato de tu marido..! ¡Dais lástima! Ayer le oí decir al profesor Ochoa: “España es un país muy retrasado y es una pena”. En un principio me pareció demasiado duro en su aseveración, pero creo que no se confunde ni un ápice.
Damián se hizo el cómplice con un leve gesto del entrecejo para seguir ganando su confianza.
Emilio cogió su cartera y dejó caer la puerta hasta que se cerrara. Cuando en otras ocasiones hablaba, todo ese grupo grandilocuente lo tomaba a chanza, pero esta vez nadie tuvo contestación exteriorizable y Damián salió tras él, pues no se había atrevido a tomar la iniciativa de ir al seminario a descifrar los latines que tenían pendientes.
Momentos después, sin recuperar relajación su aspecto, entraba el Vasco en la sala con un sobre entre los dedos, leyendo un mensaje que en la conserjería le había dejado Eva, quien desde aquella noche en la que no pudo disimular el llanto, no había vuelto al Instituto porque se cansaba sobremanera, incluso subiendo los escalones de la entrada: le diagnosticaron anemia ferropénica ocasionada por la falta de alimentos y porque las últimas mestruaciones habían sido cuantiosas. El mensaje era un poema:

He llamado al picaporte de tu alma
y en vez de colmarme de besos
me escupiste palabras
huecas a la cara.
Esperando, he gastado mis inviernos
y cuando abrías la portezuela de plata,
cien caballos corrían por mi monte
con penachos de esmeralda.
Aterida y sin sol en el aliento
levanto las alas
para entrar de lleno en los espacios
que deja tu calma.
¡Qué tristeza añil en las entrañas!
¡Qué borrasca pétrea se empecina
en cernirse sobre el alba dorada!
¡Qué orgasmo en gritos cósmicos apaga
un tenaz goteo de agua!
Has tatuado mi mente embelesada
con cipreses, crisantemos, siemprevivas, arco iris…
No debiste abrir tu puerta para luego cerrarla
porque el invierno es largo
y el desierto obscuro
y el camino lento.
y la noche pálida…
El desgarro en el cerebro no sangra
ya que es el dolor mismo el que se desengaña.
¡Puertecita de plata!
¡Puertecita de coral, de azabache, de nada!
Permíteme que te cante
esta canción desesperada!