El Enigma de Baphomet (315)

in #spanish3 years ago

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—No tengo inconveniente —siguió Clara colocándose en la cabecera de la mesa—, pero quizá el más indicado sea el autor del libro. Yo también tenía preparado un discurso largo explicando algo que sólo sabemos el profesor, Nora, Leo y yo: un departamento de Historia Medieval de una universidad española estuvo interesado en que le cediéramos la documentación que guardamos, para transcribirla y comentarla en una tesis doctoral acerca de los quince primeros años del siglo XIV en Europa. Nora ya me había convencido, pero Leo se resistía y se desesperaba diciéndonos que él no cedería.

El método científico aplicable sacaría a la luz, con más rigor, los datos tan complejos tras de los que andábamos investigando desde hace años.

El profesor nos hizo salir de nuestra zozobra —ya que Leo y yo entramos en un mar de dudas y discusiones— aconsejándonos no soltar absolutamente nada, ni aunque nos nombraran doctores honoris causa. Conque probamos fortuna escribiendo los primeros folios no en forma de tesis sino en forma de novela, para comprobar la fluidez del relato, porque las tesis de letras, en España, no las lee nadie, ni los amigos del doctorando; es más, en ocasiones, ni siquiera todos los miembros del tribunal que las juzga. Sin embargo, la novela, tiene más probabilidades de ser leída, por lo menos por los allegados y amigos más cercanos. Esperemos que, por lo menos, la mitad de los que no han venido lean el libro. A veces, sobre todo en nuestros comienzos, nos perdíamos en las fechas exactas del mes y día de los pergaminos, pero, cotejando los datos históricos a los que se hace referencia en ellos, analizando los textos con el máximo rigor, hemos de situar la narración entre los años 1307 y 1315. Lo primero que aprendimos fue a echar la cuenta, mentalmente, del año en el que fue escrito cada pergamino, restándole 38 años a la era. La corrección y adaptación final de la puntuación y ortografía actuales ha sido ultimada por el profesor con infinita paciencia.

Interrumpimos la intervención de Clara con un aplauso cerrado y siguió diciendo:

—Un momento... un momento, que no he terminado. Comenzaremos recordando una cita para que la tengan presente, mientras leen el libro, tanto creyentes en el Evangelio de donde la extraemos, como no creyentes, como os decía.

Cuando esté editado y publicado, colgaremos en facebook las fotos de los pergaminos, de las miniaturas tan preciosas, algunos videos en you-tube, y más cosas que tenemos guardadas, como fotografías del molino, que, aunque haya sido reconstruido, está en el mismo lugar todavía. Lástima que no tengamos retratos de Gelvira, ni de Martín, ni de Rechivaldo... Pero ya estamos al habla con un gran dibujante para que recree con dibujos los pasajes más emblemáticos según las descripciones de sus personas.

Y ahora, os diré a todos que José Antonio Arias Marculeta nos ha traído de Argentina una sorpresa: sólo la hemos sabido desde hace veinticuatro horas el profesor y yo, que hemos querido reservarla para presentárosla esta noche. Se trata de ocho pergaminos que guardaba, heredados de su tío el cura, cuando en los años cincuenta había sido el párroco de un pueblecito de la montaña, cercano a San Pedro de Montes. Naturalmente, los añadiremos a la primera redacción. Intentaremos introducirlos en el sitio que le corresponde al hilo de la narración de esta historia. Ahora mismo nos los va a leer el profesor, que ha traducido los textos de la lengua de la Oca, la lengua de Occitania en la que escribió Ferrán Gotier un pergamino de su puño y letra en la Atalaya, antes de huir por la senda de los templarios vivos hasta los barcos del Atlántico. Y unas cartas en esa mezcla de leonés, latín y castellano del siglo XIV, que tantos quebraderos de cabeza nos ha dado. Pero antes, José Antonio nos hablará sobre ellos: