Con el Diablo hemos topado

in #spanish4 years ago

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Si en algo coincidían Charles Baudelaire y Wolfgang Goethe, era en esa visión, grandilocuente y romántica de un personaje verdaderamente peculiar, cuyo mayor triunfo es el de hacernos creer –jugada maestra, donde las haya- que no existe: su seguro servidor, el Diablo.
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Si con Goethe el Diablo no deja de ser, en el fondo, ese amigo gruñón pero necesario y empeñado siempre en llevar la contraria, con Baudelaire se convierte en ese melancólico taciturno con exceso de horas solitarias.
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Y no es menos cierto, que entre los cautos alquimistas medievales, circulaba el rumor de que los caminos del exceso, al fin y al cabo, también conducen al Palacio de la Sabiduría.
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Cuenta una leyenda, tan vieja como las piedras a las que hace referencia, que el Diablo, fiscal absoluto de las causas perdidas y fino conocedor de esa irremediable enfermedad coronaria, congénita en todos los seres humanos y conocida como avaricia desmesurada, decidió un día esconder un fabuloso tesoro en una de ellas, depositando en la otra un yacimiento de petróleo, capaz de anegar y arruinar, no sólo el bosque donde éstas se encuentran, sino también los fértiles campos en kilómetros a la redonda.
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La cuestión es –porque el juego siempre ha estado presente desde que el primer hombre descubrió ese huesecillo conocido como taba- que si te equivocas de piedra y echas a rodar la que no es, no sólo te quedas sin tesoro sino que además dejas en la más absoluta de las miserias a cientos, quizás a miles de familias que dependen exclusivamente de la agricultura y de la ganadería.
Habrá algunos que piensen que el Diablo cometió un grandísimo error, porque en cualquier caso, ambas piedras ocultan, en realidad, un formidable tesoro, que si bien en los tiempos en los que surgió la leyenda podía producir temor una elección equivocada, hoy en día cualquiera de las dos alternativas sería el lanzamiento a la riqueza incalculable.
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Pero olvidan un detalle importante: que el Diablo no es sabio precisamente por ser Diablo, sino por viejo.
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Y además, seamos sinceros: en este mundo en el que vivimos…¿quién cree en leyendas?.
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AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, son de mi exclusiva propiedad intelectual.
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