Ahora no lo parece, pero hubo un tiempo, en el que alrededor de esta maravillosa iglesia románica se extendió una de las comunidades más importantes y florecientes de ésta particular zona, cercana a las segovianas Hoces del Duratón.
Alrededor de su ábside o cabecera, tal y como era costumbre en la época, se levantaba una antigua necrópolis de origen visigodo, cuyos sarcófagos de piedra han sido recientemente recuperados y mostrados a un público, que cada día parece más entusiasmado por aquél que durante siglos fue considerado como el arte de la Cristiandad: el románico.
En la actualidad, si bien dando las últimas bocanadas, como un verano que comienza a abrirle las puertas a un otoño dispuesto a pintar de gloria dorada las hojas de los cercanos álamos, un campo de girasoles impide su visión, sobre todo si uno se acerca al lugar desde el este, recorriendo los escasos metros que separan la vieja iglesia del novísimo aparcamiento.
Pero aun así, a punto de tener ellos también la misma noche estrellada que se llevó el espíritu de Van Gogh, el contraste de la iglesia y los girasoles, acompañado por un cielo nítidamente azul, por el que deslizan camino del ocaso algunas nubes peregrinas, ofrece realmente un espectáculo de belleza singular.
Un espectáculo, digno, por otra parte, como para poder continuar intentando aportar algo hermoso en mis cuentos del camino.
AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, son de mi exclusiva propiedad intelectual y por lo tanto, están sujetos a mis Derechos de Autor.
que bonito para un lunes
Muchas gracias, ya sabes, a veces conviene liberar toxinas y nada mejor que hacerlo con la belleza de unas imágenes que representan parte de los cuentos del camino. Un abrazo