Siempre se ha dicho, en las esteparias soledades de la Vieja Castilla, que con pan y vino bien que se anda el camino.
Y en efecto: Castilla es una tierra de pan y de vino y por defecto, de caminos, senderos y veredas –como cantaba Compay Segundo- en cuyos recodos, mil y un secreto aguardan a todo aquel que se tome la molestia de perseverar en su búsqueda.
Dicen que el primer vinatero de la Historia, fue el patriarca Noé, quien además –y eso es un hecho constatable en la Biblia, por si alguien se siente ofendido- se convirtió también en el primer beodo conocido, pues cometió el desatino de beber sin prejuicio el dulce, pero poderoso néctar de la primera cosecha sin reparar en sus efectos.
Desde aquella diluviana historia hasta la actualidad, el vino ha sido siempre un excelente embajador, a cuya sombra se han cerrado los más variados pactos y se ha participado de las más alegres fiestas.
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