23102020

in #spanish3 years ago

Al fin viernes, va quedando atrás una semana dura, de manejo de emociones, de tensión, de contabilizar facturas, de tener a todo el mundo contento e intentar no dejar a nadie atrás, pero sin olvidar que esto no es una obra de caridad, que hay que cobrarlo, que es lo que da sentido a lo suyo y sobre todo a lo mío. Así surge el amor, el amor de mi hacia ellos, porque es un sentimiento recíproco, yo les cubro y les doy el cobijo con mi conocimiento del amparo legal y ellos me permiten mi bendita independencia, lejos de amos y relaciones de vasallaje.

Tengo que echar el vaquero a lavar, el que me compré justo antes del confinamiento, el que se me ha quedado que parezco un poco un espantapájaros con él puesto. No es porque lo vaya a reciclar ya(suelo lavar lo que echo en el contenedor de madre coraje), me da pena por nuevo, si no porque tiene dos impresionantes manchas de sangre, dos roales enormes, que cuando la vi, me quedé igual de estupefacto que una prepúber ante su primera menstruación.

Las manchas, en cuestión, provienen de donde no querría en ningún caso que vinieran, de mi pene. Exacto, el andar, con un pantalón tan ancho(no suelo llevar ropa interior hace años, cuestión de que no me gusta llevar mi escroto recocido) da para que la pilila, se mueve libremente, y en ese pendulear, del colgajo, me molestaba al andar, y bueno rectifiqué un par de veces su postura, ante incluso la mirada reprobatoria, de algún viandante, pero, eso, la mano salía limpia, sin rastro de esa sangre oscura del pantalón.

El sonrosado de la punta del glande y una pequeña molestia al miccionar, no dejaba lugar a dudas, era el origen de la sangre. Todo quedó olvidado en dos días, bendita capacidad regenerativa de la parte más inhiesta de nuestro cuerpo.

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