Estoy a un día de las vacaciones, no me voy a ningún lado, para mi, las vacaciones, no van a ser ir a ningún lado, ni siquiera dejar de trabajar, si no simplemente, el tener para mi un número mayor de horas en soledad, ese es el auténtico tesoro.
La gente, es soportable, solo a ratitos, lo que cambia de mi a ti, es el tiempo que lo soportas. Soy difícil porque si me hablas de temas banales o trillados, no voy a esforzarme mucho por hacerte ver otro punto de vista, no hablo ya de cambiar de opinión
Si a eso le sumamos una dicción defectuosa, coletillas a tocomocho, olor fétido bucal, mal aspecto o que huelas a sudor, intentaré abreviar al máximo la conversación. Con las personas jóvenes, no aguanto que cuando lleven un ratito hablando le salga ese tonillo lastimero de kinki de los ochenta.
A los mayores, no le soporto los quiebros de la voz, o que se haya convertido en un graznido insondable, del cual, solo arrancas atisbos de lo que nunca fue una conversación demasiado interesante, coherente. Si soy así para una conversación, imagínate como soy ya para el follar.
Yo siempre lo digo, el follar, está sobrevalorado. Sé que para algunos es una afirmación algo elitista de alguien que por hache o por be, lleva más de diez años que no pasa semana sin, pero lo creo rotundamente. La falta de sexo, entendiendo esto por follar, lo único que le da es más valor a la expectativa, pero no mejora el acto sexual en sí, es simplemente que resulta menos gravoso cuando compartes tus vivencias con terceros, el contar el periodo de abstinencia forzosa.
Lo mejor del follar, es la paja o las pajas posteriores. Ese momento, donde quitas la broza y queda lo mejor del polvo con la duración exacta, el tono exacta y el envoltorio que tu le quieras ir dando. He tenido polvos tan buenos, o ausencia de ellos porque finalmente no se terminó dando la situación que han dado lugar, durante años, a las mejores pajas de mi vida, y por ende, mis mejores momentos sexuales.
