Maitines del 04122020

in #spanish3 years ago

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Otra noche que termina demasiado pronto, no se si os pasa, pero en el momento que el cambio de estación empieza a ser evidente, hay como un tránsito de la energía que tienes. Todo tu cuerpo clama por parar y aunque hagas trucos, es evidente que alejar el hidrato, simple o refinado del cuerpo, ayuda, lo notas, tu cuerpo no está para bromas, cualquier contingencia del día a día puede ser motivo para desvelar y robar sueño que redunda en el estrés de los días en una retroalimentación perversa.

El martes, fue la tarta, estaba rica y había entrenado, el entrenamiento con kettlebell, me da mucha hambre, un hambre primitiva, profunda, ancestral, y esa diminuta pieza cimbreante de chocolates, galleta salada y no se qué más, me perforó el cerebro, como la más perfecta de las drogas. Las consecuencias, como dice Bunbury, son inevitables, la migraña se me pegó en la parte posterior del cráneo, como esa especie de resaca para viejos que es, y hasta que ya ayer jueves, tomé el ibuprofeno, no pude deshacerme totalmente de ella.

El tema, es que sigo teniendo el sueño ligero, no se si anoche tuvo que ver el entrenamiento tardío con pesa rusa, a modo de ego, decir que pude al menos un par de veces hacer el levantamiento turco de forma completa, con una pesa más ligera eso si. Pero intenté mitigar ese exceso de energía con una buena, larga y profunda ducha, pero lo dicho no se si fue el entrenamiento, el empezar a ver la tercera temporada de Dark o recordar justo en el momento de cerrar los ojos la maraña pendiente de trabajo, el tema, es que a las cinco de la mañana, Eko mediante, desperté.

A ver, Eko, es un catalizador, de normal, a veces viene reclamando amor, pero tengo la sensación de que detecta el cambio de respiración de las etapas del sueño, y cuando la respiración cambia, y la postura, él viene reclamando su dosis de amor filial, no falla. La noche, es mala compañera para los pensamientos recurrentes, hacedme caso, se de lo que hablo. Desde los lejanos cuatro años de mi infancia, que desperté a mis padres, con la horrible certeza de que todos, pero absolutamente todos íbamos a morir, no por catástrofe, si no por la fugacidad de la especie humana.

La vida de monje, creo que se adecuaría a mi, ese despertar, antes del amanecer, y esa forma de rezar al invictus, para que un día más venga a arrastrar la oscuridad de la faz de la tierra, ese sentimiento ermitaño de desconsuelo y a la vez esperanza en algo mayor, por encima de nosotros, creo que va mucho conmigo.