El País de los Corazones Rotos:
Chica Caliente II
Verónica.
Era como volver a tratar con niños.
Ya iba siendo la quinta vez en que alguien se cruzaba en mi camino y me chocaba, o pasaba a mi lado y tiraba de mi cabello. Caminé por los largos pasillo abarrotados de adolescentes hormonales tratando de escuchar sus conversaciones. Sé que no debería, pero la curiosidad siempre fue mi talón de Aquiles.
Sexo. Alcohol. Fiestas. Vacaciones. Harry Styles y Kendall Jenner. Infidelidad. Notas. Tetas.
Eran vacíos y repetitivos.
Cuando por fin logré salir de la marea, me dirigí hasta el baño. Se veía limpio e higiénico, más de lo que debería ser un baño de instituto, pero, como todo sitio a donde miraba, estaba hasta desbordarse de personas. Caminé hasta el lavabo y miré mi reflejo, no había brillo ni luz en él, solo unos ojos opacos y un cabello llameante, tenía labios resecos y la piel casi transparente, nada especial, y todo lo contrario en comparación con las chicas a mí alrededor.
Era, simplemente, una chica ordinaria.
Era perfecto.
— ¿Verónica, cierto? — Me preguntaron repentinamente.
La repasé con la vista antes de contestarle con un asentimiento.
—Te buscan. — señaló la puerta en donde se asomaba Eliot, su rostro estaba totalmente descompuesto.
Salí rápidamente llevándome al castaño conmigo.
— ¿Se puede saber que pasa contigo?— Pregunté bajando la voz.
— Odio la secundaria.
Lo miré incrédula.
¿Es un chiste, cierto?
— Mira a tu alrededor, Eliot, todas estas personas odian la secundaria. — le contesté.
— ¿Cuántas veces tuviste que pasar por esto?
Suspiré, el trabajo que se me fue impuesto siempre había venido como un paquete completo; actuar, hablar, vestirme y cumplir con las responsabilidades de dicha apariencia, entre ellas, asistir a la escuela.
Pero nunca es fácil.
—Tu cara me lo dijo todo— me confesó. — No te envidio.
— Sería estúpido de tu parte si lo hicieras.
—Oh, cariño, nadie nunca será más estúpido que tú.
Nos adentramos a la cafetería y lo seguí hasta la mesa más apartada del salón para nos sentamos, uno en frente del otro, tratando de ordenar nuestras ideas.
— Lo lastimaste. — me comentó después de un rato de silencio.
— Lo sé.
<<Ni siquiera debería acordarse de mí>>
Fuente
Suspiró.
Sé perfectamente lo que hice, tengo la expresión de su rostro grabado en los párpados.
— Entonces, ¿por qué lo hiciste?— preguntó, se removía incómodo en la silla. —, es decir, te leí, leí tus razones y aun así no las entiendo.
¿Mis razones?
Cuando lo miré, todo lo que quería hacer era correr a él, quería acunarlo en mis brazos y besar su frente. Pero no puedo, Oliver ya no es un niño, yo lo vi. Él no es ni la sombra de lo que era antes; es un hombre, fuerte, sano. Un hombre. Y yo soy parte de su pasado, de su niñez, soy la magia en la que él tuvo que haber dejado de creer y no tengo derecho a llegar y desorganizar su vida.
No puedo entrar en ella si después tengo que salir nuevamente y para siempre. No es por eso que vine hasta aquí.
—¿Me estás jodiendo, cierto?— Eliot me miraba como si pudiera ver a través de mí, y, en realidad, sé que puede hacerlo—. Podrás tener algo de razón en lo que dices, pero el rostro de ese muchacho decía "ven y hazlo". Sabe perfectamente quién eres, Vera, no trates de tapar el sol con un dedo.
Duele, pero ambos sabemos que tengo razón. Él no debería reconocerme.
—Pero te encantó darte cuenta de que no te había olvidado.
— Solamente... déjalo estar, ¿quieres?— pedí. —No vinimos aquí para solucionar esto.
— Es curioso, ¿sabes?, en mi mente la cobardía siempre te quedó dos tallas más chica.
Fuente
Si tú supieras...
— No, Vera, si supieras tú; él va a odiarte quieras o no, pero por lo menos deberías aprovechar la oportunidad que tienes de estar junto a él — Tomó mi mano queriendo aparentar consuelo, pero el brillo de sus ojos me decía que era una idiota.
— ¿Cómo sabes que va a odiarme?
Mi castaño amigo desvió la vista hacia nuestro contacto:
—Porque lo vi; vi como algo dentro de él se apagaba. — Contestó con tranquilidad, apretó mi mano y mantuvo los ojos cerrados, parecía estar reviviéndolo todo—. No puedes pedirme que trate de entenderte cuando pude ver y sentir en mi propia piel todo lo que él siente por ti... la forma en la que te miraba, cariño, tú rompiste su corazón y huiste.
Y con eso logró que todo en mí se derritiera.
Fue todo lo que se escuchó decir en la mesa por un largo tiempo.
¿Qué se supone que se dice después de una bomba cómo esa?
Tal vez no conozca mucho sobre la humanidad, pero, si algo me enseñaron, es que no hay nada que prevenga un corazón roto. Simplemente no la hay. No importa la sutileza, el cariño, la tranquilidad o el desamor que se tengan, uno de los dos siempre termina lastimado, y, sin embargo, nadie nunca parece acostumbrarse a este hecho.
¿Y quién lo haría?
Nadie nunca se acostumbra al dolor.
Infinitas gracias por leerme.
Siempre será un placer para mi ser leída por ustedes.
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Hasta pronto.
Besos.
Lo que necesitas leer para seguir este minicuento:
En Algún Lugar - Minicuento
Cuando la Chica Caliente Regresa - Minicuento
Que bonito es el amor, entre su subes y bajas y temporadas de euforia. Saludos!!!!
Gracias! Es un gusto enorme ver tus comentarios
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Que tengas un gran día! Saludos!
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