Bajo un árbol
mi cuerpo temblando
amarraron con sogas y
alambres.
Se volvieron noche,
la sombra de ramas,
viví el infierno, cautivo;
gritos que aturden navegan
mis oídos, la mirada al cielo
perdí entre negruras,
escucho tu voz lejana:
¡Sigue! Sin descanso.
Y mis cadenas,
rompen el suelo,
la luz entre hojas bañándome;
¡Oh! Diosa mujer, soplas
en mí dulces licores,
de tus piernas los humos
liberan alegrías,
mieles derramas al cráneo
y en aguas limpias
arrojas los maleficios.
Salvaste mi vida del seguro final,
la paz que solo el amor
puede entregar
en dulces placeres me distes.
Soy por ti un alma
que renace, en el mundo,
de tu cama carnal.
San Carlos, 05/05/2021