Diario de un vagabundo en cuarentena (parte 2/?)

in #spanish4 years ago


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El Copyright de la imagen es de DC comics. Y el post tiene intenciones informativas.

Aprovecho de decir algo importante: doomsday clock es basura.



Diario de Sei, lunes, 16 de marzo de 2020, primer día en cuarentena: creo que nadie tiene idea de qué hacer para los próximos cinco días y más. En mi caso, estoy más preocupado por mis próximos cinco minutos ya que deambulo entre calles con peatones enfermos y flemáticos que no conocen algunas de las más fundamentales normas de higiene. Por otro lado, no entiendo por qué tanta euforia con los tapabocas. Veo a perdonas usándolos mientras están a bordo de sus carros, o sobre sus motos y bicicletas creando más daño para ellos sin saberlo que el propio coronavirus. No hace falta un virus para hacerle daño a una población, sólo faltan la estupidez y el buenísmo. La estupidez antes mencionada y el buenísmo de hacer para vender tapabocas caseros que, al fin de cuentas, ¿cómo se supone que han sido estelirizados? Las buenas intenciones no son necesarias ayudar a nadie ni mucho menos salvarán al mundo. No bastan. Hacer el bien en cambio amerita de un plan y de inteligencia, de no haber inteligencia le estarán dando la casa improvisada pero llena de buenísmo que le dieron los habitantes de Springfield a Ned Flanders.

El gobierno quiere prohibir el comercio informal y todo aquello que no sea comida ni medicinas. Caminando a través de las calles de mi pueblo, sólo escucho declaraciones, quejas y comentarios sobre tales medidas. «¿Cómo haremos las personas que comemos con el día a día?» «¡Voy a ponerme mi puesto porque necesito vender! ¡Lo haré a lo macho!» «¿Cuánto tiempo creen que podremos estar así? ¿Hay algún plan»? La incertidumbre y la histeria en las calles son un monstruo que se alimenta, y sin que nadie se dé cuenta, el monstruo crecerá súbitamente y aparecerá en las calles exigiendo más alimento y sangre. Dejan que el comercio informal pueda abrir finalmente pero sólo hasta las dos de la tarde. Soledad y una histeria aún disimulada en las calles con una mueca que se desfigura entre más te le quedes mirando.

Al caer la noche, se fue la luz en el pueblo. El único pensamiento es la respuesta más concreta a la incertidumbre de este país: «el pueblo ha quedado negro como una boca de lobo, seguramente ha sido un apagón nacional, otra vez» no hay cómo confirmarlo pues las estaciones de radio no tienen luz y ya de paso están prohibidas las noticias radiales por órdenes del alcalde. Se comienzan a formar todas las hipótesis posibles, que si por el brillo de las estrellas el apagón debe ser muy grande, que si durará tres o cinco días; oscuridad sin contexto y palabras llenas de temor, oscuridad y nada más; llega la luz y te sientes levemente más calmado. Es la costumbre.

Maduro habla en cadena de televisión, escupe de su bilis y sus cinco minutos de odio al estilo del Gran Hermano en 1984. Los que trajeron el virus son colombianos y europeos, los enemigos de siempre. Esta información se contradice con lo que afirman dos de los contagiados: que no han salido del país en meses. El discurso de Maduro tiene huecos y nos deja a todos a la deriva, lo típico. La cuarentena queda extendida a los 24 estados del país. La cantidad de infectados confirmados se ha duplicado desde las últimas 24 horas. Me voy a dormir.