Yo provengo de la tierra árida y fría de León, donde yace un pueblo que en sus tiempos de caudillos y cabildos, fue dominancia de un castillo habitado por nobles señores abolengos. Hoy en día, es una imagen abstracta, rodeada de tinieblas y de decadencia. Agudizando el horror de aquellos que vislumbran su presencia.
Sus muros de enormes ladrillos grises y agrietados, conjeturan la imaginación de formidables manos endemoniadas posadas en sus paredes. El frío hace presencia en forma de neblina, que asciende y luego desciende a voluntad. Sus almenas vacías y cubiertas de malezas ponzoñosas, hacen pensar que fue un edificio tomado por el mal.
Sus enormes puertas, de cadenas negras que las sostienen, son como brazos de espantos tangibles, que esperan a sus víctimas atraídas por su curiosidad. Pocos intentos se han concretado para entrar en tan tenebroso recinto, todos sin éxito; puesto que la sensación es insoportable, genera un descenso al desfallecimiento, y un pánico que estruja a las entrañas hasta acaecer la fatiga.
Se dice que aquellas dos entidades malignas que habitan el castillo, son las de Juan Francisco Alvarado, último señor de aquel lugar, y de Adelina Margarita, su prima; quien vivió con él hasta el día de su muerte.
Don Juan Alvarado era un hombre severo, noble caballero y cortesano de los monarcas a quien sirvió. Dominó con espada afilada y sin perdón sobre sus tierras, haciendo pilas de cadáveres de moriscos invasores que pisaban sus dominios. Los pueblerinos le temían pero sentían a la vez seguridad, puesto que Don Juan protegía a quien le rendía tributo, y aquellos que no, los tachaba de enemigos.
Se dice que aquel austero y perverso señor murió una noche en manos de un morisco, quien le apuñaleó mientras dormía en sus aposentos. Otros aseguran que esa aseveración es falsa, puesto que los moriscos le temían demasiado para intentar matarle. Se asegura que su muerte en realidad fue una traición, ¿de su propio regimiento o de su propia familia?, aún es una incógnita.
Adelina Margarita, su prima, quien sostenía una amorosa relación con su primo, cayó en la demencia al ver a su amado muerto. Sucumbió al suicidio no solo por la pesada tristeza, sino también, por el odio; un rencor que la ató a este mundo en un limbo oscuro. Otorgando su entera voluntad a una venganza.
Esas dos muertes. Esas dos tragedias quedaron atrapadas allí en formas de espanto. Alimentándose del odio que las ha subsumido allí. Apartando la luz del sol sobre el castillo creando un aura de tinieblas. Firme y poderosa, haciéndole frente al alba con su penumbra.
Dios quiera que aquellas almas encuentren el descanso eterno por fin, ya sea en la gloria sosegada del cielo, o en las fauces dantescas de algún círculo del infierno. Dios quiera que así sea…
Ilustración
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