Edicto una noche quedó postrado en su cama, a causa de una petulante enfermedad. Sus parpados no se cerraban mientras miraba hacia el techo, como una ilusión óptica que jamás se desvanece. La puerta del sonó muy ruidosa, y una persona dijo su nombre dos veces:
— ¡Edicto! ¡Edicto! ¿Estas despierto? —Era Pandora su mujer, quien preocupada fue a verlo después de terminar de preparar la cena.
—Si aquí estoy mi amor—Le respondió Edicto—Estoy aquí en nuestra cama, hundido en los pensamientos ya preparado para el momento.
— ¿De qué que hablas Edicto? Deja de asustarme, ¿no ves lo asustada que estoy? Has estado todo el día pegado a la cama, no tienes fiebre pero te noto muy débil. El médico no ha venido, voy a llamarlo otra vez…
— ¡Espera Pandora, por favor! —Gritó Edicto, a pesar de tener la voz muy débil aun podía alzarla con fuerza en momentos de desesperación—.
— ¿Qué pasa mi amor? —Le contestó Pandora, apartándose de la puerta para sentarse a su lado. — ¿Qué es lo que quieres decirme? Dímelo todo de una vez ¡Por favor! La espera ya es más que un trauma, tengo un pánico que me destruye, que no me deja estarme quieta. Pienso lo peor Edicto, ¡Ay, en un cruel final!
—Déjame hablar por favor, y deja esos turbios pensamientos. Pon atención en lo que voy a decirte; es un secreto, un sibilino detalle que estado reservando para mí durante años.
— ¿Cómo? —Se levantó Pandora abruptamente de la cama, — ¿Cómo es eso Edicto? Pensé que en tú y yo no existía ningún secreto, y ahora me sales con esto a parte de tu actual decadencia.
—Por favor cálmate mi amor, —Dijo Edicto en tono apacible— y pon atención en todo lo que voy decirte, esto es muy importante.
»Ve hacia esa pared de allá de la esquina, si, a aquella. Encontrarás allí una abertura que se abre, de allí, sacarás un contenido y me lo traerás acá.
Pandora asombrada y a la vez curiosa por la petición de su esposo decidió obedecerle, y fue hacia aquella esquina, encontró la abertura tapada que se abría y sacó de ella una pequeña caja de hierro, de forma rectangular y un signo muy peculiar en el centro de su parte delantera.
— ¿Qué es esto? —Dijo Pandora estupefacta, colocando la caja junto esposo, esperando una explicación.
—Eso mi amor, es lo que me ha mantenido lleno de esperanzas, la llamo: “La caja de las maravillas”, ábrela y verás de que hablo.
Al principio, Pandora no se atrevía, pero al ver los ojos casi somnolientos de su esposo, más la curiosidad que la dominaba, decidió hacerlo sin vacilar. Tomó la caja y la abrió, y de ella emanó una luz que exponía una especie de ilusión.
Al mirar fijamente se dio cuenta que era recuerdo, y lo supo porque ella también lo vivió. Era el recuerdo de un viaje, de una pareja que tuvo que ocultarse de sus familiares recorriendo el mundo. Pero decidieron amarse a pesar de todo y unieron sus vidas ante un gran risco, donde perecieron por la promesa, una promesa que se ha mantenido fiel.
Los ojos de Pandora se desbordaron en lágrimas luego de ver aquel recuerdo, y se abalanzó a su amado dándole el más fuerte abrazo de su vida. Luego, se miraron fijamente, y al ver Pandora detenidamente el rostro de su esposo, se llenó de alegría puesto que ya mostraba un aspecto más sano y vivo.
— ¿Ves lo que te dije mi amor? —Dijo Edicto con una voz más clara—Eso es lo que me ha mantenido vivo. Eso es mi medicina, mi alivio y mi vitalidad. Ese hermoso recuerdo que tengo contigo.
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