Estamos en una sociedad que grita “libertad” a viva voz, pero que al mismo tiempo sigue condenando, juzgando, desvalorizando y señalando a la gente por quienes son. Una sociedad hipócrita y superficial que dice "incluirte" imponiendo sus condiciones. Somos una casta “libre” con doble moral en virtud de lo que nos conviene:
Le dicen al gay que puede casarse prohibiéndole hacer demostraciones de afecto en público; le exigen a la mujer que debe ser más independiente, pero la critican duramente si es madre soltera o divorciada; condenan el maltrato animal después de comprar un perro en miles de dólares; dicen que el racismo no existe aunque el mundo sigue dividido en prejuicios sobre etnias, culturas y religiones; predican que la salud mental es importante y más tarde te escupen en la cara tu momento de "debilidad". Te venden el amor propio junto a un estereotipo de belleza.
Podría seguir enumerando diversos ejemplos, sin embargo, tendría que extenderme en demasía y caer en temas mucho más polémicos. Lo cierto es que a lo largo de los años nos han enseñado a desaprobar injustamente al prójimo, cuando lo primero que deberíamos censurar es el reflejo que nos devuelve el espejo.
¿Qué significa ser libre? Si lo buscamos en Internet, se define como "la facultad o capacidad del ser humano de actuar según sus valores, criterios, razón y voluntad". Básicamente, no estar a merced de alguien más.
(https://www.significados.com/libertad/) [Consulta: 5 de agosto, 2020]
Pero, ¿de verdad somos libres? No me refiero al concepto que mencioné anteriormente, la libertad va más allá de una simple definición. Yo hablo de tener completa autonomía en expresar nuestro yo, en el más puro estado, sin temor a la crítica de los demás.
Y esto es algo imposible, actualmente, sin que alguien nos señale con su dedo acusador. Vivimos en una sociedad que nos vende la libertad a cambio de no perpetrar ninguna acción que corrompa su sistema, esos “dogmas” retrógrados establecidos para coaccionarnos.
Ese sistema nos ha llevado al individualismo excesivo donde impera el egocentrismo de preocuparse, únicamente, por el criterio y la felicidad propias, desplazando la empatía para cultivar el egoísmo, la desconsideración y la indiferencia entre nosotros.
El ser humano actual es pobre de espíritu, pero es rico en bienes materiales. El consumismo desmedido, literalmente, nos consume en una necesidad de llenar nuestro vacío interior con banalidades.
¿Todavía te sientes libre? 🤔
El culto a las nimiedades ha provocado que nos volvamos cada vez más inmorales, olvidándonos casi por completo de conservar los valores personales. Nos hemos convertido en una masa punitiva que se atribuye el derecho de juzgar qué es correcto y qué no.
