Una historia de la diáspora venezolana

in #spanish3 years ago

Diana lleva 4 de 10 días en Bogotá por un tema laboral. Ella es venezolana. Por cada día ha visto al menos a un venezolano pidiendo limosna en la calle alegando que es venezolano y eso es motivo suficiente como para pedirle dinero a la gente.

Hoy vio al quinto venezolano, pero este es diferente a los demás. Era una familia, un señor de mediana edad con su esposa e hija de brazos. Diana estaba haciendo la fila en el supermercado de la esquina cuando oyó decir el verso del señor en la entrada del negocio. “Buenos días, paso por acá a vender unos llaveros que hice con mis propias manos, soy venezolano y vinimos mi familia y yo a esta ciudad por unas personas que me ofrecieron estadía y trabajo y ahora no aparecen. No estoy pidiendo dinero estoy vendiendo mi producto.”

Da la gracias de nuevo y dice que si alguien desea comprarle un llavero estará afuera para no incomodar. Las personas no voltearon, como si se tratara de un fantasma que emite un ruido molesto. Diana no pudo dejar pasar desapercibido aquella situación, al fin y al cabo se trataba de un señor venezolano como ella y como su familia que se fueron buscando una mejor vida y no le salieron las cosas como esperaba.


Fuente

Ella solamente tenía los viáticos que la empresa le había dado, pero haciendo cuentas comprendió que sacrificando la cena afuera de ese día y conformarse con la que la que provee el hotel podía ayudar al paisano; tuvo una niñez dura y entiende los sacrificios que tuvieron que hacer sus padres para ofrecerle a ella y a sus hermanos una vida digna.

Le dijo “yo también soy venezolana” y sacó de su cartera un billete de 20 mil pesos (unos 6 dólares) y se los entregó al señor, con ese dinero podían comer bien por ese día. Se los dio con toda el alma, los ojos del señor no dejaban de brillar y unas ganas de llorar invadieron a Diana, pero se contuvo lo más que pudo.

Lo que le pasó a esta familia es uno más de millones alrededor del mundo. La decisión de quedarse o irse debe pensarse con cabeza fría, ambas decisiones no son para nada fáciles, y más cuando se tiene hijos pequeños.

Ella solo deseaba que esa familia salga de la pesadilla en la que estaba y consigan lo que fueron a buscar a ese país, y si no es así, que puedan regresar a su tierra en la que serán bien recibidos y no serán la peste como nos tildan algunos colombianos xenófobos de memoria corta (hasta el año 2011, 721,791 colombianos residían en Venezuela. Fuente)

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