La tortura de nuestras sensaciones siempre estará allí, alegrando nuestras mañanas y entristeciendo nuestro despertar, entiendan que la adversidad llegara en cualquier momento, pero nunca nos rehusemos a ser redimidos por su causa; a pesar de lo malo, siempre estará la recompensa, esa que nos hará más fuerte y potentes para el próximo nivel. Despierta oh alma mía y siente el aire en tus poros, sacando lo mejor de ti y guardando tus heridas, aquellas que han hecho de ti un panorama de batalla, queriendo todo lo bueno y amando lo peor; cada secreto está allí para devorar nuestra dignidad, cada corazón sabe qué tipo de inmundicia consume y cada mirada trasforma segundos, en castigos eternos. El mayor castigo del hombre, ha sido ser terrenal, si simplemente existiéramos en un universo paralelo, donde la vida entera fuese el deseo de toda especie y la tomaran como cual alma perdida en el infierno.
Solo queremos estar atentos, a las realidades que nos rodean, pero es posible que la veamos distorsionada, simplemente porque nuestro pensamiento está inundado de placeres, estos que hacen creer a cualquier humano en lo que no es creíble y aun así damos todo por ello. Maldito sea el hombre que cree en otro hombre, dicen algunos por allí, sin saber que el gran misterio de la vida se resume en esa frase, donde cada maltrato a nuestra alma, se olvida con un olor de rosa capturado en un día gris y en el que desperdiciamos el desfile de nuestras palpitaciones, esas que sin hablar unen cada vida y las hacen mejorar cada día mas. Preparemos nuestra conciencia para la falsedad y la exposición de la mentira a nuestros oídos, lo que realmente pasará, es nuestra redención, aunque moriremos en el intento, sin saber de qué color eran las promesas de nuestro siglo, pero entendiendo que nuestro objetivo de vida ha sido alcanzado.
La desesperanza invade nuestras venas, haciendo que nuestra sangre sea incolora y nuestros sentidos bailen al ritmo del cielo. Buscando las respuestas en el algoritmo del tarot, nos vemos rechazados por el destino y aceptamos que nuestra aurora aún está encendida, sin apagar ninguna apariencia ajena; quizás no lleguemos a un plano tan real como el que queríamos, pero la paga de nuestras acciones, serán los trucos de las profundidades. Seguimos invictos en esta carrera por la muerte, sin saber que el verdadero verdugo, vive con nosotros desde hace años y es nuestro pensamiento, queriendo que la negligencia de nuestra mente nos salve del final y haga de la memoria, un sinfín de oráculos que se destapen a su tiempo y que solamente sea nuestra agonía, quien entierre nuestro mayor temor, en lo más recóndito de nuestro ser.
Noche a noche hemos esperado nuestro momento, haciendo saber a la luna que estamos aquí; queriendo como se debe, pero amando sin querer, creyendo que nuestro caminar es firme, sin conocer las huellas que van quedando a nuestro paso y destapando cada botella con nuestro nombre, para creer aún más en las ironías de nuestra especie. Que ridículo es pensar en nuestra vejez, cuando aún estamos luchando con nuestra inocencia, una inocencia marcada por las barbaries de nuestra realidad y una emoción que invade las paredes de nuestra habitación. El pánico del conocimiento se despierta a cada minuto, contando con la seguridad que no habrá ningún límite`, para mostrar una cara verdadera; ganaremos algo más que años de experiencia, lo único que está presente es ver nuestra hora final acercándose, aunque antes de irnos estemos reflejando nuestro pasado, en el espejo de nuestra alma.
Hacer que nuestra mirada se fije en un nuevo horizonte, es como hacer una acrobacia con rodillas frágiles; aunque planeemos mucho el truco, se romperá como cual cristal expuesto al calor. Luchemos todo lo que podamos por una sensación mayor de amor, que cada vez que el sol ilumine nuestro cielo, seamos una criatura nueva; que fácil es pensar en nuestro bienestar, pero que difícil es cumplir con cada una de esas pautas para conseguirlo. Jamás nos dijeron cuán difícil seria existir, ni que debíamos mantenernos fuertes a pesar de las adversidades; más de uno habría querido mezclar la cobardía con la valentía y que todo lo que nos abruma, sea el plato principal de un gran evento. Solamente pensamos en el futuro, pero lo que realmente debe preocuparnos es el pasado, porque cada día nos hace mudar de piel, porque el escenario en el que estamos, no coordina con nuestro lejano ancestral.
El orgullo nos babosea a la cara y nos muestra toda la intervención que tiene el mal en nuestra vida, sin saber la sudoración que esto permite, ganando el disimulo y perdiendo la veracidad, temiendo por cada atención que recibimos del preámbulo azorado; preparamos la sabiduría y rasgamos nuestro cráneo, creyendo que realmente ahorramos el tiempo de tortura, pero sin esfuerzo alguno tendremos lo que merecemos, no perdamos el tiempo con las palabras y recuperemos la oportunidad de crear una pesadilla, capaz de despertar nuestros sensores del límite y que sea otro siglo quien nos juzgue. Aparece nuestro sueño y se cumple la maldición, aquella que fue lanzada por nuestros antepasados, pero veo que solo así, las sensaciones que despiertan mi alma, saldrán al escenario de mi destino.