Many years ago my grandmother told me in her lofty rocking chair, that 5 blocks from our house a real tragedy had occurred. The case involved a secret police agent and his brother-in-law. Carlos, as that bastard was called, had acquired a debt with Ernesto, which at that time was almost impossible to pay. Ernesto did not charge his brother-in-law, but Angelica, his sister, felt that since her husband had acquired the debt his attitude had changed with respect to his brother.
Carlos was a vile man. He appeared to be a worthy citizen, but those who had unfortunately been in his custody knew that he was cold-blooded and did not mind vexing his prisoners, torturing them and practicing all kinds of injustice. His wife was afraid of him, but she never thought that his wickedness would reach the extremes to which he would go.
Ernesto did not work on Saturdays. It was his day off, so when his brother-in-law called him to accompany him to buy cheese in a suburban suburb, he didn't refuse to keep him company. What Ernesto didn't know was that Carlos' heart was icy and devoid of compassion. So when Carlos came for him, he didn't think much of the fact that he was accompanied by another police officer.
They began the grim journey of an hour along the old road, with only brush and, in some stretches, the waters of the old river accompanying them. Carlos had picked up an unfortunate boy who was hitchhiking in one of the neighboring haciendas. It would be that boy's last day. When they reached the most wooded area of the road, Carlos and his companion gave free rein to their wickedness.
They took Ernesto and the boy they had picked up on the road out of the car and began a festival of atrocities. Carlos ignored his brother-in-law's constant pleas —Don't kill me brother-in-law, I won't charge you for what you owe me — however, that dastardly heart of his never listened to him and rushed to inflict on him all kinds of humiliations that included making him run through the jungle. The laughter of the two policemen resounded among the foliage of the trees.
And suddenly several gunshots interrupted the tranquility of the dense jungle. They had been murdered and the debt that Carlos had with Ernesto had been settled forever. What these two monsters did not know was that among the bushes there was a man short in stature, but with a sense of justice greater than his own fears. Juan Vicente was an employee of a hacienda near the forest where Carlos had murdered his brother-in-law and the hitchhiker.
Juan Vicente was cutting the brush when he suddenly heard the bitter laughter coming from those sick people. Immediately, he climbed to the top of a tree and from there he witnessed the macabre deed. His cunning had saved him, for if he had been discovered, he would have had the same fate as the unfortunate victims.
Meanwhile, Carlos arrived home and his wife asked him why his clothes were stained with blood, —we have killed a cow woman, tomorrow they will give us the meat — he had answered, but while that was happening Juan Vicente declared before the police what he had seen from the heights of a tree, specifying where the bodies were and describing the men who had committed that crime. Juan Vicente was terrified, because it was the police who were involved in the case.
But, he knew very well that he could not live knowing that he had witnessed the death of two innocent people and had done nothing for them. Days later, Carlos and his partner were arrested for the crime of premeditated murder. They were confined in a horrible prison, where they have remained ever since. Carlos lost his family, destroyed his wife's family and Ernesto's family, but above all he had ruined his life.
It was also possible to recognize the identity of the unfortunate man who asked for the ride, he was an illegal Colombian who at that time proliferated in the Venezuelan countryside. His name was Sacramento and his family never appeared. Evil dwells in the hearts of all men, but some take it to unimaginable extremes. Carlos was the murderer of the secret police and his case, one of the many that would mark life in our community forever.
THE END
Hace muchos años mi abuela me contó en su excelsa mecedora, que a 5 cuadras de nuestra casa había ocurrido una verdadera tragedia. El caso involucraba a un agente de la policía secreta y a su cuñado. Carlos, como se llamaba aquel maldito, había adquirido una deuda con Ernesto, que por aquel entonces era casi imposible de pagar. Ernesto no le cobraba a su cuñado, pero Angélica, su hermana, sentía que desde que su esposo había adquirido la deuda su actitud había cambiado con respecto a su hermano.
Carlos, era un hombre vil. Parecía ser un ciudadano digno, pero los que por desgracia habían estado bajo su custodia sabían que tenía la sangre fría y que no le importa vejar a sus prisioneros, torturarlos y practicar todo tipo de injusticias. Su esposa le tenía miedo, pero nunca pensó que su maldad llegará a los extremos a los cuales llegaría.
Ernesto, no trabajaba los sábados. Era su día libre, así que cuando su cuñado lo llamó para qué lo acompañará a comprar queso en un suburbio de la periferia, no se rehusó a brindarle compañía. Lo que Ernesto no sabía, era que el corazón de Carlos era gélido y carente de compasión. Fue así que cuando Carlos llegó a por él, no le dio mucha a importancia a que esté estuviera acompañado por otro agente de la Policía.
Comenzaron el nefasto recorrido de una hora por la carretera vieja, solo monte y en algunos tramos, las aguas del río viejo les acompañaban. Carlos, había recogido a un infortunado muchacho que pedía el aventón en una de las haciendas contiguas. Sería el último día de aquel muchacho. Al llegar a la zona más boscosa de la carretera, Carlos y su compañero dieron rienda suelta a su maldad.
Sacaron del auto a Ernesto y al muchacho que habían recogido en la vía y comenzaron un festival de atrocidades. Carlos hizo caso omiso a las constantes súplicas de su cuñado —No me mates cuñado, no te cobraré lo que me debes— sin embargo, ese ruin corazón que tenía nunca le escuchó y se apresuró a propinarle todo tipo de vejaciones que incluían hacerle correr por la selva. Las risas de los dos policías, resonaban entre el follaje de los árboles.
Y de repente varios disparos interrumpieron la tranquilidad de la espesa selva. Los habían asesinado y la deuda que Carlos tenía con Ernesto, había quedado saldada para siempre. Lo que no sabían estos dos monstruos, era que entre los matorrales había un hombre bajo de estatura, pero con un sentido de la justicia más grande que sus propios miedos. Juan Vicente, era empleado de una hacienda cercana al bosque donde Carlos había asesinado a su cuñado y al muchacho del aventón.
Juan Vicente cortaba la maleza, cuando de repente escuchó las amargas carcajadas que salían de aquellos enfermos. De inmediato, subió hacia la cima de un árbol y desde allí fue testigo de aquel macabro hecho. Su astucia lo había salvado, ya que, de haber sido descubierto, hubiera tenido la misma suerte que las infortunadas víctimas.
Mientras tanto, Carlos llegaba a su casa y su mujer le preguntaba por qué su ropa estaba manchada de sangre, —hemos matado una vaca mujer, mañana nos entregarán la carne—le había contestado, pero mientras eso ocurría Juan Vicente declaraba ante la policía lo que había visto desde las alturas de un árbol, especificando dónde estaban los cuerpos y describiendo a los hombres que habían cometido aquel crimen. Juan Vicente estaba aterrado, porque eran policías los que estaban involucrados en aquel caso.
Pero, él sabía muy bien que no podía vivir sabiendo que fue testigo de la muerte de dos inocentes y no había hecho nada por ellos. Días después, Carlos y su compañero fueron detenidos por el delito de asesinato premeditado. Fueron confinados en una horrible cárcel, donde permanecen desde entonces. Carlos perdió a su familia, destruyó la familia de su mujer y a la de Ernesto, pero sobre todo había arruinado su vida.
También se pudo reconocer la identidad del infortunado que pidió el aventón, era un colombiano ilegal que por aquellos tiempos proliferaban en el campo venezolano. Su nombre era Sacramento y su familia nunca apareció. La maldad habita en el corazón de todos los hombres, solo que algunos la llevan a extremos inimaginables. Carlos era el asesino de la policía secreta y su caso, uno de los tantos que marcarían la vida en nuestra comunidad para siempre.
FIN
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Un relato en forma de crónica, interesante. Este tipo de anécdotas son muy buenas para trabajarlos con un plan literario porque tiene definido a los protagonista (al bueno y al malo), el conflicto, su resolución, el lugar y el tiempo, todo lo necesario, hasta elementos del folclor local. Pero esa es otra historia y la tuya tiene su propia forma y además está bien contada. Saludos.
Sigo aprendiendo constantemente amigo @jesuspsoto no solo por mi, si no para brindar un mejor contenido a la comunidad. Gracias por tus acotaciones, créeme que son bienvenidaa siempre. Saludos!
El aprendizaje constante y consiente, eso es lo que nos va dando las herramientas para ser mejores. Mi maestro @tomasjurado siempre me recuerda que hay que estudiar, aunque no nos guste la preceptiva literaria hay que conocerla para poder entender nuestro oficio; hay que leer mucho y buenos autores y ser constante en la escritura. En esta comunidad, en Literatos y otras hay tanta gente buena con la pluma que a veces no alcanza para leerlos a todos, pero uno sabe que están ahí, danto lo mejor, como tú y como muchos y eso alegra, que la literatura tenga su espacio en hive y por ella hay que seguir dando lo mejor. Estoy a la orden para compartir lo poco que he aprendido.
Este tipo de injusticias y maldades ocurren todo el tiempo y afortunadamente el asesino recibió un castigo, aunque esto no reparará todo el daño que hizo.
Gran historia.
Gracias por tus amables apreciaciones @wsgrupoespanol
Muy fuerte! Dios nos protega. Pensar en la muerte de gente inocente para la satisfacción de los sádicos, y preguntar ¿Que hizo para merecer eso? Recordarlo por su trágica muerte, cosas que no entendemos pero que pasan.
Totalmente amigo @ungranulises
Una trágica historia que lamentablemente se ha vuelto común. El lado siniestro de las personas puede ser aterrador. Por lo menos, en este relato se hizo justicia, aunque las consecuencias hayan sido para toda la familia. Fue un gusto leerte. Saludos, amigo.
Gracias por tu visita y amable comentario @ramisey