Mi aborigen, ¿qué te pasa?
¿Que te pasa, mi aborigen?
Mi aborigen, ¿qué te pasa
que te tienen todo mal
en las calles y en las plazas
teniendo todo el derecho
de una meritoria raza?
Vas sin rumbo por la vida
pese al derecho a una casa...
una mujer con un niño
y en la marchita mirada
una esperanza perdida,
una perdida esperanza.
Te han desprendido la sangre
de Guaicaipuro o de Mara,
de quienes llevamos sangre
aunque ya no sea tan clara
porque simplemente ahora
no tienes derecho a nada.
Tu música ha de volver
a alegrar cada mañana,
Kariña, ven a tocar
entre luces y nostalgias.
La herencia que a ti te toca,
sin duda, ha sido desviada
y vives de la piedad
que algunas veces te alcanza,
y tú ignoras que debieras
disfrutar de aquella patria
que con orgullo y trabajo
Simón Bolívar dejara
junto a los héroes indígenas
de nuestra vida pasada.
No tienes quién te defienda
mientras toda acción humana
se ha separado de ti
y la gente te rechaza
porque no tienes dinero
y no acarreas ganancia,
pero ignoran tus ancestros
es nuestra historia sagrada.
En chinchorros y bajo árboles
duermes y el dolor te calla,
y por eso pido a Dios
para ver si el pecho ablanda
el alma de los políticos
y la conciencia les llama.
Cocinas al aire libre
en las colectivas pailas
y los niños bien ingenuos
no se ponen ni alpargatas,
y por sus barrigas tristes
se les desplazan las lágrimas.
Me pregunto cada día
cuándo van a ver tu alma
y te asignan el valor
que debes llevar por marca,
pero al momento recalco
con preocupación en mi alma:
¿Qué te pasa, mi aborigen?
Mi aborigen, ¿qué te pasa?
Muy bienvenido este reconocimiento, apreciado caballero histórico.
Esta es una realidad que viví hace unos días por los lados del Hospital Israel Ranuárez Balza de San Juan de los Morros, donde bajo unos árboles se encuentran varios indígenas en esta situación.
Que Dios meta su mano poderosa.