¡Hola a toda esta hermosa comunidad de hive! como les había dicho en el post de ayer, hoy les traigo el caítulo tres de Carmelia, que he preparado con mucho amor y entusiasmo para ustedes, espero que lo disfruten tanto o más como lo hice yo uwu
El jueves de aquella misma semana, por la noche, una inmensa cola le daba la vuelta a la manzana, bordeando la iglesia y llenándola de bullicio, pues en el local cinco del barrio veintiuno pronto se armaría una gran rumba y como buena licorería; habrían juegos de caballo, barajas y dominó.
Albert ya se preparaba psicológicamente para observar a la morena desde lejos y cuidarla con movimientos silenciosos… así como él, el grupo de siempre se había puesto en marcha, guardando los primeros puestos de la larga fila, así se encargaban de que los vieran entrar con las muchachas, en señal de que las mismas no estaban disponibles y se aseguraban de que ningún tonto se les insinuara. A pocos minutos de escucharse la música invadir la redoma, llegaron las muchachas más esperadas de la noche, siendo coquetas, aquel trío se hizo mirar desde el primer momento, despertando en muchos el deseo, la envidia y la secreta admiración, sin siquiera pronunciar palabra.
-Tsc, de nuevo esa flacucha se atrevió a venir- Se quejó esperanza, batiéndose la lacia cabellera color ocre, mirando con recelo a Carmelia desde el otro extremo de la fila.
-A mi me parece que está hermosa…-Sonrió Mahara, una morena bajita que acompañaba a Esperanza y a Sahara en la fiesta de aquella noche- Además… ¡¿Has visto su vestido?!¡Mi hermana se lo ha hecho exclusivamente, ni en diez mil años podríamos tener algo tan divino!
A Esperanza se le enrojeció el rostro y de la molestía estuvo a punto de decir una vulgaridad, sin embargo, Zahara intervino abofeteando a la peli blanca.
-Eres una idiota, Mahara, “La belleza se lleva en el corazón...no en lo que uses”- Le recordó la pelinegra.
-¡Agh! ¡Estoy harta!-chilló la peli ocre apretando la mandíbula, conteniendo la rabia que poco a poco la consumía- ¡Esa extranjera es como una torre en pleno océano o como la flor más radiante en el pantano! Todos la desean, los tiene a todos a sus pies… tiene dinero, tiene amigos ricos… ¡Unos primos guapísimos! ¡seguro tiene un novio genial y su vida es perfecta, porque se nota que pueden hacer lo que les dé la gana! ¿¡Qué importa la belleza del corazón si eres Carmelia!?
Mahara rodó los ojos acariciandose la mejilla golpeada y exclamó con fastidio:
-¡Qué pesada!
De pronto, un escalofrío la recorrió abatiendose hasta su alma y la consciencia, temblorosa, sin escuchar a nadie miró discretamente a ambos lados,rodeó con la mirada el lugar, pero sin éxito de encontrar algo inusual. con la garganta helada volteó hacía sus acompañantes, quienes continuaron quejándose de sí mismas una y otra vez como si nada, en repetición hablando sobre Carmelia y aunque todo parecía normal, lo de siempre, a Mahara le faltaba el aire y en cada poro de su piel sabía simplemente que algo no iría bien esa noche. De pronto se abrieron las puertas del local y un nuevo bullicio se escuchó, sobresaltando a la morena.
Albert levantó la mirada enseguida, preparando su posición para estar lo más cerca de la morena, que al cruzar la gran puerta de roble se llevó consigo más de un suspiro desolado y un piropo atrevido de algún pretendiente indigno de ella.
Mahara tragó saliva nuevamente, ya había perdido la cuenta de cuánto lo había hecho, pues aquel mal presentimiento que la poseía, la hizo recordar aquella noche estrellada de hace dos años y medio en la que igual que esta, la Luna estaba a medias, jueves por la noche, algún bar de la ciudadela, la noche fresca y a su vez cálida… perfecta, al igual que hoy… para intentar matar a Carmelia y volver a fallar en el intento.
Luego de cobrar entradas, pedir cédulas y escabullirse entre la multitud, las tres muchachas lograron entrar al local veintiuno, algo despeinadas y agotadas por la espera, sin embargo, las supuestas amigas de Mahara se irguieron al mismo instante en que solo un muchacho se giró para mirarla, cuando la morena volteó hacia ellas, ellas ya habían desaparecido de su vista. La rola lenta con la que había empezado la fiesta, los pasos repetitivos y cansados que rayaban la pista y las luces color neón intermitentes, le tenían la piel erizada y sudorosa. ¿Qué hacía ahí esa noche? viendo a su alrededor y recordando sus malas experiencias, humillándose al ir con dos sinvergüenzas que solo saben destruir sus vestidos con líquidos extraños, los mismos vestidos exclusivos que le hacía su hermana con mucho amor y que para sus amigas plásticas eran prototipos insuficientes.y por ello los terminaban dañando a la primera postura. Aturdida y cansada de aquella realidad rota, se sentó en un rincón lejos de la fiesta; donde dos chicos discutían alocadamente a uno de sus costados, sin querer escuchar se centró en la rola que sonaba ¿Quienes eran? Sonaban a Maneskin… pero no estaba segura. Le dolía ligeramente la cabeza y los párpados le pesaban de más. Un bostezo, al minuto uno más y al tercero espabiló cuando sintió un peso inusual sobre su hombro izquierdo.
Involuntariamente abrió los ojos como si hubiese tenido un espasmo, entreabrió los labios y la música pareció subir la frecuencia, porque ahora la escuchaba con total claridad, sin siquiera aturdirse.
-Eres uno de los cuatro-Susurró Mahara con los ojos brillantes.
El pelinegro bostezó.
-En realidad...Éramos cinco, pero uno se volvió niña...- Sonrió el chico y luego una lágrima rodó por su mejilla, penetrando la piel porosa de Mahara, quien ahora sudaba emocionada-¿Quién eres tú?-Tuvo un pequeño hipo- Sabes… estoy prendido…
Otro hipo abrazó al pelinegro y Mahara ¡Pobre chica! no sabía ni siquiera como reaccionar ante la situación, sentía los suaves cabellos del pelinegro, olía su perfume suave y sentía su suave piel rozar la suya...tenía a uno de los cuatro junto a ella, aunque… él había dicho cinco… pero ¿eso acaso importaba? por supuesto que no. bueno, lo tenía babeandole el hombro, literalmente y ella sin poder pronunciar palabra por la admiración que le tenía, es que se había quedado muda.
-¿Sabes?- Le susurró él de pronto, tan cerca de su rostro que Mahara inhaló su aliento sin querer y sintió cómo se mezclaba con el de ella, como se mezclaba con sus nervios y con su ansiedad- Una noche…- prosiguió él de forma melosa-... A Carmelia quisieron matarla…
Ella lo miró enseguida de reojo y parpadeó tres veces seguidas… ¿Que había sido aquello?
-¿Ah sí?- preguntó ocultando sus nervios- ¿Quíen?
-No se sabe- Respondió él de inmediato encogiéndose de hombros- Nadie sabe quién fue o por que lo hizo...es más…-el pelinegro se acercó mucho más a la peli blanca- Hasta el sol de hoy no se sabe en dónde está el arma con la que que iba a matarla…
Mahara pestañeó dos veces y luego susurró:
-¿Y no ha vuelto a repetirse?
-¿Qué?-Dijo él soltando un hipo.
-Que quisieran matarla.
Él le mostró una amplía y tierna sonrisa.
-No-Contestó volviendo a caer en el hombro de la chica, jugando con uno de sus mechones- Nosotros siempre estamos ahí para ella, desde ese día jamás la dejamos salir sola… digo, de fiesta, por que… seguro no lo sabes ... pero desde esa noche ella tiene un trauma…
El hizo una pausa y todo pareció detenerse para Mahara. Entonces el chico agregó:
-Y no puede salir sola, porque no lo ha podido superar… y como no se sabe defender, tiene miedo a que puedan matarla de nuevo…
Mahara estuvo a punto de preguntarle más, quería saber mucho más, pero de la nada, en un solo tirón, el pelinegro se desprendió de ella para quedar en los brazos de un rubio, alto, de hombros anchos y ojos azules, casi grisáceos, Millán, uno de los cuatro.
-Lo siento preciosa, Jesús no sabe lo que dice…-Le sonrió Millán con vergüenza- Espero que no te haya incomodado demasiado con alguna babosada…
-No, solo hablaba incoherencias- Sonrió ella ampliamente- Me cayó muy bien…
Millán la observó unos segundos, algo le resultaba familiar en ella y estaba casi seguro de que el imbécil de su amigo le había dicho algo importante a aquella muñeca. Pero… ¿cómo asegurarlo?
-¿Segura?- Insistió Millán sonriendo de la misma manera- Digo… él a veces puede que invente cosas sobre los demás… o peor… sobre Carmelia… ¿Entiendes mi preocupación, cariño?
Ambos sintieron la tensión y de la misma manera, ambos sonrieron al instante.
-Lo entiendo- Ella tragó saliva- No me dijo nada imprudente… no te preocupes…
-Millán, así me llaman- se apresuró el rubio a tenderle la mano, haría lo que fuera por tener a aquella muchacha vigilada, si tenía que besarla, atraerla y conquistarla para que estuviera lejos de Carmelia toda la noche, lo haría.
-Bueno… creo que es mejor que me vaya…-Mahara se levantó del asiento con lentitud, pero Millán ya había picado adelante.
-¿Y si mejor dejas que te invite un trago?-Él tragó saliva- Digo… no te levantes...
-Entonces… no me puedo levantar…-dijo ella alzando una de sus cejas, con un tono atrevido en su voz y en su mirada.
El Castaño, notando el ligero cambio en la personalidad de aquella mujer, quiso saber qué escondía...que le había dicho Jesús y que era ese presentimiento horrible que lo recorría, algo así como de estar con la persona correcta en el contexto equivocado… esto lo hacía doblegarse directamente hacía esa extraña.
-Exactamente…-Prosiguió él- Mira… dejo a mi amigo...te traigo un trago y nos vamos a algún lugar para que podamos estar solos… ¿Qué te parece?
Mahara por un momento lo miró incrédula y luego sonrió lúcida.
-Juegas conmigo- dijo ella levantándose- A menos que me digas que quieres y por qué me propones esto, me iré ahora mismo… eres uno de los cuatro, especialmente tú siempre estás espantando a las chicas de Carmelia, te he visto hacer esto una y otra vez… ¿Es que represento una amenaza para ti? ni siquiera me conoces… Idiota.
Millán no sabía que decir, no sabía en lo que se había metido, solo sentía la mirada de aquella chica sobre él, directa, fría, calculadora, clavada en sus ojos como si quisieran atravesarlo hasta el fondo, como si de él quisiera todos sus pecados.
-Tu ganas- Confesó él- Soy un idiota, pero solo por que quiero saber que fue lo que te dijo mi amigo…
Ella soltó una carcajada.
-¿Y tú qué me darás a cambio?
Millán puso los ojos en blanco.
-¿Disculpa?
-Si te digo que me dijo Jesús…¿Qué me darás a cambio?
Millán se encontraba incredulo, no sabía si debía contestar o debía irse de aquel lugar de inmediato, esa chica… tenía un alma de fuego y unos ojos amenazantes que cambiaban de brillo constantemente, como si varias personalidades vivieran dentro de ella y salieran como barajas españolas, una y otra vez, como si la vida fuese una partida. Aquel niño inmaduro de veintitrés años de edad, con mirada seductora y provocativa, en ese momento se dio cuenta de que ella no era igual a las chicas que había seducido y cayó redondito en una trampa en donde si se protegía a él mismo, no podría proteger a los demás… y jamás podría proteger a Carmelia.
En ese justo momento se formó la hora loca y del otro lado de la rumba, los centavos brillaban como el sol frente a Carmelia, que los ganaba uno a uno, la gente festejando, Elias cobrando, la música a todo volumen, los viejos chsitando los dientes y las luces parpadeantes con ciertas sustancias que se dispersaron en el aire...la emoción de la gente, las miradas intentas, la tensión entre Mahara y Millán… Esa noche todo se salió de control.
Continuará-
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