Es sutil, pero con consecuencias notorias.
Estamos en una reunión con familiares o amigos. Alguien está contando algo, cualquier cosa y nuestra mente nos arroja conclusiones. "Tiene problemas de autoestima", "Necesita de meditación", "Debe pulir sus habilidades de comunicación". En el mejor de los casos, nos guardaremos nuestras observaciones para un momento más relevante. En el peor, dejamos de escuchar, sino solamente nos quedamos esperando a que termine de hablar para entonces atacarlos por sorpresa con un consejo que nadie nos pidió.
Pues bien, son cosas que hace la mente. Pienso en ello porque leí la iniciativa de nuestra estimada columnista @damarysvibra. Vale la pena considerar por qué hacemos eso, o al menos por qué nos dan ganas de corregir a todo el mundo, desde luego, con mi propia óptica de persona que tiene la mala costumbre de querer ayudar a los demás.
¿Como así que mala costumbre?
El que tiene ganas siempre busca una excusa, dicen por ahí. En mi caso se debe a que mi intelecto ha sido siempre la dimensión que más fuerza ha tenido en mi vida lo que me proveyó luego la identidad de "inteligente". Precísamente la inteligencia intelectual es considerada aquella que sirve para resolver problemas.
Entonces, más temprano que tarde, con la experiencia de que la gente me querrá o admirará por mi intelecto y tintes de bueno, voy y doy mi opinión personal sobre como mejorar inseguridades, en una conversación que nisiquiera venía al caso.
Voy a decir todavía más. Pudiera ser que tuviese esa identidad tan arraigada que intencionalmente me siento más confiado en presencia de personas con problemas porque sé que tengo algo que ofrecer para ellas. Solo está el pequeño... minúsculo detalle, que a nadie le gusta realmente hablar de sus fallas, inseguridades y problemas, a menos que estén preparados.
Nadie quiere hablar con alguien que, segundos apenas de saludarle, traerá a colación como vamos con nuestros peores traumas o inquietudes, salvo aquellos que sientan que solo serán escuchados a menos que tengan un problema. Eso explica por qué, en mi juventud, llegaba a sentirme abrumado por la cantidad de personas que solo venían a quejarse conmigo y encima, tenía yo la sensación de que me usaban. No me estaba dando cuenta que me había aferrado a una identidad que me estaba generando un problema. ¿Pero como quitarse esa máscara? Después de todo, siempre que alguien tuviese una dificultad emocional o mental, más me querría porque podría brindar confort o soluciones.
¿Será eso todo lo que soy o lo que tengo que ofrecer?
Vale la pena reflexionar en ello, querido lector. Tal vez como hombre tengas la impresión de que salvo que tengas dinero, no tienes nada que ofrecer. Es lo que nos ha enseñado la cultura, los medios del entretenimiento e incluso las novelas. Si no tienes dinero, ni te molestes en ir de fiesta con tus buenos sentimientos. ¿Y qué tal las damas? También una mala mano les ha tocado en la sociedad en qué vivimos. Se les dice una y otra vez que si no son lindas no tienen derecho a afecto siquiera.
¿Eso es todo lo que tenemos para ofrecer? ¿Dinero o nuestros cuerpos?
La convivencia me ha demostrado que no. Podrás tener todo el dinero del mundo y todos te sacarán el cuerpo igual si resulta además que eres un pedante insoportable. Lo mismo se podría decir de la belleza más grata, que a veces puede encubrir transtornos de personalidad lo más tenebrosos.
Más temprano que tarde encontraremos en nuestros juicios, ansiedades y disparatados pensamientos fatalistas, que muy adentro hay alguien que tiene miedo de que no le quieran, le rechacen o maltraten. La meditación mucho me ha respaldado en esta labor. Si tan solo te sientas y te atreves a sentir aquello que desesperadamente has intentado resolver durante trabajo duro y lágrimas, te darás cuenta que estás envuelto en un juego asfixiante que nunca ibas a ganar porque la inseguridad no termina por irse por más que sigas escalando. Siempre es posible que pierdas todo y siempre hay alguien peor que tú.
Así que eso hice y sigo haciendo. Me senté y me di cuenta que llevaba dentro de mí una enorme verguenza. Le tenía pánico a hablar con alguien y que se tocaran los temas que más pena me causaban. Ahora, en el presente, puedo notar que puedo hablar con más confianza con los demás porque puedo abordar esos temas con total sinceridad.
Así es como finalmente se acaba el juego. No ganando o perdiendo, sino dejando de jugar.
It is subtle, but with noticeable consequences.
We are at a meeting with family or friends. Someone is telling something, anything, and our mind throws it's conclusions. "He has self-esteem problems", "He needs meditation", "He must polish his communication skills." At best, we will save our observations for a more relevant time. At worst, we stop listening, but we just wait for them to finish speaking and then attack them by surprise with advice that no one asked us for.
Well, these are things that the mind does. I think about it because I read the initiative of our esteemed columnist @damarysvibra. It is worth considering why we do that, or at least why it makes us want to correct everyone, of course, with my own perspective as a person who has the bad habit of wanting to help others.
What do I mean by a "bad habit"?
He who has a need will always looks for an excuse, they say. In my case it is because my intellect has always been the dimension that has had the most strength in my life, which later provided me with the identity of "intelligent." Intellectual intelligence is precisely considered that which serves to solve problems.
So, sooner rather than later, with the experience that people will love or admire me for my intellect and good qualities, I go and give my personal opinion on how to improve insecurities, in a conversation that was not even relevant.
I'm going to say even more. It could be that I have such a deep-rooted identity that I intentionally feel more confident in the presence of troubled people because I know I have something to offer them. There's just the small... tiny detail, that no one really likes to talk about their flaws, insecurities and problems, unless they're prepared.
No one wants to talk to someone who, seconds after saying hello, will bring up how we deal with our worst traumas or concerns, except those who feel that they will only be listened to unless they have a problem. That explains why, in my youth, I felt overwhelmed by the number of people who only came to complain to me and on top of that, I had the feeling that they were using me. I wasn't realizing that I had held on to an identity that was causing me a problem. But how to remove that mask? After all, whenever someone was having an emotional or mental difficulty, they would love me more because I could provide comfort or solutions.
Is that all I am or all I have to offer?
It is worth reflecting on this, dear reader. Maybe as a man you have the impression that unless you have money, you have nothing to offer. It is what culture, entertainment media and even novels have taught us. If you don't have money, don't even bother go to a party with your good feelings. And how about the ladies? They have also been dealt a bad hand in the society in which we live. They are told over and over again that if they are not pretty they have no right to affection even.
Is that all we have to offer? Money or our bodies?
Coexistence has shown me that it is not. You can have all the money in the world and everyone will leave you alone anyway if it turns out that you are an unbearable pedant. The same could be said of the most pleasing beauty, which can sometimes cover up the darkest personality disorders.
Sooner or later we will find in our judgments, anxieties and crazy fatalistic thoughts that deep inside there is someone who is afraid of being unloved, rejected or mistreated. Meditation has greatly supported me in this work. If you just sit down and dare to feel what you have desperately tried to solve through hard work and tears, you will realize that you are involved in a suffocating game that you were never going to win because the insecurity does not end up going away no matter how much you keep climbing. It is always possible that you will lose everything and there is always someone better than you.
So that's what I did and continue to do. I sat down and realized that I had a huge shame inside me. I was terrified of talking to someone and having the topics that caused me the most pain come up. Now, in the present, I can notice that I can speak more confidently with others because I can approach those topics with complete sincerity.
This is how the game finally ends. Not by winning or losing, but simply by stop playing.
@tipu curate 8
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Thanks for your support!
Diste en el blanco con lo de que a veces tenemos la manía de dar un consejo cuando alguien nos está contando algo... en el pasado yo hacía eso y en lo que me di cuenta, me quité esa costumbre. Siempre hay que escuchar primero, darle ese soporte a la persona que solo quiere desahogarse. Definitivamente, la introspección nos salva y es lo que nos hace crecer cada día como personas. Saludos, @selftheist 🙌.
Así es, estimada. A mí me ha estado costando un poco más porque este modelo de conversación no lo había experiementado en ningún otro sitio. Tengo que recriarme en este respecto para poder lograrlo jajaja. Pero nada que la práctica constante no resuelva.
Congratulations @selftheist!
You raised your level and are now a Minnow!