SÁBADO...

in Literatoslast month (edited)

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Comenzó el sábado sin prisas. Los tiempos de cada actividad tenían sus propios ritmos... La limpieza bucal, el aseo rutinario, el café sin dejar enfriar, todo estaba en su lugar. La tarde ya estaba comprometida; tenía que arbitrar como casi cada fin de semana... Pero esta vez no era cerca de casa, la cita era en un pueblo. Olesa de Montserrat. Unos 40 km tenían la culpa. El bus y el tren, y partido difícil de arbitrar.

El equipo de Hospitalet, de primera nacional, era el visitante. Esperaba tensión, grandes jugadores y mucha igualdad.

Negocié con mi mujer el salir por la mañana y ver jugar a varios alumnos. Para algunos, era su primera competición; para otros, continuidad. Todo salió como esperaba: ganaron, perdieron y así pasé la mañana. Decidí acercarme ya al sitio del encuentro. No quería sorpresas, a las 17:00 h comenzaba y, como buen árbitro, casi una hora antes se debe estar.

Con un bocadillo de tortilla y un café americano, sacié el hambre que empezaba a llamar sin molestar.

Y así llegó la hora señalada. Se respiraba tensión antes de empezar. El calentamiento fue intenso y duro. Llegó la hora del sorteo, la foto de rigor; la guerra empezaba ya.

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El partido se extendió por cuatro horas. Hubo algún incidente, malos gestos y acciones, alguna palabra malsonante y un gran desgaste emocional.

Salí corriendo del lugar. Corría peligro; el tren y el bus, y la llegada a casa aún se podía retrasar más.

Todo parecía encajar y conseguí llegar al último bus. Prueba superada y, aunque tarde, por fin veía la luz de mi hogar.

De repente, se fue la luz interior del bus... Pensé que como ya quedaba poco y era el último, era normal. Seguía entretenido con el móvil; de vez en cuando asomaba por la ventanilla de noche... En la ciudad todo parece igual. Al rato observé fijamente. Pensé que ya debía haber llegado a la parada final. Miraba lugares diferentes, otros anchos de calles. Miré algún letrero. No me cuadraba, me acerqué al conductor y la chica de repente se asustó y me preguntó si estaba... Claro... le dije, estoy aquí, así le repetí dos veces. Todo era tan extraño. Me dijo que pensó que estaba solo y que me dirigía ya a las cocheras. Marta me dijo su nombre. Y ahora, ¿qué haremos? Yo ya no tengo mucha fuerza, si no me bajaba aquí ya. Por dios, me dijo... una y otra vez. No se preocupe, doy la vuelta que haga falta y lo dejo en su lugar. Así que por un momento me sentí fantasma, pero la muy simpática conductora cumplió con su trabajo y en el final de su recorrido, y antes de llegar a las cocheras, me volvió a dejar. Llegué exhausto y a ver cómo le cuento esto a mi mujer sin reírme y que me crea. La historia de este sábado nunca en mi memoria se olvidará.

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Texto propio.
Fuente de la imagen... Propia