El indigente | The homeless (SPA-ENG)

in Literatoslast month (edited)

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En una concurrida esquina de un pueblo pujante y aspirante a ciudad, Adán yacía con la vista perdida; absorto, mudo y con un desaliñado ropaje, propio de una indigencia sobrevenida. Inspiraba variopintas reacciones entre quienes transitaban, en esa hora del día, en la que las ilusiones vuelan para entrelazarse con los más ingenuos planes. Algunos le veían con disimulada actitud compasiva, mientras que otros denotaban en sus rostros la más sórdida satisfacción.

—¿Qué le habrá pasado a Adán para estar en ese estado?

—¡No sé! Pero seguro estará pagando algún pecado oculto. Ya sabes, como dicen los hindúes, viviendo según el karma.

—¡Qué dices! ¡Si Adán es un hombre bueno, que no hacía mal a nadie!

—¡Bueno! ¡Esos, los que parecen perfectos, son los mayores pecadores!

—¿Por qué te expresas así? ¿Qué mal te ha hecho Adán?

—A mí nada. Pero siempre supe que había algo malo en él. Nadie puede parecer tan correcto, me atrevería a decir, perfecto.

—¡Te escucho, y me parece que disfrutas de su actual estado!

—No, nada de eso. Es solo que creo que se hace justicia.

—¿De cuál justicia hablas? No recuerdo que él te hiciera algo malo. Al contrario, él siempre fue una persona solícita para con todos: siempre presto a ayudar. Como en aquella ocasión en la que prestó sus apuntes antes del examen decisivo de matemática.

—Sí, lo recuerdo bien. Yo reprobé, y él, como siempre, alcanzó la máxima nota.

—Yo aprobé, gracias a sus apuntes. ¿No le estarás echando la culpa por haber reparado la asignatura?

—¡No..., por supuesto que no! En todo caso, eso pasó hace mucho tiempo.

—Dejemos la charla y vamos a ayudarle, ¿te parece?

—¡Anda tú, si quieres! Él siempre fue tan autosuficiente. Quizás esté loco e intente agredirnos. Yo no me anoto.

Adán los escuchaba sin verlos, a pesar de estar en la otra esquina. Lamentó en el fondo de su ser, el haber despertado tan gran resentimiento, y ser motivo de envidia para otros. Cuántos como él, lo odiarían sin motivos, solo por ser como era. Incluso, en su aparente posición, aún inspiraba reconcomios. No obstante, también era consciente, que nada podía hacer al respecto para solventarlo: lo hecho no se puede cambiarse, al igual que sus omisiones.

—¿Adán, estás bien?

—¿Por qué he de estar mal?

—¡Pareces un indigente!

—¡Ah…, mi aspecto! ¿Qué hay de malo en ello?

—¡Mírate!

—Sí, tienes razón. Me miro en ti, ¿estoy mal?

—Sí, estás loco.

—¡Tal vez…! ¡Pero al fin libre, en el camino correcto! En cambio, tú, ¿eres libre? Aprovecho este momento para pedirte perdón, por no haberte ayudado más cuando podía.

Adán volteó y miró con compasión casi infinita al antiguo compañero que en la otra esquina seguía el encuentro con avidez.

—Dile que tiene mi bendición, y que le lego parte de mis bienes. A donde voy no los necesitaré.

—¿A dónde vas, Adán?

Él sonrió con un brillo inusitado en su mirada.

—Al encuentro con mi origen, al tuyo, a donde todo ser libre debería estar. Cuando llegue el momento lo entenderás.

Sacó una carpeta del bolso que colgaba de su hombro izquierdo: un poder notariado, refrendado en puño y letra con las firmas de testigos, acreditaba la propiedad de todo sus bienes en el pueblo a su tenedor. Se despidió cálidamente y se alejó del pueblo hasta perderse de vista.

Ambos hombres, en ese instante, no comprendieron lo sucedido. Eran ricos: varios inmuebles, vehículos, y una cuenta bancaria que superaba los nueve dígitos. La suerte le había sonreído de la mano de Adán. Empero, la duda carcomía el corazón de uno de ellos, el compasivo, mientras tanto, el otro, celebraba la supuesta locura de Adán.

—¡Sabes, voy en busca de Adán!

—¡Bueno, ve si es lo que quieres! Yo, en cambio, seguiré disfrutando de lo que merezco.

Así, el compasivo, a la mañana siguiente, partió tras las huellas de Adán. Siguió la senda de la montaña hasta alcanzar una altura considerable y vio con horror como detrás de sí, el pueblo era bombardeado sin aviso alguno. Acababa de iniciar una era de oscuridad para los habitantes de las ciudades.

Fin


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Un microrrelato original de @janaveda

Imagen de Mohamed Hassan en Pixabay


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In a busy corner of a thriving town aspiring to become a city, Adam lay with his eyes lost; absorbed, mute, and disheveled clothing, typical of a supervening destitution. He inspired various reactions among those who passed by at that time of day when illusions fly to intertwine with the most naive plans. Some looked at him with dissimulated compassion, while others denoted in their faces the most sordid satisfaction.

“What has happened to Adam to put him in this state?”

“I don't know! But he must be paying for some hidden sin. You know, as the Hindus say, living according to karma.”

“What are you talking about? Adam is a good man, who did not harm anyone!”

“Well, those who seem perfect are the greatest sinners!”

“Why do you express yourself like that? What evil has Adam done to you?”

“Nothing to me. But I always knew there was something wrong with him. No one can seem so right, I dare say, perfect.”

“I hear you, and it seems to me that you enjoy his present state!”

“No, nothing of the sort. It's just that I think justice is done.”

“Which justice are you talking about? I don't remember him doing anything wrong to you. On the contrary, he was always helpful to everyone: always ready to help. Like the time when he lent his notes before the decisive math exam.”

“Yes, I remember it well. I failed, and he, as always, got the highest grade.”

“I passed, thanks to his notes. You're not blaming him for having repaired the subject?”

“No..., of course not! In any case, that was a long time ago.”

“Let's stop talking and go help them, shall we?”

“Well... You go if you want. He was always so self-sufficient. Maybe he's crazy and will try to attack us. I'm not in.”

Adam listened to them without seeing them, even though he was in the other corner. He regretted in his heart that he had aroused so much resentment and was a source of envy for others. How many like him would hate him for no reason, just for being the way he was. Even, in his apparent position, he still inspired pity. However, he was also aware that there was nothing he could do about it: what had been done could not be changed, nor could his omissions.

“Adam, are you all right?”

“Why should I be sick?”

“You look like a pauper!”

“Ah... my looks! What's wrong with that?”

“Look at you!”

“Yes, you're right. I look at you, am I wrong?”

“Yes, you're crazy.”

“Maybe...! -But free at last, on the right path! You, on the other hand, are you free? I take this moment to ask your forgiveness for not having helped you more when I could.”

Adam turned and looked with almost infinite compassion at his former companion, who was avidly following the encounter in the other corner.

“Tell him that he has my blessing and that I bequeath him part of my goods. Where I'm going I won't need them.”

“Where are you going, Adam?”

He smiled with an unusual gleam in his eye.

“To the meeting with my origin, to yours, where every free being should be. When the time comes you will understand.”

He took a folder out of the bag that hung from his left shoulder: a notarized power of attorney, countersigned in handwriting with the signatures of witnesses, accredited the ownership of all his property in the town to its holder. He said goodbye warmly and walked away from the town until he was out of sight.

Both men, at that moment, did not understand what had happened. They were rich: several properties, vehicles, and a bank account that exceeded nine digits. Luck had smiled on them from Adam's hand. However, doubt gnawed at the heart of one of them, the compassionate one, while the other celebrated Adam's supposed madness.

“You know, I'm going in search of Adam!”

“Well, go if that's what you want! I, on the other hand, will continue to enjoy what I deserve.”

So, the compassionate one, the next morning, set out in Adam's footsteps. He followed the mountain path until he reached a considerable height and watched in horror as behind him the village was bombarded without warning. An era of darkness had just begun for the inhabitants of the cities.

The end


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An original drabble by @janaveda in Spanish and translated to English with www.deepl.com (free version)

Image by Mohamed Hassan in Pixabay


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¡Bienvenido!
Grande Esopo. … disfrutando de lo que merezco. ¿Quién decide los merecimientos? Bueno y malo llegan a intercambiar posiciones cuando los miramos en perspectiva. ¿Qué diría Job?

He disfrutado mucho esta lectura, celebro volver a leerle. Un abrazo fuerte, mi amigo.

Gracias Félix.

¿Qué diría Job? ¡No sé...! Quizás, quien es él para llamar a cuenta a Dios. Todo hombre en la imagen de Adán tiene que transitar el camino, y estar agradecido por lo recibido.

Me contenta mucho tus comentarios, los eché mucho de menos. Pienso ahora, un sin sentido haber estado tan ausente, pero a veces es propicio entrar a cuenta con uno mismo.

Saludos, mi amigo.

Agradezco al creador por cuanto acontece en mi vida. Hoy inclusive por lo que en el pasado me llevo a increparlo. No es que deje de ser un rebelde, pero creo haber llegado a conocerlo mejor, igual ruego no me ponga a prueba, no sea que levante en desacato.
De las cuentas entre Usted y su alma, son muy suyas, con que estén en orden para Vos es suficiente.
Y que no hay, como un retiro, una experiencia de silencio monástico para crecer.
Hasta mañana.

Muchos días sin leerte @janaveda, pero nuestro reencuentro en esta historia, me ha dejado gratamente impresionada. El giro inesperado del final me dejó sin palabras.
Aplausos para esta historia y espero sea recompensada como se merece.
Un abrazo de mi parte.

Hola @isauris

Antes de todo, recibe un caluroso abrazo virtual. Sí, el tiempo pasa muy rápido, no posteaba desde el 22 de febrero, un necesario descanso para la pluma, bueno, para los dedos. Jajaja.

Me alegra que te haya gustado. Ya me siento bien recompensado con tus palabras. Dale un abrazo de mi parte a tu papi.

Todos necesitamos un descanso de vez en cuando. Me alegro mucho de que volvieras.
Seguro papá se da una vuelta por acá, sé que también te ha echado de menos, pero igual le doy tu abrazo

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Muchas gracias por el apoyo.

Me alegro mucho de poder volver a leerte. El relato es muy interesante; Me gustó el final, un castigo que se repite cada día (al menos yo lo veo así). Me parece muy bien apuntado como se puede vivir la autosuficiencia como arrogancia; como ser buena persona puede llegar a herir al que no lo es. Realmente un relato para pensar.
Un abrazo @janaveda

Hola @enraizar

La alegría es mutua. Cada quien recibe lo que merece, creo que esto es una sentencia muy sensata. De toda forma, uno debe esforzarse en alcanzar y construir la mejor versión de sí mismo.

Saludos.

Totalmente de acuerdo. Sobre el castigo, en mi lectura del texto he visto el castigo diario del que sigue el becerro de oro. Y el final de la población como una metáfora del día a día. Un abrazo @janaveda

Hola, @janaveda. Hacía tiempo que no leía nada tuyo. Este relato, muy bien escrito, nos presenta a un personaje que quizás ha alcanzado su claridad ante los otros aún en la oscuridad, y una historia de final sorprendente, casi como castigo. ¡Muy interesante! Saludos,

Hola, mi estimado @josemalavem

Sí, estuve ausente por actividades varias, pero ya estoy de vuelta. Añoraba la nutritiva interacción con mis amigos en la comunidad. Muy complacido de que el relato haya sido de su agrado.

Saludos.

Muy bueno y original, felicitaciones. También me gustó que no solo escribes y ya, aquí hay arte hasta en la manera visual de presentar la historia, con las imágenes y adornos. Todo me encantó, felicitaciones...

Hola, @jesuslnrs

Muchas gracias por tan generoso y alentador comentario.

Saludos.

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