Aventuras Yordles: la maldición del artefacto

in #spanish8 months ago


Explotación Yordle

Los pequeños exploradores yordles eran un grupo de aventureros que se dedicaban a recorrer el mundo y descubrir sus secretos. Estaba formado por Teemo, el líder y el más valiente de todos; Tristana, la experta en armas y explosivos; Lulu, la hechicera que podía transformar las cosas con su varita; y Ziggs, el inventor que creaba artefactos increíbles con su ingenio.

Un día, los pequeños exploradores yordles decidieron ir a explorar una antigua ruina que se encontraba en una isla lejana. Según las leyendas, allí se ocultaba un poderoso artefacto mágico que podía conceder cualquier deseo. Los yordles estaban emocionados por la posibilidad de encontrarlo y ver qué podían hacer con él.

Llegaron a la isla después de un largo viaje en barco y se adentraron en la ruina. Era un laberinto de pasillos y cámaras llenas de trampas y enigmas. Los yordles tuvieron que usar sus habilidades y su astucia para sortear los obstáculos y avanzar hacia el centro de la ruina.

Finalmente, llegaron a la cámara principal, donde se suponía que estaba el artefacto. Era una sala circular con un pedestal en el medio. Sobre el pedestal, había una pequeña esfera brillante que emitía un resplandor multicolor. Los yordles se quedaron maravillados ante la vista y se acercaron con cautela.

¿Será este el artefacto? – preguntó Tristana.

Parece que sí – respondió Ziggs – Tiene una energía mágica muy fuerte.

¿Qué creen que pueda hacer? – preguntó Lulu.

No lo sé – dijo Teemo – Pero hay una forma de averiguarlo.

Teemo se adelantó y extendió su mano hacia la esfera. Los demás yordles le gritaron que no lo hiciera, pero era demasiado tarde. Teemo tocó la esfera y una descarga eléctrica lo recorrió. Teemo soltó un grito de dolor y cayó al suelo. La esfera se apagó y se hizo añicos.

¡Teemo! – exclamaron los demás yordles y corrieron a socorrerlo.

Teemo estaba inconsciente y tenía quemaduras en su mano y su cuerpo. Los yordles lo tomaron en brazos y lo llevaron fuera de la ruina. Lo acostaron en una camilla improvisada y le aplicaron ungüentos y vendajes.

¿Creen que esté bien? – preguntó Lulu con preocupación.

Esperemos que sí – dijo Tristana – Fue muy imprudente tocar el artefacto sin saber qué era.

Tal vez era una trampa – sugirió Ziggs – O tal vez el artefacto estaba maldito.

Sea lo que sea, espero que no le haya pasado nada malo – dijo Lulu.

Los yordles se quedaron junto a Teemo, esperando que despertara. Pasaron las horas y el sol se puso. La noche cayó sobre la isla y los yordles encendieron una fogata para calentarse.

De repente, Teemo abrió los ojos. Los yordles se alegraron y se acercaron a él.

¡Teemo! – exclamaron - ¡Estás despierto!

¿Cómo te sientes? – preguntó Lulu.

¿Qué pasó? – preguntó Ziggs.

¿Estás bien? – preguntó Tristana.

Teemo los miró con una sonrisa maliciosa. Sus ojos brillaban con un tono rojizo y su voz sonaba diferente.

Estoy mejor que nunca – dijo Teemo – Gracias a ustedes, he conseguido lo que siempre quise.

¿Qué quieres decir? – preguntó Lulu con confusión.

El artefacto era un portal a otra dimensión – explicó Teemo – Una dimensión donde el mal reina y el caos es ley. Cuando lo toqué, una parte de esa dimensión entró en mí y me transformó. Me dio un poder inimaginable y un deseo irrefrenable de destruir.

¿Qué? – exclamaron los demás yordles con horror.

Ahora soy el Teemonio – dijo Teemo – El señor de la oscuridad y el terror. Y ustedes serán mis primeras víctimas.

Teemo se levantó de la camilla y sacó una daga de su mochila. Se lanzó sobre los demás yordles con un grito de locura.

¡Muere, muere, muere! – gritó Teemo.

Los demás yordles se defendieron como pudieron, pero Teemo era demasiado rápido y fuerte. Los atacó con una furia despiadada, sin dejarles escapar. Uno a uno, los fue apuñalando y mordiendo, hasta que no quedó ninguno con vida.

Teemo se detuvo y contempló su obra. Los cuerpos de sus antiguos amigos yacían en el suelo, bañados en sangre. Teemo se rió con satisfacción.

Eso es lo que se merecen por ser tan débiles y estúpidos – dijo Teemo – Ahora, voy a conquistar este mundo y a hacerlo mío. Nadie podrá detenerme. Soy el Teemonio. Soy el mal.

Teemo se alejó de la escena, dejando atrás la fogata y la ruina. Se dirigió hacia el barco que los había traído a la isla, dispuesto a zarpar hacia su próximo destino. Mientras caminaba, cantaba una canción que había inventado.

Soy el Teemonio, el más malvado de todos. Soy el Teemonio, el que causa el dolor. Soy el Teemonio, el que no tiene piedad. Soy el Teemonio, el que reirá al final.

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