En un rincón tranquilo de la planta pediátrica del hospital,

in #spanish27 days ago

Martín, un padre preocupado, se sentó junto a la cama de su hijo Nicolás. Nicolás tenía ocho años y una sonrisa valiente que iluminaba la habitación, a pesar de los cables y las máquinas que lo rodeaban.

La enfermedad había atrapado a Nicolás en su pequeño cuerpo, pero no en su espíritu. Martín observaba cómo su hijo luchaba contra el dolor y la incertidumbre con una fuerza que parecía imposible para alguien tan joven. Nicolás había pasado semanas en el hospital, sometido a pruebas, tratamientos y largas noches de insomnio.


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Martín se aferraba a la esperanza como un salvavidas. Cada día, le leía cuentos a Nicolás, creando mundos mágicos donde los héroes vencían a los dragones y los sueños se hacían realidad. Nicolás escuchaba atentamente, sus ojos brillando con asombro.

Una tarde, mientras el sol se filtraba por la ventana, Martín decidió llevar la magia un paso más allá. Sacó su vieja Game Boy del fondo de su mochila y la colocó en las manos de Nicolás. El niño miró la consola con curiosidad.

"¿Qué es esto, papá?", preguntó Nicolás.

"Es un tesoro", respondió Martín. "Es la llave para un mundo lleno de aventuras".

Juntos, padre e hijo se sumergieron en el mundo pixelado de los videojuegos. Nicolás manejaba a Mario en su búsqueda por rescatar a la princesa. Martín lo alentaba, celebrando cada salto y cada moneda recolectada. A medida que avanzaban en el juego, Nicolás olvidaba momentáneamente el dolor y la enfermedad. La Game Boy se convirtió en su aliada, su escape de la realidad.

Las noches se volvieron menos solitarias. Martín y Nicolás compartían secretos sobre cómo vencer a los jefes finales y descubrir los atajos ocultos. La risa llenaba la habitación, y por un momento, el hospital dejaba de ser un lugar de dolor y se transformaba en un refugio de complicidad y amor.

Una tarde, cuando Nicolás estaba particularmente agotado, Martín se sentó junto a él y le susurró:

"Nico, los videojuegos son como la vida. A veces enfrentamos obstáculos, pero también encontramos tesoros inesperados. Y siempre, siempre hay una forma de seguir adelante".

Nicolás sonrió y asintió. Sabía que su padre tenía razón. Juntos, continuaron jugando, creando su propia historia en aquel pequeño rincón del hospital.

Y así, entre cables y píxeles, Martín acompañó a su hijo en una aventura que trascendía las pantallas y los niveles. Porque en ese hospital, la verdadera magia no estaba en los videojuegos, sino en el amor inquebrantable de un padre por su hijo.





Foto tomada con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.

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¡Excelente querido amigo! Un enorme mensaje de amor, el mundo necesita imperiosamente recuperar la familia, base de toda sociedad.