Había una vez una familia llamada Galué, compuesta por los padres, María y Javier, y sus dos hijos, Lucía y Martín. Cansados de la rutina y el estrés de la ciudad, decidieron pasar unas fabulosas vacaciones en el partido de La Costa, en la provincia de Buenos Aires, Argentina.
La Costa era un paraíso de playas interminables, dunas doradas y aguas cristalinas. Los Galué alquilaron una pequeña cabaña cerca de la playa y se sumergieron en días llenos de sol, arena y risas.
Cada mañana, la familia se despertaba con el sonido de las olas. Desayunaban en la terraza con vista al mar, mientras las gaviotas sobrevolaban en busca de tesoros escondidos en la arena. Lucía y Martín construían castillos de arena, mientras María y Javier se relajaban bajo las sombrillas.
Las tardes eran para explorar. Los Galué recorrieron los senderos de las dunas, descubriendo flores silvestres y pequeños cangrejos. Lucía se convirtió en una experta en encontrar conchas marinas, mientras Martín se aventuraba en el agua con su tabla de surf.
Una noche, la familia organizó una fogata en la playa. Asaron malvaviscos y contaron historias alrededor del fuego. Lucía compartió su deseo de ser bióloga marina, mientras Martín soñaba con surfear olas gigantes en Hawai.
Pero lo más especial de esas vacaciones fue la complicidad entre los Galué. María y Javier se tomaban de la mano mientras caminaban al atardecer. Lucía y Martín compartían secretos bajo las estrellas. Todos juntos, miraban el horizonte y sentían que el tiempo se detenía.
Una tarde, encontraron una botella en la orilla. Dentro, había un mensaje escrito por un niño llamado Nicolás, quien también había visitado La Costa años atrás. El mensaje decía: "Aquí encontré la magia del mar. Espero que ustedes también la descubran".
Los Galué sonrieron y lanzaron la botella de nuevo al océano. Sabían que, de alguna manera, Nicolás tenía razón. En La Costa, habían encontrado algo más que sol y arena. Habían encontrado la magia de estar juntos, de desconectar del mundo y de crear recuerdos inolvidables.
Y así, entre risas y abrazos, los Galué prometieron volver a La Costa cada año. Porque en ese rincón de la tierra, habían encontrado algo que no se podía medir en kilómetros ni en días de vacaciones: habían encontrado el amor y la felicidad en su forma más pura.
Fotos tomadas con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.
