Imaginemos por un momento que las iglesias católicas son como grandes libros de cuentos en piedra y vidrio, donde cada pincelada y cada talla es una palabra en un idioma visual que cuenta historias de fe, esperanza y amor. Aquí hay una explicación poética e inédita de por qué las iglesias católicas están adornadas con arte:
En los muros de la fe se pintan historias,
de santos y ángeles, de penas y glorias.
Cada arco y cada vidriera, un capítulo relata,
de un libro sagrado que al creyente arrebata.
Los techos, como cielos, se alzan en lo alto,
con frescos que narran desde el Génesis al asalto.
De demonios y pecados, de virtudes y martirios,
son lienzos que hablan, más allá de los delirios.
Es un arte que enseña, que guía y que inspira,
en cada misa, en cada oración que se respira.
No son solo decoraciones, son lecciones de vida,
que en la piedra quedan, eternamente esculpidas.
Porque una iglesia sin arte es como un cielo sin estrellas,
como un jardín sin flores, como una noche sin velas.
El arte es la voz de la iglesia que nunca enmudece,
que a través de los siglos, a los fieles enriquece.
Así, el arte en las iglesias católicas no es solo una cuestión de estética, sino una herramienta poderosa de comunicación y enseñanza que trasciende el tiempo y el lenguaje, conectando a los fieles con su espiritualidad y con la historia de su fe.
Fotos tomadas con mi smartphone Samsung Galaxy S22 Ultra.
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