Relato: Una noche en Trecén

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Fuente de la imagen: Pexels

Era una noche calurosa de verano en el poblado de Trecén, Neptuno. Ahí, en las paredes del cuartel general del ejército imperial, el general Adelbarae Borg contemplaba las lunas que se levantaban en lo alto de la bóveda celeste.

Podía sentir cómo el aire rebotaba en su piel desnuda; la luz de las bellas lunas Despina y Talasa brillaban con particular intensidad en la bóveda celeste, iluminando tenuemente la población, una luz que entraba a la ventana de la habitación que compartía con su amada esposa, Güzelay, quien tenía cinco meses de embarazo.

Se volvió hacia ella, recostada en la cama, durmiendo plácidamente, con una mano posada sobre su vientre, como si quisiera transmitirle al bebé que estaban a salvo en el cuartel.

Un escalofrío recorrió su espalda, mientras un atisbo de vulnerabilidad acechaba en su rostro. Un temor que muy pocas veces ha sentido lo tenía intranquilo; una sensación inevitable cuando se hace el juramento de proteger lo más valioso de tu vida oculto ante el mundo. Según le informó uno de sus espías insertados en el interior del palacio imperial, Ecclesía, la Alta Concubina del emperador Ergane VI, trataba de convencer al emperador de entregar la Tierra a Thalos, el Conquistador de Nibiru, como regalo de bodas por su matrimonio por la hija de ambos, Oranna.

Borg dedujo que dicha petición estaba motivada por un amor retorcido. Ecclesía le había prometido a Thalos entregarle la Tierra en algún momento; el Conquistador de Nibiru tenía interés en la Tierra debido a sus recursos de agua y tierra, además de que sospechaba que ahí residía una importante colonia de nibirunianos rebeldes que no dudarían en defender su nuevo hogar si Thalos se atrevía a ponerle un dedo encima.

Era una suerte que Ecclesía no haya descubierto que uno de los miembros de la colonia rebelde era el padre de Güzelay, Iorek Videgaray, antiguo príncipe de Nibiru y sobrino del fallecido gobernante de dicho planeta, Étor El Grande. Si ella lo hubiese sabido desde un principio, era más que probable que Güzelay parara a manos de Thalos, obligando a Iorek a no interferir en la potencial invasión de la Tierra.

Pero Ecclesía no lo supo, y rogó en su fuero interno que jamás lo supiera mientras él estuviera vivo. Por el momento logró interceptar y asesinar a la espía de Ecclesía, enviada a buscar a los padres de Güzelay, y después montó con ayuda de Iorek una fachada de constante búsqueda para mantenerla entretenida.

Ignoraba cuánto tiempo mantendría su engaño, pero mientras Iorek lograse distraerla aunque fuera por unos meses, Borg y sus aliados buscarían el modo de derrocar a Ergane antes de que fuera demasiado tarde.