Hace pocas tardes conversaba con mi nieta por Whatsapp. Me comentaba de sus adelantos con la guitarra, de cómo su padre se había convertido en un auténtico maestro para irla llevando de la mano por el difícil mundo de las partituras y del dominio del instrumento. De igual modo me comentaba que la otra nieta, la más pequeña, no se entusiasmaba con la música, no le llamaba la atención ninguno de los instrumentos, lo que la animaba era el baile. Pedía constantemente que le pusieran videos de bailarinas de ballet y decía que le gustaba eso de verse suspendida en el aire, mientras bailaba al son de la música.
Al terminar de hablar con ellas me quedé pensando en lo distintas que son, comparten los mismos padres, las mismas costumbres, el mismo ambiente, y sin embargo son dos personas con disposiciones e intereses completamente diferentes.
Desde siempre me he sentido impactado por ese enigma: ¿Por qué somos como somos? Estoy convencido que la explicación de eso está mucho más allá de nuestras capacidades cognoscitivas, indudablemente que se ubica en las fronteras del misterio.
Algo de esa incertidumbre tuvo que sentir Platón cuando formuló su teoría sobre el origen de las ideas. En lo planteado por aquel griego, de anchas espaldas y amplia frente — de allí su apodo de Platón— pudiera haber una explicación al enigma sobre el origen de nuestras diferencias. Veamos.
Para el filósofo todas las almas antes de nacer han vivido en un mundo de ideas perfectas, el famoso “Topos Uranos”; allí se han impregnado de todo el conocimiento. Con todo ese equipaje adquirido en esa vida anterior venimos al mundo, y desde nuestro nacimiento lo que hacemos es recordar permanentemente todo aquello.
Es indudable que no llegamos a este mundo vacíos como llegó a pensar John Locke, en el siglo XVII, de ser así todos serviríamos para todo, simplemente bastaría con que nos entrenáramos el tiempo suficiente para alcanzar el éxito en cualquier cosa que nos propusiéramos.
Pero las cosas no funcionan de ese modo, no todos servimos para todo. Por mucho que mi hijo trate de que mi otra nieta se haga músico no lo va a lograr, eso no está en su naturaleza.
La teoría platónica ha estado presente en buena parte de nuestras creencias, tiene sus puntos de convergencia con la idea de la creación.
Por mi parte acepto plenamente que el creador puso en cada uno de nosotros un conjunto de atributos para que cada quien cumpla con su parte en el plan de la creación, por eso somos distintos los unos de los otros, por eso servimos para tareas diferentes.
De ser así las cosas cada uno de nosotros estaría capacitado para desarrollarse plenamente en aquellas actividades que estuvieran más acordes con ese equipaje con el que todos venimos. Descubrir cuáles son es un camino fascinante. Puede que se tarde algún tiempo descubrirlo, pero al final es muy grato poder decir: para esto sirvo yo.
Gracias por tu tiempo.
Fuente de imagen.
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Por eso es el equilibrio existente en el mundo, existen artistas y admiradores del arte, es así en todos los ámbitos existenciales, lo bonito es estar feliz con lo que nos toca.
Me gustó el escrito.
Un abrazo querido amigo.
Muy interesante esta reflexión. Por eso es fundamental que los padres sean buenos observadores y apoyen a sus hijos desde pequeños, en esas cosas buenas que realmente les gusten a ellos y para lo que tengan talento. De eso modo, la sociedad tendrá menos individuos frustrados y desdichados.
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