Sentir mascarado / Feeling masked

Pese a todos los prejuicios de Kail, en Miguel y en Leonor encontró a dos amigos, o por lo menos eso era lo que creía. Él llegó a la ciudad hace cuatro meses, era su segunda mudanza y a sus 16 años debía adaptarse a la cotidianidad en un nuevo colegio. Aquel lugar se le presentaba como un universo de incógnitas e incertidumbres, pero la ansiedad, producto del bullying que sufrió, volvía a su cuerpo. El traslado de la familia se produjo por el trabajo de su padre, el coronel Camilo, que otra vez fue reubicado por el ejército. La madre del muchacho solo vivía a expensas de los deseos de su esposo y se conformaba con cualquier empleo, su sonrisa pintada ocultaba lo que jamás sería capaz de exteriorizar. Ninguno de los tres sentía empatía por ese sitio, la obligación se alzaba como la bandera de sus pasos.

Los días en el instituto resultaron muy duros, Kail pasaba gran parte del tiempo retraído en su pupitre. Con las primeras burlas de sus compañeros regresaron los amargos recuerdos, las lágrimas reaparecieron y pensaba que las escenas de abuso se repetirían. En apenas una semana perdió el interés en los estudios, tanto que se negó a regresar. Su desgano y actitud depresiva preocuparon a sus padres, pero en lugar de buscar ayuda optaron por hostigarle. Kail, en su aislamiento, se refugió en las redes sociales, allí entregó su confianza a Miguel y a Leonor, también estudiantes del colegio, quienes le ofrecieron su amistad dentro y fuera del recinto.

Tiempo después, Kail volvió al instituto, se refugió en aquellos dos chicos y comenzó a verle un lado amable a aquella ciudad, pensó que nada podría ser peor a lo vivido en su niñez y a transformarse en sumiso. El jueves en la tarde, Miguel propuso escapar de las obligaciones académicas para ir al estadio, él siempre quiso ser beisbolista, pero no podía correr debido a que tenía una pierna más larga que la otra. Quería experimentar la adrenalina de participar en un partido y mentalmente vivía escenas en las cuales conectaba un jonrón que todo el público ovacionaba.

Despite all Kail's prejudices, in Miguel and Leonor he found two friends, or at least that was what he believed. He arrived in the city four months ago, it was his second move and at 16 years old he had to adapt to everyday life in a new school. That place appeared to him as a universe of unknowns and uncertainties, but the anxiety, product of the bullying he suffered, returned to his body. The family's relocation was due to the work of his father, Colonel Camilo, who was again relocated by the army. The boy's mother lived only at the expense of her husband's wishes and was content with any job, her painted smile hiding what she would never be able to externalize. None of the three felt empathy for the place; obligation stood as the banner of their steps.

The days in high school proved to be very hard, Kail spent much of the time withdrawn at his desk. With the first teasing from his classmates the bitter memories returned, the tears reappeared and he thought the scenes of abuse would be repeated. Within a week he lost interest in his studies, so much so that he refused to return. His listlessness and depressed attitude worried his parents, but instead of seeking help they chose to harass him. Kail, in his isolation, took refuge in social networks, where he confided in Miguel and Leonor, also students at the school, who offered him their friendship on and off campus.

Some time later, Kail returned to school, he took refuge in those two boys and began to see a kind side to that city, he thought that nothing could be worse than what he had experienced in his childhood and to become submissive. On Thursday afternoon, Miguel proposed to escape from his academic obligations to go to the stadium, he always wanted to be a baseball player, but he could not run because he had one leg longer than the other. He wanted to experience the adrenaline of participating in a game and mentally lived scenes in which he connected a home run that the whole audience cheered.

Fuente

Leonor y Kail secundaron los anhelos de su amigo y decidieron acompañarlo. En vista de que no tenían dinero, caminaron durante unas dos horas hasta el estadio. El paso era lento debido a la condición de Miguel. Al llegar a las instalaciones se dieron cuenta de que estaba cerrado. Las ilusiones de los muchachos se desvanecieron, pero su ingenio adolescente propondría alguna solución. Entonces a Leonor se le ocurrió trepar los muros con el fin de inspeccionar si habría otra forma de entrar, estos eran altos, pero para la suerte de los chicos había un árbol muy cerca, cuyas ramas harían el trabajo más sencillo porque desde una de ellas se podía acceder a la pared y de allí saltar a la tribuna.

Miguel y Leonor le encomendaron a Kail la misión de ir primero. A pesar de las dudas, el chico empezó a escalar. Cuando llegó junto a la pared y, tras mover algunas ramas, notó la presencia de unos alambres, se trataba de una cerca electrificada que apenas se podía divisar debido a la frondosidad del árbol. El temor se apoderó de su ser, puesto que estaba atrapado, por un lado, el alambre zumbaba debido a la elevada tensión y, por el otro, la altura que advirtió tras mirar hacia el suelo.

Tras pensar por unos segundos, en esta ocasión, decidió que no sería un cobarde ante los ojos de sus nuevos amigos. La pared estaba cerca y era solo cuestión de destreza pasar por debajo del alambre y acceder a la tribuna. Miguel y Leonor pudieron contemplar cómo, tras un sonido seco y estruendoso, Kail voló unos tres metros sobre la pared y cayó en la calle. Su cuerpo estaba descoyuntado, convulsionaba y se retorcía lentamente.

Ambos abandonaron a Kail, quien en su agonía observó como Miguel podía correr sin dificultad.

Leonor and Kail seconded their friend's wishes and decided to accompany him. Since they had no money, they walked for about two hours to the stadium. The pace was slow due to Miguel's condition. When they arrived at the stadium, they realized that it was closed. The boys' hopes were dashed, but their adolescent ingenuity would come up with a solution. Then Leonor came up with the idea of climbing the walls in order to inspect if there would be another way to enter, these were high, but for the luck of the boys there was a tree very close, whose branches would make the job easier because from one of them they could access the wall and from there jump to the stands.

Miguel and Leonor entrusted Kail with the mission of going first. Despite his doubts, the boy began to climb. When he reached the wall and, after moving some branches, he noticed the presence of some wires, it was an electrified fence that could barely be seen due to the leafiness of the tree. Fear took hold of his being, since he was trapped, on the one hand, the wire buzzed due to the high tension and, on the other hand, the height that he noticed after looking down to the ground.

After thinking for a few seconds, on this occasion, he decided that he would not be a coward in the eyes of his new friends. The wall was close and it was only a matter of dexterity to pass under the wire and access the rostrum. Miguel and Leonor could see how, after a dry and thunderous sound, Kail flew about three meters over the wall and fell into the street. His body was disjointed, convulsing and writhing slowly.

Both abandoned Kail, who in his agony watched as Miguel was able to run without difficulty.

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Sentir mascarado [Esp/Ing]

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