Miguel Ángel Mancera, sueños locos

in #cdmx6 years ago (edited)

Ignoremos un momento (de ser posible) la spotiza que la clase política le aplica a la población y admiremos a la distancia ese magnífico espectáculo de sustos que resultó la gestión de Mancera en la Ciudad de México.

Él, igual que EPN, recibió una Ciudad de México en condiciones aceptables, la gestión del Carnal Marcelo fue todo un éxito de relaciones públicos por la baja percepción de inseguridad que había fuera de las zonas tradicionalmente inseguras, algunos elementos de relumbrón que figuraron en las primeras planas y que todo esto ocurrió mientras tuvimos zonas en guerra contra los narcos.

Vamos, hasta sabía usar Twitter con propiedad y era de los primeros en escribir algo en caso de sismo.

Tenía margen de maniobra pues.

Hacerse el occiso

Las primeras señales de problemas se dieron pronto, logró maicear con éxito a la prensa para que acusaran a jaurías de perros salvajes a una serie de asesinatos ocurridos en el Cerro de la Estrella.

Más adelante sabríamos que las muertes, si bien debidas al ataque de perros, fueron debidas a delincuentes que criaban perros de ataque.

Y así pasaron muchos meses, años incluso, en los que toda evidencia presentada respecto a la seguridad pública era barrida debajo de la alfombra, hasta que finalmente la calabaza reventó contra el ventilador durante aquel operativo que finalizó con la carrera del Ojos, líder del cártel de Tláhuac, pero eso es apenas la cereza sobre el pastel (de calabaza) el heredero de los Bísquetes nos preparó.

El caso reciente del joven que fue aprendido y desaparecido para que, mágicamente, apareciera desorientado y madreado en un rincón tenebroso del Edomex es un indicativo de que volvimos a los años 70, cuando la autoridad podía tener potestad sobre la vida de los ciudadanos.

Un metro bajo tierra

La situación del metro se volvió insostenible, los convoyes comenzaron a envejecer, los equipos a fallar, el personal a chillar y los usuarios a sufrir, hacía falta inversión y por eso fue que aumentaron el precio del boleto de los ridículos 3 pesos a 5 pesos, una tarifa que ya parecida a la de los micros.

Sin embargo, esos pesos extras no se han visto por ningún lado, es más, comenzaron a ocurrir desperfectos serios por todas las líneas y me parece que de no hacerse algo, en poco tiempo veremos un percance de proporciones trágicas.

Pero esto no es lo peor.

Placer para mis prosélitos, dolor para los automovilistas, muerte a la movilidad

Las políticas viales del Gobierno de la Ciudad de México tienen décadas mal encaminadas, pero este sexenio fue el peor de todos.

Cierto, la población de automóviles se disparó asombrosamente durante los últimos 10 años, obviamente que vas a comprar uno en cuanto puedas si deseas evitar a toda costa ser tratado más como mercancía que como persona y evitar malos olores y peligros a cada parada que es lo que le sucede a los usuarios del transporte público de este lugar, a final de cuentas las obras que con honestidad y valentía pejísticas se emprendieron iban encaminadas a resolver eso, ¿verdad?

Lo curioso de esa situación es que, pesar de los pesares, la calidad del aire no había empeorado tanto, pero no se contaba con la audacia de nuestras autoridades.

El reglamento de tránsito se endureció a velocidades ridículas y se le proporcionó una pavorosa dentadura para morderte mejor, lo que logró que el cielo de la capirucha se tiznará más que la mamá de Mancera.

Esto igual resultó en el reflorecimiento de esos expolios conocidos como Verificentros, donde uno debe ir con la mansedumbre de una oveja a ser trasquilado, y resultó tan buen negocio para la Ciudad y tan poco efectivo para la población, que durante este año sólo habrá que ir a que te trasquilen una vez porque habrá una nueva licitación para ver quiénes son los nuevos ganones de la lana obtenida.

¡Tierra Tiembla!

Los sismos del septiembre fueron el acabose, de nuevo la vitalidad de la población superó a la autoridad en los primeros momentos... y a más de medio año de distancia, tenemos calles cerradas, edificios desalojados por peligro de derrumbe que son presas fáciles de delincuentes y nada claro para las personas que allí vivían.

Pero vamos, apenas hace unas semanas nos enteramos que unos damnificados del 86 apenas habían recibido sus nuevos hogares y que no son los últimos que quedan.

Resumiendo

Mancera entró al gobierno de la Ciudad de México con margen de maniobra y capital político.
Perdió el tiempo con campañitas cursis y mayativas de mera importancia cosmética mientras la situación general en aspectos como agua, seguridad pública y —sobre todo— movilidad entraron en una dinámica de decaimiento general.
Mancera tragó el sapo de aumentar el precio del metro a un nivel menos insostenible... pero permitió que se siguiera cayendo a pedazos.
Hizo lo posible por no escuchar que la delincuencia en la Ciudad se estaba fortaleciendo y ya en estos momentos tenemos la certeza de la operación de Cárteles en las zonas más feas, no tardaremos entonces en ver balaceras en Coyoacán.
Pero principalmente, este gobierno hizo un esfuerzo activo, constante y efectivo para empeorar la calidad de vida de sus habitantes al arruinar la movilidad de la Ciudad con medidas contraproducentes enfiladas por sobre todas las cosas a obtener recursos a costa de la población.

Empequeñecer calles, cerrar vialidades y en general tomar medidas que desincentiven el uso del automóvil tienen sentido van acompañados de medidas que mejoren el transporte publico y este gobierno con Mancera a la cabeza ha hecho lo contrario, castigando al metro y al metrobús, retirando microbuses y otros transportes licitados sin tener claro con qué sustituirlo, cuyo último caso fue la Calzada de Tlalpan.
Todo dio como resultado que la Ciudad de México haya sido coronada de forma indiscutida como el área metropolitana con el peor tráfico del mundo, muy por arriba de las asquerosas ciudades chinas.

Y así quería contender a la presidencia.