Te entregue la llave de mi pecho para que mi torpedad no la perdiera y mi alma no volviera a quedar sola como ahora. Las entregué ciegamente para que tomaras mi corazón como tuyo, no como un premio. Siempre fue tuyo desde el instante en que te vi.
Creí tanto en ti que mis fragmentos necesitaban los tuyos. Cuando conectaron –en cuestión de segundos– hicieron una explosión de sentimientos inequívocos.
Antes de darte la clave que abría la caja fuerte de mi alma ya lo habías robado. Te lo llevaste, dejando mi alma sola.
Mi vida se volvió gris y ya no podía amar. Tú habías tomado lo que yo quería darte.
Te busqué hasta el fin del mundo y te conseguí más allá. Unos kilómetros más lejos. Te observé más radiante y autentica. No entendí el porqué. Estabas con alguien más que no era yo. Con desprecio mis ojos se posaron en la otra persona y el brillo que tenía ese pecho era familiar, era similar al tuyo. Indudablemente era tu corazón. Esa persona tenía tu corazón. Me volví a tu pecho y capte el palpitar de algo que me pertenecía y fui dueño antes que robaras lo que quería darte.
Tú tenías mi corazón, y no estaba alegre como creí que lo estaría.
Era increíble, pero… tomaste mi corazón para llenar el vació que dejaste al darle el tuyo a él.
Agarraste tu corazón y lo entregaste. Con el mío sólo un vació llenaste.